Me estremezco.
Ya el gran día llegó.
Cierro los ojos mientras Vukmir me ata el corsé con tanta fiereza que creo que mis pulmones ya son suyos. Jadeo.
¡Auxilio!
Trago saliva a mi reflejo. En mi muslo está atada una pequeña navaja y en el otro, ocho frascos minúsculos del brebaje. Cada uno representa la mitad de uno grande, así que son raciones adecuadas para mantener mi aroma aceptable. Un poco atractiva. No creo que me requisen y según la afirmación del castaño que me asfixia, eso no será probable.
Cuadro los hombros, nostálgica. Tal vez en ese lugar halle respuestas o incluso a mamá y a mi mellizo. Son varias probabilidades, la mayoría nulas, algunas acertadas. Respiro hondo. Siempre pensaré que la humanidad se mereció este golpe por tanto daño que causó en antaño.
Vukmir entrelaza su mirada min
El paisaje es distinto; los árboles se van perdiendo, dando a su paso una carretera casi desierta, solo con maleza que, con el tiempo, ha perdido su vida. Postes y conexiones de luz por fin se aparecen. Al parecer, solo las grandes ciudades allanadas tienen electricidad establecida. Aprieto los dientes. Perdimos absolutamente todo. Me estremezco, ya la ciudad se halla en frente. Apoyo las palmas en el cristal, asombrada, aturdida hasta más no poder. La estructura de los edificios emblemáticos sigue igual, con sus colores rojizos y pasteles casi como nuevos. Me trago un jadeo de asombro; los andenes se hayan de transeúntes pálidos —traslucidos, más bien— yendo de aquí para allá con ropas que nosotros no podemos poseer, como jeans, camisetas tejidas con lana fina, zapatos formales, etc… Mi vista vuela al pelinegro, visten justo como él cuando lo encontré en esa fogata casi inexistente. Él n
¿El conjuro no habrá funcionado?Él destaca a pesar de que viste igual que los suyos, que se inclinan cada vez que da un paso. Las venas oscuras que se elevan de su cuello hasta su barbilla pulida por un rastrojo de barba lo hace ver más atractivo. No hay que mentir al respecto, su masculinidad posee una belleza estremecedora, pero esta no es más fuerte que mi odio, así que no me atrae lo suficiente.Se para en la mitad de la sala sonriente.Es perturbador.Suspiro,.va ha hecho un buen trabajo, pues él ni me distingue.Su gente lo rodea feliz y orgullos de tenerlo como rey.Algo dice en una lengua extraña, como una mezcla de inglés y ruso que está muy lejos de mi entendimiento. Sus invitados ríen satisfechos, como si su discurso tuviese algo revelador y gustoso.Contengo la respiración.Siento su mirada esta vez puesta en mí. Sin
Ser guardián implica anteponer tu vida por los demás. Desde muy joven, supe que sería mi vocación, dado que me amedrantaba con esas noticias. Estaba segura de ser parte de la Guardia y lo conseguí sin dificultad alguna. Sin embargo, nunca me imaginé infiltrándome en un lugar como este.Me dejo conducir entre la multitud de cuerpos unidos en bailes o alimentación retrograda. Dejamos la primera sala para allanar el gran comedor, lo reconozco por la forma de los candelabros, por encima en donde debería haber una mesa larga y fina. En este espacio hay sillones puestos de manera estratégica en cada esquina y centro. La mayoría se hallan ocupados, pero tenemos la gran oportunidad de ocupar uno perpendicular a las escaleras de mármol beige, que contrapone su color con las paredes curuba. Zelig me hace apoyarme en su hombro mientras pasea las yemas a lo largo de mi cuello, no me erizo, perdí es
Agitada, sigo con la caminata. La cabeza me da vueltas. Medio enfoco la mirada preocupada de Zelig, la cual me sigue hasta que me instalo frente a él. Sudo. Temo que el maquillaje se corra.—¿Qué pasa? —cuchichea en mi oído bajo el estrépito de las risas lobunas de los presentes.—No me bebí el brebaje —resuello.Maldice por lo bajo.Siento las palmas pegajosas y un deseo gigante por retroceder y esconderme, puesto que el rey, de penetrante mirada azulada, no despega su atención de mí. Presiente que algo anda mal, lo sé.Acaba de instalarse en el centro de la estancia sonriente, engreído e intocable. A su lado, una bella rubia con piel de porcelana y collar adornado de esmeraldas. Se mantiene tiesa con el mentón caído. Está trémula. Es su esclava. Pobre, vive a lo seguro un infierno con esa alimaña. Sin embargo, parece ig
Los camareros entran y salen de lo que seguro es la cocina. Me deslizo cerca de las macetas con bellas plantas a lo largo de un estrecho pasillo que conduce a aquella sala donde vi las escaleras. Mientras tanto, Zelig entretendrá a todo aquel husmeador. Espero que le salga de maravilla, pues tengo entendido que verlo sin mí será un problema gigante. A saber cómo se las apañará sin mí. Mantengo todos los sentidos alerta. Abro con lentitud la puerta que me llevará al sitio tachado. Diviso cada rincón; no hay nadie, está despejado. Creo que algún mesero no se atreverá a entrar. Toda la atención y el cúmulo de vampiros se halla en la estancia principal, así que he de aprovechar al máximo la oportunidad. Observo tras mi espalda al allanar en lugar. Inhalo y exhalo. Me tranquilizo. Le digo al corazón que se torne pasivo a la hora de latir y le susurro a mis extremidades que esta vez no me fallen. Alargo la mano hasta mi muslo, en donde está atada la navaja militar. Me escuece un p
PARTE VÓleo de memorias renovadasRegreso al salón donde se halla Zelig sin alzar la mirada de mis botas, las cuales se asoman de la falda casi abombada del vestido. Soy sigilosa al volver, no me dejo ver y contemplo discursos mitómanos por si algún chupasangre se me acerca y me ve sola.Me detengo patidifusa al atisbarlo charlando como si nada con Arsen. Ambos sostienen una copa rebosante de sangre espesa, añeja, incluso puedo asegurar que el aroma ferroso llega hasta el otro lado de sus posiciones. Conversan como si fuesen amigos de toda la vida. Me trago la indignación. Enfoco mi interés en mi mellizo y en mi madre y en las incógnitas que los abrazan. ¿Seguirán vivos? ¿Podré abrazarlos? ¿Osen’ no me odiará después de tanto tiempo? ¿Mamá se sorprenderá por mi cambio tan extrao
Lo busqué con la vista la mayoría del tiempo. Hice caso omiso a las nuevas charlas de Zelig y Arsen. No pude concentrarme, solo mantuve a la espera de atisbarlo. ¿Habrá sido mi imaginación? Parecía tan real, incluso sus facciones no parecían provenientes de alguna alucinación. Antes me había pasado; vi una yo pequeña por todo lugar que tocaba. Tal vez esta vez se repite eso.Desde luego, ese pensamiento atrajo otro: el de Baal. No he tenido contacto con dicho ser omnipotente, ni uno pequeño, siendo consciente. Tampoco he puesto mi suerte en los dones que he recibido, los cuales andan en la ignorancia también. No quiero cometer los errores de mamá. Sé que ese demonio busca algo más, y eso es corromper. Si empleo esas habilidades para un mal o para un bien, él me deteriorará como tiene planeado. He procurado no ponerle tanta relevancia, pues no se lo merece. Si
El mundo me da vueltas y las tripas se me revuelven.De pequeña tenía amigos, tanto como niños y adultos que vagaban en mi vida; entraban y salían de ella. Gabriel pudo abrazarme, reír conmigo, ¿y para qué?, ¿engatusarme?, ¿ganarse mi confianza a tan plena edad? Porque la última vez que pude verlo fue mediante la cortina corrida de mi habitación. La mirada de odio que recibí me dejó con una tristeza gigante durante días. Mi único amigo adulto que valía la pena me había dejado a un lado. Son memorias que por fin después de mucho han vuelto a mí para mostrarme un dolor inenarrable.Ese cabo ya está atado. Faltan los otros sueltos.No suelto a Zelig, no me lo permito. Estoy entumecida, sin poder hablar o reaccionar como es debido.Vaya vida de mierda. El vampiro que tuvo una “bonita amistad” conmigo,