AMANDA GÁLVEZEn el último año mi vida se convirtió en un infierno, tanto que llegué a creer que tal vez la felicidad jamás la había conocido realmente. ¿Tanto podía cambiar el rumbo de una familia y la naturaleza de la misma por una enfermedad tan devastadora como el cáncer?Cuando sentí que mi padre ya no era el mismo y que algo iba mal con él decidí llevarlo al médico para descubrir que la muerte lo acechaba en silencio. Un avanzado cáncer en sus pulmones hIzo que comprendiera que lo perdería. Su vida estaba pendiendo de un hilo que a cada momento y con cada aliento que daba se hacía más delgado.-¡Tiene que haber algo que puedan hacer!- Grité llorando desconsolada. La enfermera y el médico me miraban con lástima. Me estaba desmoronando en el consultorio. No estaba lista para perder a mi padre-Lo siento Mandy, pero no hay nada que podamos hacer. Las medicinas harán que el tiempo que le quede a tu padre sea menos doloroso para él, pero así lo intentemos no hay nada más que podamos
AMANDA GÁLVEZSin mi padre la vida se tornaba sombría. Sin él nuestra casa se sentía vacía y triste, cuánta falta me hacía.Debíamos seguir adelante y mi deseo seguía enorgullecerlo. Me había dado una vida maravillosa llena de hermosos recuerdos que guardaría por siempre en mi corazón. No quise salir de casa por días, presa de la tristeza que sentía y consideraba que debía estar con mi madre. Necesitaba el apoyo de ella, no tenía a nadie más.Mi madre no demostraba dolor alguno por haber perdido a su esposo. Al principio creí que era su modo de ser fuerte por el duelo, pero después entendí que a ella no le importaba mi padre en lo absoluto. Comprendía por qué no había ido al hospital y la ausencia de sus lágrimas, todo cobraba sentido.-Nunca amé a tu padre- Me confesó una de las veces que le reclamé por su falta de empatía y sentí que mi mundo se desvanecía. ¿Cómo ella no podría amarlo? Él era un hombre sensacional que se desvivía por hacerla felizLos recuerdos de los viajes de nego
AMANDA GÁLVEZAsí me fuera con la frente en alto con mi orgullo intacto, la realidad me había golpeado con fuerza. Yo era fuerte y valiente, pero no tenía un techo sobre mi cabeza ni una cama caliente dónde pasar la noche. Era poco lo que había sacado de casa y las joyas que en mi maleta había eran regalos de mi padre. El valor sentimental era cien veces mayor al de mercado. Además, no usaba nada demasiado ostentoso, a diferencia de mi madre que siempre quería tener un gran diamante o piedra preciosa en cada accesorio que llevara en su cuello o manos.Siempre fui una joven que llegó a casa antes de oscurecer y si lo hacía más tarde era porque alguien me llevaba. Jamás había estado mucho tiempo fuera de casa ni había sentido que estuviera en peligro así como ahora. Mi cumpleaños dieciocho estaba demasiado cerca y eso aún me ponía más presión. Ante la ley no era una adulta y sabía que si mi madre me buscaba con la policía tendría que volver a casa porque era menor. No quería volver allí
AMANDA GÁLVEZ Dormir fue difícil y no precisamente porque extrañara mi tan confortable cama, sino porque estaba abrumada por las preocupaciones. Necesitaba trabajo, un lugar donde vivir, ir a la universidad aunque debiera descartar el lugar donde me habían admitido porque ya no tenía dinero para poder abonar. No me importaba renunciar a esa universidad por más que fuera privada porque a la que fuera tendría que estudiar de todas formas. El único problema es que tenía el tiempo en contra y las inscripciones estaban por cerrar. Sospechaba que este año no podría asistir y eso me dolía en el alma.Mercedes se despidió de mí temprano para ir a trabajar al restaurante donde era mesera. Ella no solo me había dejado quedarme, sino que confiaba en mí para dejarme sola con sus pertenencias.Con la mayoría de edad por cumplir me sería difícil encontrar trabajo. En la mayoría de los sitios piden no solo estudios completos, sino que también debían tener al menos dieciocho años. Yo tenía que comer
AMANDA GÁLVEZComencé a trabajar y era muy arduo. Estaba muchas horas encerrada en el calor terrible de la cocina y a diferencia de los meseros yo no recibía ninguna propina. Ahorrar dinero de ese modo se volvía un desafío y la dueña no era muy amable. Los días que había mucha gente las exigencias eran mayores y hasta horas extra debía hacer sin ningún tipo de pago.Comprendí trabajando que no todos los jefes eran como mi padre. Había quienes se aprovechaban de la necesidad de los demás para pagar aún por debajo del precio mínimo.Aún con todas las dificultades que tenía me estaba adaptando a mi nueva realidad. Me costaba, pero cada día me resignaba un poco más. Aun así algo había aprendido, a no desviar la mirada y afrontar todo con la frente en alto. Pasé de tenerlo todo a no tener nada, pero aún mis metas eran claras. Algún día yo estaría al frente de la empresa de mi padre, o al menos recuperaría lo que por derecho me correspondía.Al cabo de dos meses tuve una oferta laboral en o
AMANDA GÁLVEZAntes creía que la universidad era igual a como muestran en las películas, dónde al llegar alguien nuevo todos voltean a mirarlo y a preguntar quién es. También creía que aparecería la amiga que ayudaba con las direcciones o el chico malo buscando seducir a la nueva. Nada de eso sucedió, esas situaciones solo ocurren en las películas de romance adolescente y nada más. Llegué a la universidad, debí buscar mis clases y nadie era capaz de ayudarme a encontrarlas. Todos estaban inmersos en sus propios asuntos como para prestarle atención a cualquier otra persona, mucho menos una nueva sin nada especial. No me quejo por ser invisible, me agrada. Me visto demasiado casual para no llamar la atención y porque mi día se reduce a clases y trabajo, es todo. Vivo agotada, me levanto demasiado temprano cada día para poder estudiar y después todo se reduce a tener varias clases, almorzar algo sencillo que preparé el día anterior porque cada centavo cuesta y no puedo permitirme comer
NARRADORAEl tiempo había transcurrido y Amanda seguía esforzándose al máximo por estudiar, cumplir la promesa que le hizo a su padre, alcanzar sus objetivos y sobrevivir. Mercedes aunque intentaba que ella se distrajera alegando que envejeceria de manera precoz a causa del estrés, se negaba a salir. Ya habían pasado fechas súper importantes en las que Amanda sintió la falta de su padre. Lo extrañaba tanto y aunque ya no lloraba, a menudo aún su recuerdo prevalecía ocasionando un gran vacío en su interior. Mercedes había comenzado a asistir a algunas fiestas con sus compañeros de trabajo. Siempre se veía hermosa antes de salir y bromeaba con que tal vez esa sería la noche en que conociera a un sugar daddy que las sacara de la pobreza para siempre. Una madrugada ella no llegó a dormir, pero envió un mensaje avisando que pasaría la noche fuera de casa y que volvería bastante más tarde. Eso alertó a Amanda y la preocupó porque no era usual. Después del mediodía llegó Mercedes con una
Mercedes seguía cuidándose lo mejor que podía debido a su situación. Ella siempre había pensado que enfermar no es el derecho de las personas pobres porque si no trabajan no pueden llevar a su mesa el pan de cada día. Odiaba eso, en verdad lo hacía. Maldijo haber perdido a su familia y estar desamparada en el momento en que más falta le hacía. Solamente contaba con su joven amiga, pero ¿Qué podría hacer ella? Sabía cuánto se esforzaba por enorgullecer la memoria de su padre y sobrevivir en el intento. Valoraba inmensamente los pequeños detalles que Amanda le daba cada día que podía hacerlo. Uno de los compañeros de trabajo de Mercedes tenía contactos en cierta manera importantes. Ella sabía que él estaba trabajando a modo de penitencia por haber despilfarrado parte de una fortuna que no solo a él le pertenecía. Ella se estaba preparando para lo peor y solo quería que si algo saliera mal, Amanda no estuviera tan desamparada criando a su pequeño hijo. Hizo lo más sensato que le dictó su