Nora —¡Te advertí que no te acercases a mi propiedad! —Rugió Ares, con los puños crispados —¡¿Qué demonios viniste a buscar?! —Sus hombros estaban tensos y respiraba con dificultad. La voz del hombre que me acababa de besar, sonó demasiado fuerte en el silencio, haciéndolo estallar en miles de fragmentos. ¿Acaso sabía que Máximo estaba en Monte de Oro? ¿Por qué no me lo había advertido? Estaba paralizada, como un conejo encandilado por los faroles de un coche, mientras sentía que la cabeza me daba vueltas sin parar. —Mira, Ares. Sé que tenemos problemas —le dijo con un tono tenso y controlado —, pero no vine a hablar contigo, nuestro asunto seguirá su curso natural en la corte —. Respiró hondo —. Es a ella a quien estoy buscando —. Me miró y no pude evitar emitir un sonido ahogado. Lo odiaba, como nunca antes había odiado a nadie, pero esos sentimientos estaban enredados, todo era confusión y caos. Porque todo en él me resultaba, familiar, además de doloroso. Me ardían los ojos
Nora —Estamos muy lejos, ¿a dónde vamos? Miré sobre mi hombro y vi a Ares de pie cerca de su camioneta, observando cómo nos alejábamos, con las manos en los bolsillos de los vaqueros. Cuando le dije que hablaría con Máximo, me miró decepcionado, como si lo estuviese traicionando. También lo sentía de ese modo. Ares, era mucho más que alguien que me tendió la mano. Él, me salvó en muchos aspectos, me arrancó de mi desesperación, fue el primero en mirarme como a una persona y no como a un problema. Era la persona más noble que conocía y a pesar de su hosquedad, me resultaba mucho más fácil amarlo que odiarlo. Esa era la verdad. Aunque nunca fuese a decírselo y me esforzará por enterrar esos sentimientos en lo más profundo de mi corazón. Ya las cosas parecían lo suficiente complicadas, además, estaba Allegra. Ni siquiera la conocía, pera ya la odiaba. Porque estaba irremediablemente celosa, sabía que Ares, la había amado, puede que aún lo hiciese. Los sentimientos no desaparecen de
Ares La imagen de Nora, alejándose con Máximo, me provocaba náuseas. Simplemente, quería aullar de frustración. Pero en lugar de eso, respiré hondo y conté hasta diez, al ver a mi hermano con el vaquero sobre sus hombros, caminando hacia el porche. —¿Dónde está mi mamá? —Preguntó León, mientras Eros lo bajaba de sus hombros y lo dejaba en el suelo —. Tenemos hambe —me dijo un tanto afligido. —¿Tenemos? ¿Ambos? —Miré a Eros, que se encogió de hombros. —Yo siempre tengo hambre, hermanito, deberías saberlo. Rodé los ojos. —En un momento regresará o eso espero —. Le dije a León para tranquilizarlo —. Pero, yo puedo darte de comer —. Suspiró teatralmente, no le entusiasmaba ni un poco la idea —. No pongas esa cara, que yo soy tan buen cocinero como tu madre. —Eso no es cierto —León sonrió, inocentemente —. Solo sabes calentar lo que hace mi mamá —. Alzó las cejas y Eros comenzó a reír. Abrí la boca, sorprendido. —Si eso, es lo que crees, no te voy a cocinar nunca más, solo esper
Ares —¡¿Qué fue lo que ocurrió allí dentro?! —Eros, salió de la casa tras de mí, luego de que le diese un portazo a la entrada, escapando de la pregunta de León. —No es tu asunto —Repuse, dando vueltas, antes de sacar de mi bolsillo las llaves de la camioneta y dirigirme hacia las escaleras —. Solo encárgate de León por un momento, necesito aire. —¡No te vas a ir! —Me tomó del hombro con fuerza, girándome para obligarme a enfrentarlo —. No te vas a ir, dejándolo en un estado de confusión como este. ¡Santo cielo, solo tiene cinco años! Lo miré fijamente durante dos segundos, antes de apartar la visa, avergonzado. Tenía razón, a pesar de que no quería aceptarlo. Solo era un pequeño que me veía como la imagen paterna que nunca había tenido. Sin embargo, el miedo que me carcomía, era mucho más fuerte que cualquier otra cosa. —¡Maldita sea, Eros! —Su expresión se volvió más dura —. ¡¿Por qué no puedes dejar de joderme por una vez en la vida?!Mi hermano, inhalo con fuerza como si estu
Ares Una vez que la vi lo suficiente cerca como para saber que algo no iba bien. Sentí una punzada, seguida de una marea de emociones confusas. La intuición que me decía que se avecinaba un desastre inminente, se agudizó, a medida que se acercaba y conseguí ver su expresión tensa e irritada. Por lo que miles de posibilidades cruzaron por mi cabeza. —Creo que iré a darle el almuerzo a León —dijo Eros —, ya pasaron los veinte minutos. Asentí agradeciéndole silenciosamente.—No lo dejes salir, por favor —. Le pedí y él me dio una palmadita en el hombro para infundirme fuerzas. Podía sentir el fuego en la mirada de Nora, estaba furiosa. Me obligué a respirar hondo, para deshacer el nudo que me cerraba la garganta y me apresuré a salir a su encuentro, interceptándola a medio camino. —Quítate del medio —me dijo, intentando continuar hacia la casa, mirando fijamente el suelo. Sin embargo, la tomé del brazo, obligándola a alzar la vista. —¿Qué es lo que ocurrió? —No quiero hablar conti
AresLeón, parecía lo suficiente distraído como para no notar lo que estaba ocurriendo. Con suerte detendría a la loca de su madre, antes de que lo perturbase con sus ideas de huida. —¿Qué le pasaba a mi mami? —Preguntó León llevándose un enorme bocado de pollo.—Humm… No estoy seguro, creo que estaba cansada —le respondió mi hermano, cortándole el resto de carne. —Me gusta mucho el pollo de mi mami —pasó de asuntos estresantes para concentrarse en lo importante. Bien por él, a veces deseaba ser así de relajado. —Ya me di cuenta, espero nunca tener que llevarte a cenar, amiguito —. Pasé por la cocina y le hice un gesto a mi hermano, para darle a entender que necesitaba que lo mantuviese alejado y distraído. Él lo captó de inmediato. Así que asintió con la cabeza, antes de volverse al vaquero —. ¿Qué tal si después de almorzar, vemos una peli? ¿Te gusta la idea? —¡Sí! —Lo escuché decir a León y el corazón se me encogió en el pecho. Ese niño ya era un D’ Amico, no volverlo a ver, se
Ares Mi mano libre flotó hasta su cuello y coloqué la palma sobre la base su garganta con cuidado. Tocarla de ese modo, era físicamente doloroso, podía sentir el pulso de su corazón, acelerándose bajo mi tacto. Me acerqué más a ella porque la abrumadora necesidad de sentirla me estaba dominando por completo. —Quería saber si tus latidos también se aceleraban, cuando me tenías tan cerca —. Susurre con la voz demasiado ronca y ella se mojó los labios, antes de entreabrirlos —. O quizás, solo era una excusa para poder tocarte —. Deslicé mi mano hacia su nuca, enterrándola en su cabello para atraerla aún más. —¿Por qué simplemente no puedes dejarnos ir? —Me preguntó en un murmullo —. Mereces a alguien que no tenga tantos agujeros, alguien con quien puedas comenzar una historia sin dramas —. Contuve el aliento, mientras dibujaba con un trazo suave el contorno de su pómulo, los labios, la mandíbula. Cerró los ojos durante un instante, dejando escapar un suspiro. —Para empezar, eso no se
Nora—¡Eh, mami! ¡Mami! ¡Llegó mi mami!—Se levantó de un salto del balancín, dejando a Oki, junto a su vaquero de juguete. Abrió de un golpe la tela mosquitera y se perdió en el interior. Luego, cuando estuve un poco más cerca, lo vi salir de la casa, con los brazos extendidos —. ¡Has llegado! —Me abrazó con fuerza —. Te hemos estado preparando con una sorpesa y te va a gustar muchísimo. Ayudé a Ares a hacer todo. Soy su ayudante. —Humm. ¿Una sorpresa? —Me mordí el labio, para ser honesta, no era muy fan de las sorpresas. En mi niñez, una sorpresa, significaba que probablemente mamá, tenía un nuevo novio —.¿Qué sorpresa? —De pronto me di cuenta de que llevaba ropa nueva —. Estás muy guapo, ¿de dónde ha salido esa ropa? —¡¿Te gusta?! —Dio una vuelta alegremente —. Ares me llevó de compas y Eros nos acompañó, ¡compamos un montón de cosas! —Tiró de la camiseta con una imagen de Batman lego en el frente —. Como esta camiseta. Eros dijo que era un fastidio, que no las hicieran de su tall