Nora —Nora…—Susurró Ares y pude ver cuánto le dolía. No era justo, porque Ares nos hacía muy felices y no merecía sufrir por alguien como Máximo. Me moría de miedo y, por otro lado, era cierto que en ocasiones hubiese deseado compartir algunos momentos de la vida de mi hijo con su padre. Porque imagina que no había nada más maravilloso que vivir las pequeñas cosas con el hombre, con el que creaste un ser humano tan perfecto, como León. Sin embargo, las cosas, a veces, simplemente, no podían ser de ese modo. Ya el tiempo de las oportunidades, había quedado atrás. Nos merecíamos formar una familia con Ares, sin que nadie interfiriese. ¿Por qué tenía que inclinarme ante él como si lo mereciese? —Dejamos esto pendiente hace unas semanas. Es cierto que dije que te esperaría, pero creo que es momento de que pongamos las cartas sobre la mesa. Te quiero de vuelta, quiero lo que es mío —. Aún me costaba creer que fuese tan egocéntrico como para pensar que le pertenecíamos como si fuésemo
Ares —Es más difícil, hablar contigo que con el director de banco central —. Bromeo, Aquiles, justo cuándo alcé la vista al techo y le indiqué a Mario que tuviese cuidado con las molduras al mover la escalera —. Te he llamado toda la semana, creí que estabas evitándome. Pensé que quizás todavía estás molesto conmigo. Lancé un gruñido al ver que movía la escalera sin ningún tipo de cuidado con las molduras y él simplemente se encogió de hombros. —¿Por qué estaría molesto contigo? —Le pregunté firmando la entrega de materiales, que me acercó uno de los transportistas, luego de que mi capataz le dejase espacio para pasar —. Además, imagino que Eros, ya te ha pasado un informe completo, ¿no? Deberías saber que me gusta la vida del campo. Digamos que el aire descongestionado me está sentando bien. Otro de los hombres, pasó frente a mí con la correspondencia en las manos y me apresuré a detenerlo. —¿Qué llevas allí? —Aparté el móvil para preguntarle. —Le llevo la correspondencia a No
Ares No iba a negarlo, las rodillas me temblaban. Estaba nervioso de cojones. Nunca creí que iba a estar frente a la mujer que esperaba, me aceptase y desease compartir el resto de su vida conmigo. Pero, allí se encontraba y solo ansiaba comenzar nuestra vida juntos cuanto antes. Esta vez sin engaños, sin acuerdos, solo nosotros construyendo una familia. —Quiero hacerte inmensamente feliz, solo debes dejarme. Quiero que estudies cocina para convertirte en chef, darte tu propio restaurante y que me conviertas en un hombre asquerosamente rico —. Me dio un golpecito y gemí. —¿Qué otra cosa deseas? —Bromeó con un brillo pícaro en los ojos. —Me gustaría poder dormir abrazado a ti… —La estreché con más fuerza, para mostrarle el punto. Sin embargo, sabía que aún no estaba preparada para dar el paso —. No tienes que decir nada. Voy a esperarte toda la vida si es necesario —. Me incliné sobre ella, de manera que nuestros labios se rozasen. —No es que no quiera, es que me da miedo, nos con
Nora —Victoria, llevó un saltamontes en una caja escondida en la mochila y cuando quiso mostárnoslo, abrió demasiado la cajita, así que se escapó… —Comenzó a reír —. Todos estaban sacudiéndose, así —Se movió imitándolos y pequeñas gotas de salsa de tomate cayeron sobre el mantel —Mi seño, se enojó mucho. Nos dijo que si continuábamos portándonos de ese modo, iba a suspender la fiesta con los papás. —¿Qué fiesta con los padres? —Le preguntó Ares, enroscando los espaguetis en el tenedor, antes de llevarse un gran bocado. León, meneo la cabeza. —Un día con los papás, antes de las vacaciones, dijo que haríamos un pícnic, vamos a tener un castillo inflable para saltar y jugaremos toda la mañana —. Ares sonrío al ver que León, sorbía la pasta, frunciendo los labios. La salsa saltó en todas direcciones y su rostro terminó cubierto de tomate —. Mi seño dice que es muy divertido. —Ya lo creo, eso suena muy divertido —le dijo inclinándose sobre la mesa —. ¿Voy a poder montarme contigo en e
Nora Ares se apoyó en la encimera con los brazos cruzados sonriendo, cuando me dirigí a abrir la puerta. Sin embargo; antes de abrirla, sentí que me ponía blanca de repente. Allí estaba mi madre, tan emperifollada como una modelo. Llevaba un vestido negro ajustado que resaltaba sus exuberantes curvas. Era corto y dejaba una vista perfecta de sus larguísimas piernas. Siempre me sentí pequeña al lado de ella. Pero en ese momento, me sentí muy poca cosa. Ella colocó su cabello lacio por detrás de sus hombros, me abrazó, estirando el cuello para mirar hacia el interior de la casa. Sin disimular, ni un poco sus intenciones. —No tenía tu número para avisarte que vendría, pero me cansé de esperar que me llamases para que viniese a conocer a mi nieto —. Me dio un golpecito en el hombro —. Tuve que enterarme de que estabas aquí por rumores de mercado. Entró a la casa, lanzando un suspiro teatral. —¿Así que, ahora, si quieres conocer a tu nieto? —Escupí afilada —. ¿A tu novio, ya no le i
Ares Desde la cocina me llegó el sonido estridente de la risa de mamá. El aroma a macarons llenaba toda la casa y supe que pronto tendríamos a un batallón de hombres intentando ser alimentados por mi mujer. Lo que me hacía sentir entre orgulloso y celoso, en partes iguales. Las dos últimas semanas, cada vez que llegaba a la casona, me preguntaban si Nora, les llevaría el desayuno esa mañana. Lo que no me gustaba ni una pizca. Pero, sobrepasaron el límite, definitivamente, cuando comenzaron a golpearnos la puerta, para pedirnos comida. Aún, no habíamos abierto el restaurante y ya teníamos una clientela recurrente. Era el colmo. —Ares, estoy muy orgullosa de ti —, me dijo mi madre en cuanto me vio entrar y rodé los ojos, negando con la cabeza —. No solo eres el primero en darme un nieto, sino que también has tenido muy buen tino para escoger la madre —. Me guiñó un ojo, creyendo que era de lo más disimulada —. Ya comenzaba a pensar que iba a morir antes de conocer un nieto. —Mamá
Ares Mi madre resopló cuando se dio cuenta de que la analizaba detenidamente. —¡Ya deja de verme así, que no eres mi jefe! Entrecerré los ojos. —¿Dónde está Nora? —Ella se llevó el dedo a la barbilla —. ¿Has abierto la botella de vino, verdad? —Respiré profundamente, intentando mantener la calma —. Anda, dime, ya sabes que soy muy flexible. Mamá lanzó una carcajada. —Tú, no eres nada flexible —. Replicó divertida, recibiendo a León en sus brazos —. Ven aquí, cariño. Pero si estás muy guapo —. Arrastró un poco las palabras y fui directamente a la cocina, en busca de evidencia —. ¿Qué te parece si vamos a dar un paseíto al pueblo? ¡Lejos de ciertos aguafiestas!—¡Sí! —Exclamó León, emocionado —. ¿Podemos ir a los juegos? —Claro, si me acompañas primero a comprar algunas cosas. —Bueno —. León rodó los ojos, sacando el estuche con el glucómetro y la insulina —. Te voy a acompañar, pero no le digas a todo el mundo que vea lo lindo que soy. Me da mucha vergüenza. —Me limitaré: voy
Nora Nunca antes me había interesado encajar. Siempre me gusto estar en mi mundo aislada de todo, hasta que llegó León y mi mundo cambió. Con el correr del tiempo, creí que seriamos solo nosotros para siempre. Pero, entonces, nuestro mundo volvió a cambiar y Ares, entró en él, poniéndolo patas arriba. Aunque él venía con una gran familia. Y de pronto, comencé a desear encajar en esa familia unida que tenían. Así que, allí estaba, en modo: “ama de casa”. Corriendo de un lado al otro para que todo estuviese absolutamente perfecto. No estaba segura de si quería impresionar a los posibles compradores o Aquiles D’Amico. Había escuchado muchísimas cosas sobre él y me asustaba un poco no agradarle, porque era como un padre para Ares. Por lo tanto, su opinión, tendría gran peso sobre las decisiones de su hermano.—Nora, deja eso de una vez —. Me reprendió mi suegra —. Comenzarán a llegar los invitados y aún no te has maquillado —. Se quedó un instante observándome de arriba abajo —. Ese