Capítulo 24

Santiago dio un paso y otro y otro más, hasta estar a unos escasos centímetros de la culpable de su estado confuso. No sabía por qué se sentía así ni quería averiguarlo o, tal vez, sí lo sabía y estaba tan apabullado para reconocerlo para sí mismo.

No supo cómo ni en qué instante, pero el sentimiento de posesión nació y envolvió sus brazos alrededor de Olivia. Ella imperó un grito. Era un grito ahogado, uno de una chica herida que deseaba huir y no podía, un grito de una chica que no quería amar, pero lo hacía. Santiago lo supo enseguida, al tenerla tan cerca de su pecho, y mirando fijo esos ojos color avellana tan expresivos.

—Sé que hay algo, Olivia —espetó, absorto en la belleza del rostro pálido y carente de cualquier tipo de maquillaje—. Algo con lo cual no es posible luchar. Eso son los sentimi

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