Después de tanto tiempo de un romance así, ¿qué sentido tenía?Aunque, siendo justos, una esposa así sería bastante conveniente. Aunque el marido anduviera de juerga, ella no se atrevería a causar problemas.Mateo no respondió y volvió a ver el video. Fernando no pudo evitar preguntar:—Mateo, ¿crees que Ana irá a hablar con tu abuelo?—No lo sé —respondió secamente, cortando cualquier otra pregunta de Fernando.Este se rascó la nariz:—Bueno, no preguntaré más. Solo ten cuidado con Ana, ¡está completamente loca! No soporta ver que otros sean más felices. ¡Seguro que tuvo mucho que ver en mi divorcio con Lucía!El tema le hacía hervir la sangre. ¿Qué hombre de hoy en día podía mantenerse completamente fiel? Él no había hecho nada extremo, y sin embargo terminó golpeado y abandonado por su esposa.Fernando rechinaba los dientes de rabia.Mateo le lanzó una mirada:—El gato que roba pescado tarde o temprano encontrará uno envenenado.Con esa frase, Fernando se quedó completamente callado
Lucía le mostró una foto ampliada del rostro de Isabella.Lágrimas y mocos le cubrían toda la cara, y las mejillas, una a cada lado, estaban hinchadas simétricamente por las bofetadas. "Desastrosa" era quedarse corto para describir su estado.—Hoy sí que lo he disfrutado. Isabella nació para que le den palizas. Se lo merece por andar corrompiendo jovencitas —Lucía no sabía si los demás lo habían disfrutado, pero ella desde luego que sí.Se sentía tan satisfecha que hasta su débil cuerpo parecía haberse recuperado un poco. Convirtió la foto en un meme.—Ana, la próxima vez que Isabella te moleste, ¡tírale esta foto a la cara!Ana guardó la imagen en silencio. Ya en la habitación, preguntó:—¿Quién es la madre de Lorena?No podía creer que alguien se atreviera a golpear así a la protegida de los Ramírez sin tener respaldo.Lucía se recostó:—Ahora es una simple ama de casa... pero si preguntas por ella antes de casarse, era otra historia. Una guionista cotizada con varios éxitos y al men
–Isabella incitó a Lorena a escaparse con alguien, casi arruinando su vida. El señor Sarmiento apenas le dio una pequeña lección, ¿y ya vienen con amenazas? Qué interesante –estas palabras hicieron que Samuel apretara los puños, su rostro tenso y su mirada sombría.Ana, aparentemente ignorando la presión que emanaba de él, continuó: –Esta vez pueden denunciarlo, ¿pero y la próxima? Con la moral tan retorcida de Isabella, habrá golpes interminables por venir. Ah, y también está animando a las chicas jóvenes a tener hijos fuera del matrimonio.Basándose en sus observaciones recientes, Ana podía predecir que esa paliza no tardaría en llegar. Isabella parecía estar siempre o recibiendo golpes o siendo regañada, como si hubiera nacido para ello. Ana suspiró internamente, aplaudiendo irónicamente el destino de Isabella.–¡Ana! ¡Aunque Isabella esté equivocada, eso no justifica que la golpeen! –Samuel, siendo el típico hermano sobreprotector, ni siquiera consideraba quién tenía la razón.Mari
La iluminación de su lado era tenue. La luz blanca que reflejaba la pantalla acentuaba los rasgos elegantes y afilados de su rostro, aunque sus ojos detrás de los lentes no se distinguían claramente.Se levantó y caminó hacia un lado, la imagen se movió y, deliberadamente o no, la cámara enfocó una zona indiscreta. Ana se quedó paralizada por unos segundos antes de desviar la mirada nerviosamente, con las orejas tan rojas que parecían a punto de sangrar.–Señorita Vargas, ¿qué le sucede? –junto con su voz profunda y clara, volvió a aparecer en la pantalla el rostro refinado de Gabriel. Se había quitado los lentes y tenía la cámara muy cerca, permitiendo distinguir cada una de sus largas y espesas pestañas.El corazón de Ana comenzó a latir descontroladamente. Rápidamente volteó la cámara hacia atrás y tosió varias veces para disimular su inexplicable nerviosismo. –No es nada, solo tengo algo de calor –una mentira evidente.Gabriel fingió no notarlo y, por el entorno que se veía en la i
Marisol permaneció en silencio. Las dos se quedaron así hasta que Marisol logró ponerse de pie temblorosamente, apoyándose contra la pared. Su voz sonaba aún más ronca que antes.Con la cabeza baja y el cabello cubriendo parcialmente su rostro desaliñado, suplicó: –Señorita Vargas, por favor, ayúdeme, no puedo perder a Lorena...Lorena era toda su esperanza en la vida. En ese momento, ni siquiera se atrevía a recordar la escena cuando la encontró en la bañera, con toda el agua teñida de un rojo cegador.–Señora Sarmiento, la única que puede salvarla es usted –tras una larga lucha interna, Marisol finalmente cedió– ¿Qué debo hacer?Intercambiaron información de contacto. Como hoy no era un buen momento para hablar dado su estado emocional, Ana le sugirió que descansara esa noche, señalando que seguramente Lorena tampoco querría verla en ese estado.Al regresar a la habitación, la presencia de Manuel resultó inesperada. Suspiró y dijo: –Señora Sarmiento, alguien ha presentado una denunci
Javier sostuvo la cabeza de María con firmeza y la besó con desesperación, mientras Ana observaba la escena con resignación. Para empeorar la situación, Mateo apareció de improviso como un inoportuno espectador.―¡Javier, tranquilízate! ―exclamó María, apartándolo con todas sus fuerzas. Su rostro estaba encendido, los labios hinchados y sus ojos brillaban con lágrimas contenidas, presentando una imagen conmovedora.―¿En qué soy inferior a ese enfermizo? ―bramó Javier con la ropa desarreglada, mientras un destello de dolor cruzaba su mirada―. ¡Puedo darte todo lo que él no puede!María, quien nunca había insultado a nadie, solo alcanzó a murmurar "eres irracional" antes de salir corriendo, dejando a Ana, Mateo y Javier en un incómodo silencio. Javier se limpió el labial de su boca con el dorso de la mano, visiblemente alterado.―Ve tras ella ―sugirió Ana, haciéndose a un lado. Sospechaba que ambos ya sabían que eran los sustitutos del otro, y claramente, Javier llevaba las de perder.Mi
Sin embargo, Manuel cedió por simpatía: ―Solo tienes cinco minutos.―Gracias ―respondió Ana antes de que la puerta de la sala de interrogatorios se abriera y cerrara.Al ver a Ana, los ojos sin vida de Marisol finalmente mostraron un destello de emoción. Ana se sentó frente a ella y fue directa: ―Lorena aún no ha despertado.Marisol movió los labios sin emitir sonido alguno.―El tiempo es limitado, así que seré breve ―continuó Ana―. Primero, ¿tu esposo es Nicanor Sarmiento?―...Sí ―respondió Marisol con voz ronca y quebrada.―Segundo, ¿es cierto que no están legalmente casados?―Dijo que nos casaríamos cuando se retirara del espectáculo, su carrera está en ascenso... ―Ana no pudo soportar escuchar más de ese discurso manipulado.―Tercero, ¿amas a Lorena?―Sí.―No, no la amas ―contradijo Ana con firmeza, su mirada afilada y fría, sin ablandarse ante el estado deplorable de Marisol―. Lorena es solo tu herramienta para mantener atado a Nicanor, tu excusa para mantener contacto con él.Mar
El viento alborotó el cabello de Laura como si fuera un nido de pájaros, mientras la acción fluida de Ana despertaba el terror en lo más profundo de su ser.Laura gritó con el rostro contorsionado mientras el viento furioso se colaba en su boca. Ana, sujetándola por la nuca con una expresión gélida y aterradora, susurró: ―¿No eras tú la que hablaba de muerte?Había escuchado claramente los insultos de Laura desde fuera de la habitación. ¿Cómo una señora de alta sociedad podía comportarse como una vulgar pendenciera, atacando a una joven inocente? ¿Acaso solo la vida de Isabella valía algo?―¡Ana! ¡Suéltame! Tú... tú...―¿Yo qué? ―Ana esbozó una sonrisa despectiva, aumentando la presión de su agarre hasta hacer que Laura se quejara de dolor. Con medio cuerpo suspendido en el aire, Laura se sentía mareada―. ¿No estabas sugiriendo a otros que se mataran? Pensé que querías morir.El tono sarcástico de Ana resultó gratificante para todos los presentes, excepto Laura. Incluso Lorena mostró u