El príncipe observaba a Blair con una mirada lúbrica, mientras sus ojos brillaban con oscuras intenciones ocultas. Se acercó a Dagmar Jensen y, casi en un susurro, lo felicitó por haber puesto a Blair en bandeja de plata.—Buenas noches, señor Jensen. Me acerco a usted para felicitarlo personalmente por su excelente trabajo al traer a Copenhague a la señorita Blair Connor. Su talento y dedicación han sido impresionantes —dijo el príncipe Arthur con jactancia.—¡Muchas gracias, alteza! Es un honor recibir sus amables palabras. Ha sido un placer trabajar en este proyecto y verla tan elegante y radiante en esta gala —respondió Dagmar.—Me alegro mucho de escucharlo. De hecho, tengo algo más que compartir con usted. Pronto la monarquía tendrá el placer de otorgarle un reconocimiento por su destacada labor. Estoy seguro de que esto aumentará aún más su prestigio profesional.—¡Qué maravillosa noticia, alteza! Estoy muy emocionado y agradecido por este honor. Recibir un reconocimiento de la
Días después…Blair regresó a Londres en medio de una ola de éxito y reconocimiento. La prensa la aclamaba como una diseñadora emergente de gran talento, y junto a su amiga Beatrice, celebraban los logros alcanzados. Sin embargo, no todo era felicidad en la vida de Blair. Su relación con Oliver parecía estar en un punto crítico, amenazando con desmoronarse en cualquier momento.Blair con lágrimas en los ojos expresó:—No sé qué hacer, Beatrice. Los titulares sobre el matrimonio de Oliver y Elizabeth están por todas partes. Siento que cada día nos alejamos más y más.—Oh, cariño, no pierdas la esperanza tan rápido. Lo que tú y Oliver tienen es especial, no pueden dejarlo ir, así como así.—Pero con mis días en Copenhague y sus obligaciones empresariales, parece que el destino nos está separando. Quizás... quizás no tenemos futuro juntos.Beatrice mirando a Blair con ternura, la consolaba:—No digas eso, Blair. Un amor como el de ustedes no se encuentra todos los días. Tienes que luchar
El agente George no salía de su asombro. El testigo clave que había conseguido para desenmascarar a la mafia que traficaba con mujeres, un hombre cuya valentía y determinación habían sido su única esperanza, apareció muerto en su celda, sumido en un oscuro abismo de desesperanza. La noticia le golpeó como un puñetazo en el estómago; todo su trabajo, las horas de investigación y los riesgos asumidos parecían desvanecerse en un instante. Sabía que la red criminal era más poderosa y peligrosa de lo que había imaginado y que ahora se sentía más solo que nunca en su lucha contra un monstruo con mil cabezas. Sin el testigo, la verdad se alejaba cada vez más y, con ella, la posibilidad de conseguir justicia.La oficina está desordenada. George y Sarah están sentados frente a una mesa con documentos desperdigados a su alrededor.—No puedo creer que el testigo Logan Walker haya terminado así, Sarah. Era nuestra única oportunidad de desmantelar esa red de trata de personas. Ahora estamos perdid
Priscila se plantó firme frente a su prima Elizabeth, con una determinación que antes no se le había visto. Con voz grave y mirada penetrante, le advirtió que ya no era la misma mujer a la que podía humillar sin más.—Escúchame bien, Elizabeth. Ya no soy la misma a la que podías humillar cuando te apetecía. Ahora me defenderé de tus ataques.—¿Defenderte? Por favor, Priscila. Tú te has enamorado de un simple cocinero, un muerto de hambre que no tiene ni dónde caerse muerto. ¿Crees que eso es digno de alguien como tú? —asienta Elizabeth con una sonrisa jactanciosa.—¿Cómo te atreves a hablar así de él? Es un hombre honrado y trabajador, y lo amo con todo mi corazón. No voy a permitir que sigas insultándolo.—¿Amor? Por favor, Priscila. Tú sabes que no mereces estar con alguien como él. Eres sobrina de una noble, ¿no? Deberías estar con alguien de nuestra clase social —señala Elizabeth con envidia.—No me importa lo que digas, Elizabeth. Abel es el hombre con el que quiero estar, y nada
Después del desliz que tuvo con Jacob, Elizabeth sentía una mezcla de euforia y culpa que la invadía por dentro. Sabía que el silencio de Oliver sobre su compromiso era un peligro latente, una bomba de tiempo que podía estallar en cualquier momento. Su corazón latía con fuerza al recordar cómo había cruzado esa delgada línea de la pasión, entregándose sin reservas al joven sirviente, y cada día que pasaba sin que Oliver mencionara su compromiso la sumía en un estado de ansiedad, temiendo que el secreto que guardaba se convirtiera en su perdición.—¡Padre! —exclamó Elizabeth al entrar en la habitación, su voz resonando con la arrogancia que la caracterizaba.—¿Cuánto más vamos a esperar para apresurar esa boda? Se están tardando demasiado.Su padre, sentado frente al espejo mientras ajustaba su corbata, la miró sorprendido y resignado a la vez.—Elizabeth, querida, ya hemos hablado de esto. Las cosas llevan su tiempo.—¡Pero no deberían! —interrumpió, cruzando los brazos. —Es inaceptab
Al día siguiente, Blair y Oliver se encontraron en la cabaña de él, un refugio escondido en las afueras de Londres que guardaba ecos de su primer encuentro, aquel día en que él la rescató y la llevó a ese rincón mágico. El ambiente estaba impregnado de una gran intimidad y, cuando se desnudaron, el silencio se tornó en un susurro que rodeaba sus cuerpos. La pasión entre ellos se encendió como una llama ardiente, aguda e infinita, mientras se entregaban a un baile de caricias y susurros. Con cada roce de sus pieles encendía una chispa y, en ese momento, ambos comprendieron que su amor era un fuego indomable que desafiaba las tormentas y el paso del tiempo. Sus besos eran como suspiros compartidos y se dieron cuenta de que no podían vivir el uno sin el otro, de que su conexión era un lazo irrompible, una llama que, por más agua que le echaran, jamás podría apagarse. Ese encuentro era una muestra de que su deseo era eterno, un torrente de emociones que los unía de una forma que desbordab
La tenue luz de la noche envolvió el imponente Museo Nacional, donde el príncipe Arthur esperaba impaciente. La limusina había cumplido su misión de llevar a Blair hasta el centro de la elegante velada. Entre la distinguida multitud de amantes del arte que elogiaban las obras expuestas, Arthur se movía con discreción. Sin embargo, su corazón latía con fuerza ante la inminente reunión con ella. La joven, con su belleza y escepticismo intactos, se había reconciliado con Oliver, lo que complicaba aún más sus sentimientos.Un rincón apartado del museo, decorado con elegancia y romanticismo. Arthur, nervioso pero decidido, la esperaba. Ella llegó, acompañada por un asistente, y su expresión era fría y distante.—Blair, mi querida, es un placer tenerte aquí. Este lugar es solo para nosotros —le dice el príncipe con una enorme sonrisa.—Su alteza, agradezco la invitación —contesta ella fríamente.—Estás divina, eres realmente hermosa y sexy. Toda una diosa, cariño, vamos luego a un lugar más
El príncipe, con la farsa de la realeza pegada a su piel, cruzó las puertas de la casa de subastas. El mármol reluciente y los candelabros de cristal ocultaban una oscuridad que solo él conocía. Con voz fría, se dirigió al encargado, un hombre cuya sonrisa parecía tan falsa como la suya.—Quiero llevar a una chica, preferiblemente de cabello rojo —espetó.El hombre asintió mecánicamente, confirmando que sus deseos, por perversos que fueran, siempre se cumplirían. La rabia lo consumía por dentro. Blair, su último juguete, se había roto antes de tiempo. Sus planes, tan cuidadosamente diseñados, se habían hecho añicos. Ahora solo quedaba esta farsa, esta subasta de carne y hueso, para saciar su sed de control.Una habitación opaca y fría dentro de la casa de subastas. El príncipe, la chica de cabello rojo y el encargado me miraban.—Así que tú eres la nueva adquisición. A partir de ahora te llamarás Blair. ¿No es un nombre hermoso? —dijo el príncipe sonriendo siniestramente.—No... no qu