Penélope le dio un codazo a Carlos.—¿Qué tonterías estás diciendo?—¿Cómo pueden ser tonterías? Ambos están solteros. Si él se fijara en Lina, sería una gran suerte para los Andrade.Lina escuchó en silencio y cuando Carlos terminó, preguntó: —Carlos, ¿no me digas que me invitaste hoy solo para hablar de esto?Carlos se detuvo y rio nerviosamente antes de decir: —He oído que el Grupo Cruz está buscando socios, y coincide con el nuevo proyecto de nuestra empresa. Lina, ¿crees que podrías ayudar a tu cuñado a conseguir una oportunidad?Lina negó con la cabeza. —Carlos, me sobreestimas. Ya te dije, solo soy una pasante en período de prueba, no tengo ninguna influencia en la empresa.—Lina, no te apresures a rechazarme. Si pudiera conseguir la cooperación con el Grupo Cruz, obtendría un ascenso y una buena bonificación—Carlos tomó la mano de Penélope. —Tu hermana me ha acompañado tantos años y no he podido darle una buena vida. Si logro este ascenso, planeo que deje de vender en la call
—Lina—Santiago pronunció su nombre suavemente. —¿Necesitas algo?Lina se enderezó, visiblemente incómoda. —Estaba buscando a Milena...—¿Para qué la buscas?—Santiago respondió rápidamente.Alejandro arqueó una ceja, mirándolo con curiosidad.Lina pensó que pedir prestado a cualquiera sería lo mismo. Dudó un momento y dijo: —Señor Cruz, yo... quisiera pedirle prestado algo de dinero.—¿Cuánto necesitas?—Quinientos.—¿Cómo te lo doy?—Santiago preguntó sin dudar, muy dispuesto.Lina, algo avergonzada, respondió: —Como le sea más conveniente.Santiago manipuló su teléfono y, cuando el de Lina sonó, dijo: —Ya te lo transferí.—Gracias, señor Cruz.—No hay de qué—Santiago respondió con tono neutral. —Si necesitas más, solo pídelo.Lina no supo cómo responder a eso, así que simplemente agradeció de nuevo y se fue a pagar.Santiago la observó alejarse, con una mirada profunda e indescifrable.Alejandro, mirándolo fijamente, dijo:—Creo que esta chica tímida es bastante interesante.Santia
—Está bien—asintió Milena.El auto avanzó velozmente hasta que Alejandro y Paula vieron a Santiago y Milena bajar del coche y entrar a la mansión. Alejandro miró a su hermana: —¿Ahora lo crees?—¡No!—exclamó Paula furiosa. —¡Seguro hay gato encerrado! Alejo, quedémonos vigilando. Te apuesto a que esa mujer se irá a media noche.—Paula, hay tantos hombres en el mundo, ¿por qué te obsesionas con Santiago?— se quejó Alejandro. Pasar la noche en el auto sería una tortura.Paula se mantuvo firme: —Si no quieres, vete. Yo me quedo sola vigilando.Alejandro no tuvo opción. No podía dejarla sola ahí, así que se resignó a acompañarla en la vigilia.*Dentro de la mansión.Santiago llevó a Milena al segundo piso y abrió la puerta de una habitación: —Dormirás aquí esta noche.Milena entró llena de expectativas, pero al mirar alrededor notó que la habitación parecía fría y sin rastros de la vida de Santiago. Evidentemente, la habían alojado en una habitación de invitados. Aunque era una habitac
—¿Te equivocaste de habitación?— Alicia parecía incrédula. —Más bien parece que lo hiciste a propósito. Entrar a medianoche en la habitación de alguien y meterse desnuda en su cama... ¿qué intenciones tenías?—No es así... de verdad me equivoqué...— Milena sollozaba entrecortadamente, sintiéndose muy agraviada.Viéndola así, Santiago no quiso seguir reprendiéndola. —Abuela, es mi culpa. Es la primera vez que Milena viene, es normal que no conozca bien la casa.Alicia hizo una mueca. —Muchacho tonto, traes a cualquiera a casa.Milena se mordió el labio, con un destello de desprecio en los ojos. Algún día echaría a esta Alicia de aquí y le mostraría quién era la verdadera señora de la casa.Después de calmar a Alicia, Santiago se volvió hacia Milena: —Es tarde, deberías ir a descansar.Milena lo miró con ojos llorosos. —Señor Cruz, lo siento mucho, de verdad no fue mi intención...—Lo sé—dijo Santiago frotándose las sienes. —Ve a descansar.—Sí—Milena se levantó, pero al pasar junto
La evidencia demostró que Santiago no tenía ninguna reacción física hacia Milena, ni siquiera un mínimo de interés.Al bajar, Milena estaba preparando el desayuno. Al verlo, sonrió inmediatamente: —Señor Cruz, el desayuno está listo.Santiago echó un vistazo a la mesa y se sentó: —¿Lo hiciste todo tú?—Sí. Vi que había ingredientes frescos en la nevera y preparé algo. No sé si será del gusto suyo y de su abuela.Milena le pasó los cubiertos apresuradamente.Santiago probó un par de bocados: —Está muy bueno.Milena se alegró por el halago, pero al ver llegar a Alicia, su sonrisa se atenuó notablemente.Santiago comió un poco más y dejó los cubiertos: —Me voy a la oficina, hoy volveré tarde.Milena lo siguió hasta la entrada: —¿Puedo ir contigo?Santiago la miró: —Ya renunciaste, mejor no vayas a la oficina.—Pero temo que a tu abuela no le agrade...—dijo Milena. En realidad, pensaba que Alicia era extraña y difícil de tratar, y no quería quedarse a solas con ella.Sin embargo, San
Lina, temerosa de ser vista, se escondió apresuradamente bajo el escritorio, pero tiró el vaso de agua sin querer, derramándolo por toda la mesa y goteando sobre su cabello y cuello.Los pasos se acercaron y un par de zapatos de hombre aparecieron frente a ella, seguidos por la voz de Santiago desde arriba: —¿Lina?Lina no tuvo más remedio que ponerse de pie, ocultando disimuladamente el pan detrás de ella, y dijo sonrojada: —Señor Cruz.La mirada de Santiago se detuvo dos segundos en su cuello. —¿Por qué no has ido a almorzar?—Yo... no tengo hambre—mintió Lina.Pero apenas terminó de decir que no tenía hambre, su estómago emitió un fuerte gruñido. Lina rápidamente cubrió su vientre con la mano, su rostro enrojeciendo de vergüenza.Santiago miró su estómago. —Ven conmigo a la cafetería. De paso te explicaré algunos puntos sobre el proyecto de cooperación con el señor Gómez.—Está bien—Lina guardó el pan a medio comer en el cajón, tomó su libreta y un bolígrafo, y siguió apresuradam
—¿En serio? ¿Al señor Cruz le gusta una novata como Lina?—No estés tan segura. A quién no le gustan las universitarias, son la inocencia personificada.—Pero, ¿no está prohibido el romance en la oficina?—¡Por favor! ¡Estamos hablando del señor Cruz! Él hace las reglas de la empresa para controlar a los empleados, no para limitarse a sí mismo.Viviana no se unió a la conversación. En cambio, tomó una foto con su celular y se la envió a Milena sin pensarlo. Probablemente por costumbre de quejarse con Milena, aunque ya no trabajaba allí, Viviana no pudo evitar hacerlo. Después de enviar la foto, le mandó un montón de mensajes.Milena miró los mensajes, consumida por los celos. No le respondió a Viviana, sino que llamó directamente a Santiago.Mientras tanto, el teléfono de Santiago sonó. Lo miró, se levantó y se acercó a la ventana para contestar. —¿Hola?Milena dijo al otro lado de la línea: —Señor Cruz, ¿vendrás a almorzar a casa?—Ya comí en la oficina, no voy a regresar. ¿Pasa alg
La ventanilla bajó, revelando la cara de Santiago. —¿Lina? ¿Por qué no te has ido aún?Por alguna razón, cada vez que Santiago decía su nombre, Lina sentía algo especial.Reprimiendo esa sensación extraña, habló: —Señor Cruz, ¿sabe usted sobre la foto en los grupos de la empresa?—¿Te refieres a la foto que nos tomaron a escondidas mientras almorzábamos?—Sí.—La vi. ¿Qué pasa?—Santiago miró su pequeño rostro. —¿Te está causando problemas?Lina se sintió avergonzada. Después de todo, él era el presidente de la compañía y no parecía afectado, ¿qué problemas podría tener ella, una simple empleada?—No...— Lina negó con la cabeza. —Solo me preocupaba que le causara problemas a usted.—No hay necesidad de preocuparse por eso. La verdad siempre sale a la luz—dijo él.Con esa frase, Lina tuvo una revelación. Es cierto, la verdad siempre sale a la luz. A veces, cuanto más te apresuras a justificarte, más caes en la trampa de la auto-justificación. Con el tiempo, los rumores se desvanecerán,