Estaciono la camioneta en un spot libre y amplio frente a un hotel con el nombre SAINT AMOUR en la fachada, el edificio es un mero lujo y me recuerda a algo, me parece un edifico conocido se parece a un edificio que yo diseñe pero... mmmm. No, no puede ser.
En fin, sinceramente no conocía este lugar e imagino que se debe a mis constantes cambios de domicilio, he estado un largo tiempo en Corea así que imagino y fue construido en ese tiempo. Pero insisto que me parece conocido.
Cuando me acerco al lugar uno de los vigilantes me sorprende diciendo que el edificio aún se encuentra en construcción y que será inaugurado aproximadamente en un mes, la sorpresa es más cuando veo un camión con el nombre LÜNEBURG estacionado.
—En realidad me gustaría hablar con el señor... —reviso mi móvil y hago un mohín. – Dametrio Saint Amour. – creo que no pronuncie bien el nombre.
—El señor no se encuentra en este momento pero si quiere dejar un recado yo con gusto se lo entrego. —me dice con tono amable.
—En realidad me gustaría hablar personalmente con el señor Dametrio. —resoplo, no quiero que Horus me siga molestando con esto.
—Demetrio, su nombre es Demetrio Saint Amour ¿Quién eres y por qué lo buscas? – dicen a mi lado y el vigilante saluda con rapidez.
—Señorita Fox, buenas tardes. – saluda y yo quedo en plano tres.
La mujer ignora el saludo del vigilante y se dirige hacia mí. Es una mujer pelirroja muy alta, es mucho más alta que yo y es sorprendente porque yo me considero una persona con estatura reveladora. La mujer medirá un metro ochenta, es demasiado alta. No puedo juzgar pero si es alta, muy alta.
—Buenas tardes, mi nombre es... —la mujer me interrumpe.
—Demetrio no puede atender a nadie en este momento y menos a la beneficencia. —se burla de mí, o eso creo. Es muy alta.
—No, yo tengo una cita con el señor Saint Amour esta noche pero lamentablemente tengo que viajar en un par de horas así que me gustaría adelantar nuestra reunión. Mi nombre es Nefertiti Lüneburg. —explico pero la mujer solo rueda los ojos.
—Demetrio no tiene tiempo para citas con alguien de tu calaña, por favor retírate. —dice y yo respiro profundo. Me doy la vuelta y me dirijo hacia el vigilante.
—Por favor dígale al señor Saint Amour que estuve aquí, que lamento los inconvenientes pero que la propuesta esta complemente fuera de mi agenda. No solamente yo como su arquitecta sino mi empresa. – le aclaro y él toma nota.
—Espera... ¿de qué hablas? —me pregunta la mujer y yo solo me dirijo a ella.
—Me tengo que ir ahora, tengo un vuelo de quince horas. Muchas gracias. —le digo al vigilante y rápidamente me retiro.
—¡No! ¡Espera! ¡¿Cómo es que te llamas?! —grita la mujer que se apresura a seguirme.
¡Mi Dios! ¡Está siguiéndome!
Me cruzo la calle directamente a la camioneta, me subo hecha una turba y arranco en cuanto veo a la mujer correr hasta mí. Vale, eso lo considero acoso así que mejor me largo. No quiero que después me estén secuestrando o incluso robando.
Me retiro de la escena pero mi suerte no está a favor, en cuanto cruzo en una calle me doy cuanto que voy en sentido contrario y termino golpeando un coche de frente. Maldición.
El sonido de ambos coches frenando es fuerte, el la camioneta tiene protección delantera así que el coche se detiene en el. Demonios.
"¿Desea que llame a Emergencias?"
Me pregunta una voz y resulta ser la camioneta hablándome, una luz roja que me avisa lo idiota que fui yendo en sentido contrario.
—No, muchas gracias, y gracias por advertirme que iba en camino contrario. Muchas gracias auto futurista. —gruño y solo por esta vez agradezco no profesar la religión de mis abuelos porque me puedo dar el lujo de maldecir.
¡Maldita sea!
Joder. Horus me matara, me obligara a ir a esa cena, me obligara a quedarme y yo no lo puedo permitir. Arreglare esto.
Me bajo de la camioneta y vuelvo a ver hacia el coche que desgraciadamente si está un poquito afectado. Es un auto lujoso, me he metido con un riquillo y solo espero que no me quiera estafar. El coche es un BMW lujoso que seguramente tendrá un dueño que me matara.
La puerta se abre y sale... Uau. Un impresionante hombre alto y con un aspecto de querer matar a todos... o a mí especialmente. Sin volver a verme dirige la mirada hacia la parte delantera de su coche y me mata, en cuanto me vea me matara puedo asegurarlo.
—Buenas tardes señor, em, mil disculpas yo cruce mal y no sabía que era sentido contrario y no sabía que usted venia, y no sabía que chocaría. Perdón es que... —me quedo callada en cuanto me vuelve a ver.
Dios bendito.
Un dios.
Es un hombre tremendamente atractivo, su mirada es intensa. Muy intensa, sobre todo porque me está viendo como si quiera matarme. Es guapisimo.
—¿No sabias? ¿Acaso no ha visto la señalización? ¿Esta ciega? —gruñe furioso pero en inglés, su acento y demás me permite pensar que no es alemán.
Y es muy atractivo.
—No señor es que yo, no conozco estos lados de Berlín. —le respondo en inglés y mi acento es también muy pronunciado.
Me quedo callada y doy unos pasos más. El hombre me mira con el ceño fruncido y yo respiro profundo, vale esto es mi culpa así que no puedo ponerme a la defensiva. Tengo que pensar exactamente en lo que tengo que decir, y hacer porque si no arreglo esto algo malo sucederá, puedo saberlo.
—Discúlpeme, voy a pagar los daños y la ofensa, por favor, discúlpenme. —le digo con voz serena y tranquila.
El hombre me mira fijamente. Demasiado intenso, demasiado molesto me analiza a cuerpo momento y seguido asiente, sin decir nada se da la vuelta y se dirige a su coche; espero pacientemente porque tenemos que llegar a un arreglo ¿o no? Es un hombre muy intenso, su mirada es exquisita pero su humor dice todo lo contrario.
¡Nefertiti chocaste su coche obviamente está furioso!
—Yo... emmm, no soy de aquí... o bueno, si soy de aquí pero no vivo aquí solo tengo unos meses aquí... me refiero aquí en Berlín, yo vivía en Múnich y por eso no conocía aquí, porque solo conocía allí, no conozco las calles de aquí porque no vivía aquí y... —sale del coche y me mira con una mirada si matara, yo ya estaría muerto.
—Escribe tu número telefónico, tu nombre y el lugar donde puedo encontrarte. —comienza a decir mientras camina hasta mí. —Mis abogados te contactaran para que respondas por los gastos, ¿hay alguna persona mayor en tu familia? —me pregunta y mi boca se abre con toda la sorpresa.
Su mirada es de "no estoy jugando" pero la mía es de "no me mires que me matas".
—Eh, no, yo... soy mayor de edad, tengo veinticuatro años y puedo responder a usted en este mismo momento mire lleguemos a un trato. —ahora yo me dirijo hacia mi camioneta y saco mi móvil. —Dígame su número de cuenta y en este momento voy a depositar el dinero en su cuenta. —el hombre me mira sin expresión alguna, se acerca más a mí y la altura es sorprendente.
¡Es muy alto!
Parece un hombre increíblemente alto pero lo sorprende son los músculos que se le marcan con esa camisa, lleva ropa formal pero no lleva su chaqueta aunque si lleva una corbata. Sus ojos son muy bonitos así con un color profundo, es fascinante pero muy intimidante.
—No. Escribe tu número y tu dirección. —me tutea de la nada y yo niego. Dios. Que tipo, me mira de una forma que no cederá.
—Señor no puedo reunirme con usted por favor acepte el dinero, ¿dos mil euros le parece una cifra correcta? —insisto pero él no dice nada, me mira fijamente, me está diciendo que haga lo que me está pidiendo y sinceramente, sí, me intimida un poquito porque es como si me estuviera apuntando con un arma.
—Por favor solo acepte el dinero. —le pido y el aprieta la mandíbula.
—No lo repetiré, escribe tu número telefónico y tu dirección. —me advierte con voz profunda y yo respiro profundo.
Vale. Lo haré.
Sujeto el móvil y comienzo a escribir mi número que resulta ser muy largo, escribo la dirección de mi casa y después se lo entrego. Él lo revisa.
—¿Ese es tu número? —asiento.
—Es un número internacional, esa es mi dirección pero en un par de horas viajare a Corea así que por favor dígale a sus abogados que es preferible esperen a llamarme en dos días. —le digo con una mirada frágil.
—No lo creo señorita. —dice con voz gélida. —Adiós. —se da la vuelta y comienza a caminar a su coche.
Me quedo de pie observándolo y él me hace una seña, una que no entiendo hasta que enciende el motor y yo me aparto. Me recuerdo que mi camioneta está allí y solo me alegro de que no haya nadie más, oh, y también que no puedo retroceder.
Observo la camioneta y después el coche.
—Estupendo Nefertiti, eres la motorista del año. —me riño a mí misma caminando hacia la camioneta.
Me pongo nuevamente el cinturón, si esto no es un castigo divino por todo lo sagrado del mundo... no sé qué sea. Pongo la reversa y despacito voy moviéndome hacia atrás, sin embargo cuando trato de dar la vuelta no puedo. Vale, la conducción no es para todos, por lo menos parquearse en lugares amplios es fácil. No me gustan los coches, puedo manejar pero irónicamente solo camionetas porque los autos pequeños no se me dan para nada y mucho menos los deportivos.
—¡Dios ayúdame! —pido al cielo.
Me detengo y me quedo allí, observando hacia adelante y no es mucho lo que tengo que esperar para que el hombre frente a mi baje de su deportivo y se dirija hacia mí. Vale. Sujeto el volante con fuerza, me muerdo el labio y me preparo mentalmente para otra riña. Se acerca a la puerta de la camioneta y sin pedir permiso ni nada la abre.
—Bájate. —dice en tono de mandato.
—¿Yo? No, ¿para qué? Aquí estoy bien estacionada. —le bromeo sin volver a verlo. Un vistazo de reojo y nada, no le ha dado gracia.
—Bájate. —repite. Le vuelvo a ver para encontrarme con una mirada azul penetrante y cabreada. —No lo repetiré. —gruñe.
—Vale, ya, voy, ya voy. —me desabrocho el cinturón y me bajo de la camioneta obediente. —Algo está mal con la camioneta. —le digo.
—Sí, tiene una motorista inútil. —gruñe sin mediar palabra.
Vale. Este tipo no es para nada una buena persona.
—Señor usted tiene un muy mal carácter. —le respondo con un tono de voz dulzoso.
—Y usted, señorita, es muy mala conduciendo así que le invito a tomar un par de clases. —dice lo último para dar un portazo y conducir en reversa como todo un supuesto experto.
La verdad es que si lo hace muy bien, da un acelerón hacia atrás que me hace sobre saltar porque en el mismo hace girar la camioneta que casi roza un auto estacionado. La camioneta ni siquiera es mía.
En cuanto gira la camioneta para el sentido que es, el hombre baja de la camioneta hecho furia y se encamina hacia mí. No, en realidad me pasa de largo y yo solo le extiendo la mano.
—Oh, muchas gracias. Un placer señor, espero que podamos llegar a un arreglo y lamento mucho lo de su coche. Dios lo bendiga buen señor. —le digo con voz cantarina.
El inmediatamente se detiene y me vuelve a ver. La sonrisa en mi rostro desaparece y sin que nadie me lo pida, salgo corriendo hasta la camioneta y me subo. Me quedo allí y decido esperarme a que el señor se retire, no obstante en cuanto pasa por mi lado se detiene, le vuelvo a ver y en cuanto me muestra una sonrisa fanfarrona dice:
—Nos veremos pronto, señorita Lüneburg. —pronuncia con un acento sensual para después poner en marcha el coche y se va a toda velocidad.
Qué demonios...
Él dijo... ¿Lüneburg? un momento ¿el me conoce? ¿Quién es él? Dios... ¿lo conozco? ¿Es un acosador? ¿Violador? ¿Un enfermo psicópata que me quiere secuestrar? Dios no... no puede ser, yo no lo conozco y puedo estar segura.
Vale. Nefertiti, lo mejor es que subas a ese avión y regreses a Corea con tu hijo. Solo espero que ese hombre no me llame, no me busque y mucho menos que me vaya a acosar, es guapísimo, sí, pero es un tipo de mal carácter que no estoy dispuesta a tolerar.
Solo sé que espero no volver a verlo.
—¡Como es que has chocado la camioneta otra vez! —grita justo en el momento que me ve entrar a la casa.Vale. Esto ha sido muy rápido.—Nefertiti todo el mundo sabe que eres la peor condiciendo y te atreves a llevarte la camioneta nueva. —me riñe y yo me siento sobre el sillón. Prefiero escucharlo y esperar que se calme. —¡Chocaste la camioneta! ¡Mi camioneta! ¡Todos sabemos que las mujeres son las peores conduciendo! ¡No puedo creer que tengas licencia! —sigue diciendo y yo hago una mueca.¿Me está diciendo que no se conducir? ¿Qué cómo mujer no tengo derecho a tener licencia?—A v
Abro la puerta de la casa y sinceramente, los ojos se me llenan de lágrimas. Horus no tiene idea de lo mucho que amo a Júpiter y aunque se lo repito ni siquiera tiene la bondad de conocerlo, de aceptarlo y respetarlo. Júpiter es un bebé, un pequeñito indefenso que llego a mis manos en el momento adecuado.Bajo las gradas para salir hasta el jardín que cubre la fachada de la casa, me siento en uno de los escalones y me abrazo las piernas. No quiero llorar pero es inevitable, soy la madre de Júpiter, es verdad que no estuvo en mi vientre pero yo lo quiero como mi propia sangre, es un pequeño tierno. Hermoso.Me quedo viendo a la nada por largos segundos, finalmente solo me cubro el rostro y gruño con exasperación. Si pudiera hacerlo mataría a Horus por ser un idiota insen
Salgo casi corriendo del avión para incorporarme a la sala, camino con ansias y no me importa para nada las reñinas que Pierce me viene dando y mucho menos las del vigilante que me pide calma cuando paso a su lado.¡¿Cómo podría estar calmada?!Hemos aterrizado en Seúl, Corea del sur y lo único que quiero es tener a mi hijo en mis brazos y darle muchos besos. Lo he hecho de menos y eso que solo he estado lejos de él unas cuarenta y ocho horas.—¡Nefertiti espérame! —escucho a Pierce.Creo que él no ha dominado bien el idioma todavía, en vez de pedir permiso a veces pide otras cosas... No entiendo.¿Qué es lo que dijo?¿Qué soy suya? ¿Qué me necesita a su lado?¡Yo ni siquiera lo conozco!Si no hubiese chocado su coche ayer, sino hubiese llegado a mi casa ayer yo quizás jamás lo hubiese conocido. Le he chocado el coche pero nada más, no quiero que este hombre se haga ideas.Sin siquiera pensarlo, llamo de inmediato a Horus.El móvil no deja ni dos timbrazos cuando Horus me contesta.—¿¡DondCapítulo 8
Me paseo de un lado a otro con Júpiter en mis brazos, mi hijo se abraza a mí como si entendiera que estoy necesitando de tranquilidad.Mi hijo.¡Acaso Horus no puede entender que Júpiter para mí es muy importante!Es mi hijo, ¡Por el amor de Dios! Júpiter es mi precioso y adorado hijo, y no solo porque ese idiota se le van las copas y apuesta hasta lo que no es de su propiedad, voy a permitir que me separen de él.No voy a regresar a Alemania y mucho menos voy a reunirme con el tal Demetrio Saint Amour, ahora puedo entender a que se refería con sus "eres mía" "te necesito" "quiero verte". No. Ese hombre quizás está obsesionado conmigo, y además ya me conocía en
Sí, es el señor Saint Amour.El imponente hombre de traje negro y con una pinta de Hulk camina hacia el hombre y sin siquiera pensarlo le da una patada en el estómago que lo hace retorcer y girar por el suelo.Júpiter se queda callado de repente en cuanto mira la escena, solo por unos segundos para volver a llorar y esconder su rostro en mi cuello. Acaricio su espalda. No puedo decir mucho.—Respete. —gruñe.¡Definitivamente es Demetrio Saint Amour!Jupiter da un buenos gritos haciéndome reaccionar.—>&
He agarrado mi móvil, una chumpa extra para Júpiter, un hoodie para mí y el señor Saint Amour solo nos ha guiado hasta la calle como si nada. Si, el señor Saint Amour actúa como si tuviera total control de cualquier situación, de cualquier evento y como si (de la nada) fuera un gran conocido mío. No es así, yo no conozco a este hombre y no quiero conocerlo. Su existencia me resulta intimidante, su pelicular forma de dominar la situación con una sola mirada me tiene desconcertada y mucho más, me preocupa lo bien que sabe dominar a mi hijo. Júpiter está tranquilo, no se queja ni nada de la mano fuerte que lo está sosteniendo. Júpiter me ha traicionado. —Señorita Lüneburg, ¿podría guiarme hasta el restaurante que usted desee? —pregunta el conductor que minutos antes se ha presentado como Daniel Visser, motorista y guardaespaldas del señor Saint Amour. —Sí, un momento por f
El señor Saint Amour me mira fijamente, se hace un silencio haciendo que lo único que se escuche son los balbuceos de mi hijo. Es intimidante, o por lo menos eso me lo parece a mí. Su mirada azul es penetrante y su postura dominante me resulta demasiado. ¡Como siempre no dice nada! —¡Baaa! ¡Baaa! —Júpiter tira del abrigo de Saint Amour. —¡Abu! Chi... to... —sigue balbuceando. El señor Saint Amour le sonríe levemente, no tanto como hace un rato pero le hace caricias que mi hijo adora. Creo que no le habla porque no sabe cómo hacerlo. Le estira los brazos pero no se lo permitiré, mucha confianza. —Señor Saint Amour... —le llamó. Levanta la mirada y me mira nuevamente con esos intrigantes ojos azules. —Señor Saint Amour ¿Por qué ha venido? —ya, está tal vez es la vencida. —Porque