Nadie ofende a mi esposa (parte uno)

Nora

—No llores, mami —me consoló y me resultó muy extraño porque se suponía que debía ser justo lo contrario —. La voy a pasar muy bien jugando con mis nuevos amigos, y Ares puede cuidar de ti —. Me puse en cuclillas para verlo a los ojos y se abrazó a mi cuello durante un instante, le dio un corto abrazo a Ares y luego corrió hacia donde se encontraban los demás niños de su clase, realizando una fila para entrar a la salita.

León se dio la vuelta cuando estaba por entrar, para mirarnos con una enorme sonrisa y agitó su manito, antes de que su maestra de jardín, se la tomase, para llevarlo con los demás niños.

No tenía idea de que le había dicho, pero lo vi sonreír y tuve la certeza de que mi niño era muy feliz.

Mi pecho se elevó al tomar una inspiración prolongada e irregular.

No podía creer cuanto había crecido desde que llegamos a Monte de Oro. El día que llegamos, era un niño tímido, que temía hablar con personas nuevas o separarse de mi lado. Mientras que ahora, se veía seg
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