La voz familiar, el mismo tono. Era Armando.Ana colgó sin mostrar emoción, e inició sesión en su correo electrónico. En la bandeja de entrada, encontró el mensaje de Armando.Lo abrió. En la parte superior había una foto de identificación de tres pulgadas. Después de revisar rápidamente el texto, comprendió.—Ana, ¿qué es? —preguntó Lucía con curiosidad.Sin dudarlo, Ana le pasó el teléfono. —Parece ser información sobre los tipos que causaron el alboroto.¿Pero cómo lo sabía Armando?La duda flotaba en la habitación hasta que Samuel llegó, rompiendo el silencio.—¡Viviana! ¿Estás bien? ¿Te lastimaron? ¿Dónde está Santi?Samuel llegaba con la ropa desarreglada, su rostro duro mostrando una pizca de preocupación.Agarró los hombros de Viviana, mirando a su alrededor. Cuando sus ojos se posaron en Ana, su expresión se endureció.—¿Qué haces tú aquí? —preguntó con un tono que sonaba a acusación.Viviana, conteniendo su molestia, respondió: —¡Samuel! Ana es mi amiga. ¡Cuida tu tono!De cuñ
Los niños de hoy tienen una memoria muy fuerte. A los tres o cuatro años ya pueden recordar cosas. Santiago tenía cinco años. Aunque parecía un niño adorable y alegre, en su pequeño corazón guardaba muchas cosas.Al llegar al ascensor, se removió y dijo: —Ana, bájame, peso mucho.Ana dijo que no pesaba, pero finalmente lo bajó siguiendo su deseo.Lo tomaron de la mano, una a cada lado.Santiago caminaba con la cabeza gacha, su tristeza era inconfundible.Al salir del ascensor, miró a Ana: —Ana, ¿papá y mamá pelean por mi culpa?Era evidente que las peleas eran frecuentes durante su estancia en el extranjero.Lucía y Ana intercambiaron una mirada y comenzaron a consolarlo.—Santi es tan bueno, tus papás te adoran. ¿Cómo van a pelear por ti? No pienses más, ven, ¡la tía Lucía te llevará al parque de diversiones!Lucía era mucho mejor que Ana para calmar niños.Había un centro comercial cerca del hotel con instalaciones infantiles en la primera planta.Compraron un boleto y, acompañado por
Santiago tragó dos sorbos de jugo de naranja, con salsa de tomate manchándole la comisura de los labios.Pensando cuidadosamente sobre la pregunta de Ana, respondió: —Papá es muy bueno conmigo.Justo cuando Ana y Lucía creían que habían exagerado, Santiago añadió: —Papá me compra todo lo que quiero, pero no me abraza ni me besa. Mamá dice que papá está muy cansado.No mostraba cercanía. Eso ya era un problema.En cuanto a qué tipo de problema...Ana pensó que aún había que investigar.Miró la hora y decidió que era momento de volver.Al regresar al hotel, Viviana y Samuel ya habían terminado de discutir.Samuel estaba junto a la ventana fumando, Viviana sentada en el sofá conteniendo lágrimas.Al ver a Santiago, ella forzó una sonrisa: —¿Volviste, Santi? Ven, acércate a mamá.Como si tuvieran un vínculo especial, Santiago entendió lo frágil que estaba Viviana. Se acurrucó en sus brazos, frotando su mejilla contra la de ella de vez en cuando.Demasiado obediente.—Samuel —llamó Ana con v
Después de siete años de noviazgo y compromiso con Mateo Herrera, Ana Vargas decidió romper la promesa. Pasaron dos horas hasta que recibió una respuesta, en la que él insistía en hablar con ella en persona.La cafetería estaba muy fresca por el aire acondicionado, mientras afuera el sol se ponía y el cielo se oscurecía de forma gradual.Cada vez que cerraba los ojos, veía las impactantes imágenes de Mateo e Isabella Ramírez juntos. Mateo era su prometido, e Isabella, la hija biológica que los padres adoptivos de Ana acababan de encontrar. Mientras tanto, Ana estaba sola en el hospital, conectada a un suero para aliviar los dolores menstruales, cuando los descubrió abrazándose de manera íntima.¿Y quién era Mateo? Nada más y nada menos que el heredero de una de las familias más prestigiosas de Terraflor y presidente de Herrera Enterprises, un hombre cuyo tiempo era tan valioso que ella tenía que programar citas con semanas de anticipación.Sin embargo, ahora encontraba tiempo durante s
El repiqueteo de la lluvia se mezclaba con las palabras mientras Mateo sentía cómo su corazón se estrujaba al ver la figura decidida de Ana alejándose de él.—Perfecto Ana, ¡ya veremos si no te arrepientes! —murmuró entre dientes.Ana apenas vaciló antes de continuar su camino sin voltear. La lluvia arreciaba con fuerza mientras ella sujetaba vientre con una mano, tratando de aliviar el dolor, y con la otra intentaba conseguir transporte. Los minutos se convirtieron en media hora sin que ningún conductor aceptara su solicitud, hasta que tras cambiar de aplicación y subir la tarifa a cincuenta dólares, finalmente logró que alguien aceptara el viaje.Llevaba apenas cinco minutos esperando cuando su teléfono vibró con una llamada de Laura.—¿Es cierto que acabas de verte con Mateo? —le recriminó Laura.Ana se encogió ligeramente, masajeándose el estómago adolorido, y respondió con desprecio:—¿Y desde cuándo tengo que darte explicaciones sobre con quién me veo?Desde que Isabella había re
Al día siguiente, la alta sociedad de Terraflor se reunió para la gran celebración. A tres horas del inicio de la fiesta, los invitados de los Herrera comenzaron a llegar en lujosos vehículos, lo que hacía que el único taxi de aplicación destacara de manera notoria, y las miradas se dirigieron rápidamente a Ana cuando descendió de él.—¿Qué está sucediendo? ¿Ana está tan mal que tiene que viajar en taxi? ¿Mateo no le mandó un auto? —murmuraban algunos curiosos.—Pobrecita, los Ramírez la echaron, y después de tantos años aún no logra casarse con un Herrera. Seguro ese compromiso está por romperse —comentaban otros.Ana entonces se vio rodeada de murmullos y miradas furtivas; algunas de lástima y otras de malicia. Sin embargo, los ignoró mientras avanzaba decidida hacia la habitación de Carlos. Al llegar, levantó la mano para tocar, pero una conversación al otro lado la detuvo.—Mateo, pronto tendrás tu propia familia, por lo tanto, debes ser más cuidadoso con tu comportamiento —decía e
—Lo siento muchísimo, no me fijé —se disculpó una voz femenina con evidente malicia.El vestido de Ana, que llegaba hasta los tobillos, ahora tenía un profundo rasgón en el muslo que dejaba ver su piel blanca. Al volverse, se encontró con una cara familiar: Paula, la hermana menor de Mateo. No era la primera vez que le hacía una jugarreta de ese tipo. En el pasado, por respeto a Mateo, Ana siempre había optado por callar, pero ahora... ¿qué importaba?Casi todos los presentes observaban la escena, asombrados, esperando que Ana hiciera el ridículo. Paula la miraba desafiante, pero cuando vio que Ana tomaba una copa de la mesa con tranquilidad, un mal presentimiento la invadió.Efectivamente, entre los gritos de Paula, Ana le derramó la bebida sobre su costoso y delicado vestido.—Disculpa, se me resbaló —dijo Ana con una sonrisa enigmática, arqueando una ceja.La audacia del gesto hizo que varios contuvieran el aliento por un momento.—¡Ana! ¿Estás loca? —gritó Paula.Era el cumpleaños
La declaración de Gabriel los sorprendió a los tres. ¿Desde cuándo era tan amable? Por lo que Mateo recordaba, su tío era un hombre frío y distante, siempre dedicado a la investigación científica en el extranjero, sin mostrar ni la más mínima cercanía con nadie. ¿Y ahora se ofrecía amablemente a llevar a Ana?Mateo frunció el ceño, sintiendo una inexplicable inquietud. —Tío, yo puedo llevarla.—Es el cumpleaños de Carlos y tienes muchas cosas que atender. No te preocupes —respondió Gabriel, alternando la mirada entre Mateo e Isabella, con una sonrisa burlona en los labios.Isabella se tensó, sintiéndose incómoda ante la presencia intimidante de aquel hombre. ¿Qué tan cercano era con Ana? No pudo evitar especular, aunque la envidia hacia Ana predominaba en ella.Ignorando por completo a la pareja, Gabriel abrió la puerta trasera del auto, mientras decía: —Señorita Vargas, por favor.A esas alturas, Ana no tenía razones para rechazarlo, por lo que se montó en el vehículo sin más. Mien