El espejo es pequeño, pero me refleja a la perfección. Empiezo a desmaquillarme con sumo cuidado, las capas y capas de base me sorprenden, puesto que no pensé que se requeriría de tanto. ¿Dónde habrá conseguido ese maquillaje para el tono de mi piel? Paso la bolita de algodón por mis párpados, ensimismada. Aprendí con facilidad, pero tengo fallos en ponerme de manera perfecta la peluca. La extraigo, me veo extraña con esa malla cubriendo mi cabello natural. Al mismo tiempo, con cuidado, me saco las lentillas para después guardarlas en su estuche. Bufo. Muchas cosas sobre mí para hacer esta misión un éxito. Alcanzo la pequeña peineta, la paso por mi pelo mientras mantengo el interés fijado en la cartera de maquillaje. Para terminar, me hago una trenza.
Mi tranquilidad se esfuma en el momento que la puerta impacta en la pared adyacente. Crow irrumpe la habitación y sin estar preparada, se echa sobre mí para ponerme de rodillas, debajo del ventanal. Ni siquiera he podido examin
Mientras volvía, estudié los alrededores con casas vacías como con habitantes, con un aturdimiento gigante. Alguna vez la ciudad fue muy familiar por la forma en cómo estuvieron construidas las instalaciones. Fue hermosa… y ahora es desolada, triste, con personas esclavizadas para trabajarle a esos chupasangres que solían ser solo mitos.Encontré fascinante el panorama, pues había olvidado qué era examinar una ciudad, perdí la sensación singular que te da los aires de un lugar como este. Sin embargo, me gustaría contemplar las grandes comunidades con edificios que tocan las nubes, saber si siguen allí o se han modernizado, o destruido. Entender si lo que dejamos atrás seguirá intacto… Muchas indagaciones; oportunidades nulas para alimentar esos cabos.A la vez empecé a recordar el momento en donde, a solas, volví a la biblioteca del cuartel para
—¿Cómo te sientes?—Como si estuviese en una sesión con un psicólogo.Ríe.—Me hubiese gustado ser uno. —Se cruza de piernas. No se cansa de beber ese amargo té como si fuera un aperitivo de cinco estrellas—. Solo recuerda que seré tu consejero en este poco tiempo que queda.Descruzo los brazos. Vuelvo a rascarme debajo del tenso cuero.—Me siento extraña. Nunca pensé que cambiaría mi identidad con kilos de maquillaje, ojos de mentira y pelo postizo, para llegar a un gran fin: poder desentrañar los planes del enemigo a través de una esclava demasiado sumisa para mi gusto. Ah, que, por cierto, no dejará que su camarada hinque sus dientes en su cuello.—Oh. Obvio no hará eso por respeto. Pero dado el caso, si es de prioridad, puede que esa acción sea cumplida.Esas palabras que han salido de
Me estremezco.Ya el gran día llegó.Cierro los ojos mientras Vukmir me ata el corsé con tanta fiereza que creo que mis pulmones ya son suyos. Jadeo.¡Auxilio!Trago saliva a mi reflejo. En mi muslo está atada una pequeña navaja y en el otro, ocho frascos minúsculos del brebaje. Cada uno representa la mitad de uno grande, así que son raciones adecuadas para mantener mi aroma aceptable. Un poco atractiva. No creo que me requisen y según la afirmación del castaño que me asfixia, eso no será probable.Cuadro los hombros, nostálgica. Tal vez en ese lugar halle respuestas o incluso a mamá y a mi mellizo. Son varias probabilidades, la mayoría nulas, algunas acertadas. Respiro hondo. Siempre pensaré que la humanidad se mereció este golpe por tanto daño que causó en antaño.Vukmir entrelaza su mirada min
El paisaje es distinto; los árboles se van perdiendo, dando a su paso una carretera casi desierta, solo con maleza que, con el tiempo, ha perdido su vida. Postes y conexiones de luz por fin se aparecen. Al parecer, solo las grandes ciudades allanadas tienen electricidad establecida. Aprieto los dientes. Perdimos absolutamente todo. Me estremezco, ya la ciudad se halla en frente. Apoyo las palmas en el cristal, asombrada, aturdida hasta más no poder. La estructura de los edificios emblemáticos sigue igual, con sus colores rojizos y pasteles casi como nuevos. Me trago un jadeo de asombro; los andenes se hayan de transeúntes pálidos —traslucidos, más bien— yendo de aquí para allá con ropas que nosotros no podemos poseer, como jeans, camisetas tejidas con lana fina, zapatos formales, etc… Mi vista vuela al pelinegro, visten justo como él cuando lo encontré en esa fogata casi inexistente. Él n
¿El conjuro no habrá funcionado?Él destaca a pesar de que viste igual que los suyos, que se inclinan cada vez que da un paso. Las venas oscuras que se elevan de su cuello hasta su barbilla pulida por un rastrojo de barba lo hace ver más atractivo. No hay que mentir al respecto, su masculinidad posee una belleza estremecedora, pero esta no es más fuerte que mi odio, así que no me atrae lo suficiente.Se para en la mitad de la sala sonriente.Es perturbador.Suspiro,.va ha hecho un buen trabajo, pues él ni me distingue.Su gente lo rodea feliz y orgullos de tenerlo como rey.Algo dice en una lengua extraña, como una mezcla de inglés y ruso que está muy lejos de mi entendimiento. Sus invitados ríen satisfechos, como si su discurso tuviese algo revelador y gustoso.Contengo la respiración.Siento su mirada esta vez puesta en mí. Sin
Ser guardián implica anteponer tu vida por los demás. Desde muy joven, supe que sería mi vocación, dado que me amedrantaba con esas noticias. Estaba segura de ser parte de la Guardia y lo conseguí sin dificultad alguna. Sin embargo, nunca me imaginé infiltrándome en un lugar como este.Me dejo conducir entre la multitud de cuerpos unidos en bailes o alimentación retrograda. Dejamos la primera sala para allanar el gran comedor, lo reconozco por la forma de los candelabros, por encima en donde debería haber una mesa larga y fina. En este espacio hay sillones puestos de manera estratégica en cada esquina y centro. La mayoría se hallan ocupados, pero tenemos la gran oportunidad de ocupar uno perpendicular a las escaleras de mármol beige, que contrapone su color con las paredes curuba. Zelig me hace apoyarme en su hombro mientras pasea las yemas a lo largo de mi cuello, no me erizo, perdí es
Agitada, sigo con la caminata. La cabeza me da vueltas. Medio enfoco la mirada preocupada de Zelig, la cual me sigue hasta que me instalo frente a él. Sudo. Temo que el maquillaje se corra.—¿Qué pasa? —cuchichea en mi oído bajo el estrépito de las risas lobunas de los presentes.—No me bebí el brebaje —resuello.Maldice por lo bajo.Siento las palmas pegajosas y un deseo gigante por retroceder y esconderme, puesto que el rey, de penetrante mirada azulada, no despega su atención de mí. Presiente que algo anda mal, lo sé.Acaba de instalarse en el centro de la estancia sonriente, engreído e intocable. A su lado, una bella rubia con piel de porcelana y collar adornado de esmeraldas. Se mantiene tiesa con el mentón caído. Está trémula. Es su esclava. Pobre, vive a lo seguro un infierno con esa alimaña. Sin embargo, parece ig
Los camareros entran y salen de lo que seguro es la cocina. Me deslizo cerca de las macetas con bellas plantas a lo largo de un estrecho pasillo que conduce a aquella sala donde vi las escaleras. Mientras tanto, Zelig entretendrá a todo aquel husmeador. Espero que le salga de maravilla, pues tengo entendido que verlo sin mí será un problema gigante. A saber cómo se las apañará sin mí. Mantengo todos los sentidos alerta. Abro con lentitud la puerta que me llevará al sitio tachado. Diviso cada rincón; no hay nadie, está despejado. Creo que algún mesero no se atreverá a entrar. Toda la atención y el cúmulo de vampiros se halla en la estancia principal, así que he de aprovechar al máximo la oportunidad. Observo tras mi espalda al allanar en lugar. Inhalo y exhalo. Me tranquilizo. Le digo al corazón que se torne pasivo a la hora de latir y le susurro a mis extremidades que esta vez no me fallen. Alargo la mano hasta mi muslo, en donde está atada la navaja militar. Me escuece un p