AMANDA GÁLVEZ
Así me fuera con la frente en alto con mi orgullo intacto, la realidad me había golpeado con fuerza. Yo era fuerte y valiente, pero no tenía un techo sobre mi cabeza ni una cama caliente dónde pasar la noche. Era poco lo que había sacado de casa y las joyas que en mi maleta había eran regalos de mi padre. El valor sentimental era cien veces mayor al de mercado. Además, no usaba nada demasiado ostentoso, a diferencia de mi madre que siempre quería tener un gran diamante o piedra preciosa en cada accesorio que llevara en su cuello o manos.Siempre fui una joven que llegó a casa antes de oscurecer y si lo hacía más tarde era porque alguien me llevaba. Jamás había estado mucho tiempo fuera de casa ni había sentido que estuviera en peligro así como ahora. Mi cumpleaños dieciocho estaba demasiado cerca y eso aún me ponía más presión. Ante la ley no era una adulta y sabía que si mi madre me buscaba con la policía tendría que volver a casa porque era menor. No quería volver allí sabiendo sus planes. Mi casa se había convertido de mi lugar seguro a mi infierno personal dónde no me sentía a salvo.Caminé sin rumbo pensando en que hacer, había tantas chicas que desaparecían horas, e incluso semanas de sus casas, pero tenían donde ir, ¿Qué tenía yo?Deambulé por horas. Por momentos descansaba y luego continuaba. La gente me veía pasar con mi maleta y me miraban con sorpresa, otros con desconfianza. No estaba cerca de una parada de ómnibus, mucho menos del aeropuerto, ¿Qué hacía una adolescente en mis condiciones llevando una maleta sin rumbo fijo? Yo también habría desconfiado al ver a alguien así.Fui a una cafetería y compré un café junto a una dona. Todos estaban cenando, pero yo no podía pagar un menú completo si aún no sabía que podría comer mañana. Comencé a caminar otra vez, a cada paso que daba mis lágrimas caían. No me importaba que alguien me viera llorar, hoy al menos no podía seguir soportando un segundo más esta angustia que me oprimía el pecho y amenazaba con asfixiarme.Me senté en la vereda de una calle cuando estuve lo suficientemente cansada. Solo pensaba que si papá aún viviera nada de esto pasaría, pero tenía que aceptar que él ya no estaba para protegerme. Tampoco sabía si él había dejado algún testamento dónde me hiciera beneficiaria de algo, ni creía que en caso de poseer algo mi madre me dejara tomarlo.Una voz preocupada me habló de repente y levanté mi rostro para saber de quién se trataba. Frente a mí estaba Mercedes, alguien que fue a mi mismo instituto, pero que tenía dos años más que yo según creía.-¿Qué haces aquí y así?- Ella me reconoció y me miró con preocupación. Seguro imaginaba que alguien me había dañado o atacado, pero mis heridas eran emocionales y apostaba que dolían más que cualquier golpe o lesión-No tengo donde ir- Admití con dolor y vergüenza-Pasa, no te quedes aquí. Había bajado para comprar cigarrillos allí y fue por eso que te vi- Ella señaló un pequeño kiosco que estaba justo frente a este edificioMe puse de pie cuando ella tomó mi brazo y tiró de él. La seguí adentro y subimos al ascensor para ir al segundo piso que era donde ella vivía. Entramos allí y me pidió que me siente.Admiré el apartamento. Tenía una sala bastante pequeña, una que me di cuenta de que también era su comedor. Un sofá de un solo cuerpo estaba en un rincón, un televisor un tanto antiguo frente a él. No había cuadros en la pared, más que un póster de una banda de rock muy conocida.Mercedes vino con una taza de té caliente y unas galletas. No habíamos sido amigas jamás, apenas éramos conocidas, pero el gesto que estaba teniendo conmigo siendo casi una extraña me confirmaba que era una excelente persona.-Lamento lo de tu padre, me enteré- Ella rompió el silencio y solo Asentí con un nudo en la garganta. Tantas personas me habían dicho cuánto lamentaban mi pérdida y luego las había visto en casa disfrutando una fiesta organizada por una viuda sin duelo que escucharlo sinceramente me volvía más sensible-También yo- Fue lo único que pude decir hasta que reuní valor para explicarle lo que había pasado y por qué estaba vagando a estas horas sin un lugar donde ir- Mi madre me corrió de mi casa. Ella quería que aceptara estar con alguien para salvarnos de problemas económicos porque se niega a trabajar. Yo no quise eso y por eso me dejó en la calle-Vieja malparida- Dijo por impulso y luego cubrió su boca- Sé que es tu madre, pero eso no se le hace a una hija-Lo se bien. Mi padre jamás hubiese permitido esto, pero el ya no está aquí- Llevé la taza de té a mis labios y la ví ponerse de pie con mi maleta en su mano- ¿Qué haces?-No tienes donde ir, puedes quedarte aquí al menos por unos días hasta que encuentres dónde vivir- Llevó mi maleta y la seguíEntramos a una habitación que tenía una cama matrimonial y una pequeña que parecía que nadie usaba y se había convertido en armario porque tenía una gran pila de ropa encima.-Vivo sola, tendré que ordenar. Puedes dormir esta noche conmigo hasta que guarde todo eso- la abracé en agradecimiento. Me aterraba dormir en la calle y que alguien pudiera asaltarme para quitarme lo poco que tenía o que me sucediera algo peor-Dormiría en la calle si no fuera por ti, muchas gracias por permitirme quedarme- Le dije con total sinceridad, nadie ayudaba a alguien por qué si, menos si no tenían relación alguna. Yo era poco menos que una extraña para ella y no tenía ningún tipo de obligación conmigo-Si algo te pasara por estar en la calle me sentiría culpable por no haberte ayudado- Se encogió de hombros- Vamos a dormir, mañana tengo que ir a trabajar y si llego tarde la desgraciada que tengo por jefa se pone insoportableAsí fue que llegué a casa de Mercedes, quien ocuparía un gran papel en mi vida. Ella me estaba ayudando más de lo que podría comprender. Me estaba dando la seguridad de que mi madre al menos por ésta noche y por unos días no me encontraría.AMANDA GÁLVEZ Dormir fue difícil y no precisamente porque extrañara mi tan confortable cama, sino porque estaba abrumada por las preocupaciones. Necesitaba trabajo, un lugar donde vivir, ir a la universidad aunque debiera descartar el lugar donde me habían admitido porque ya no tenía dinero para poder abonar. No me importaba renunciar a esa universidad por más que fuera privada porque a la que fuera tendría que estudiar de todas formas. El único problema es que tenía el tiempo en contra y las inscripciones estaban por cerrar. Sospechaba que este año no podría asistir y eso me dolía en el alma.Mercedes se despidió de mí temprano para ir a trabajar al restaurante donde era mesera. Ella no solo me había dejado quedarme, sino que confiaba en mí para dejarme sola con sus pertenencias.Con la mayoría de edad por cumplir me sería difícil encontrar trabajo. En la mayoría de los sitios piden no solo estudios completos, sino que también debían tener al menos dieciocho años. Yo tenía que comer
AMANDA GÁLVEZComencé a trabajar y era muy arduo. Estaba muchas horas encerrada en el calor terrible de la cocina y a diferencia de los meseros yo no recibía ninguna propina. Ahorrar dinero de ese modo se volvía un desafío y la dueña no era muy amable. Los días que había mucha gente las exigencias eran mayores y hasta horas extra debía hacer sin ningún tipo de pago.Comprendí trabajando que no todos los jefes eran como mi padre. Había quienes se aprovechaban de la necesidad de los demás para pagar aún por debajo del precio mínimo.Aún con todas las dificultades que tenía me estaba adaptando a mi nueva realidad. Me costaba, pero cada día me resignaba un poco más. Aun así algo había aprendido, a no desviar la mirada y afrontar todo con la frente en alto. Pasé de tenerlo todo a no tener nada, pero aún mis metas eran claras. Algún día yo estaría al frente de la empresa de mi padre, o al menos recuperaría lo que por derecho me correspondía.Al cabo de dos meses tuve una oferta laboral en o
AMANDA GÁLVEZAntes creía que la universidad era igual a como muestran en las películas, dónde al llegar alguien nuevo todos voltean a mirarlo y a preguntar quién es. También creía que aparecería la amiga que ayudaba con las direcciones o el chico malo buscando seducir a la nueva. Nada de eso sucedió, esas situaciones solo ocurren en las películas de romance adolescente y nada más. Llegué a la universidad, debí buscar mis clases y nadie era capaz de ayudarme a encontrarlas. Todos estaban inmersos en sus propios asuntos como para prestarle atención a cualquier otra persona, mucho menos una nueva sin nada especial. No me quejo por ser invisible, me agrada. Me visto demasiado casual para no llamar la atención y porque mi día se reduce a clases y trabajo, es todo. Vivo agotada, me levanto demasiado temprano cada día para poder estudiar y después todo se reduce a tener varias clases, almorzar algo sencillo que preparé el día anterior porque cada centavo cuesta y no puedo permitirme comer
NARRADORAEl tiempo había transcurrido y Amanda seguía esforzándose al máximo por estudiar, cumplir la promesa que le hizo a su padre, alcanzar sus objetivos y sobrevivir. Mercedes aunque intentaba que ella se distrajera alegando que envejeceria de manera precoz a causa del estrés, se negaba a salir. Ya habían pasado fechas súper importantes en las que Amanda sintió la falta de su padre. Lo extrañaba tanto y aunque ya no lloraba, a menudo aún su recuerdo prevalecía ocasionando un gran vacío en su interior. Mercedes había comenzado a asistir a algunas fiestas con sus compañeros de trabajo. Siempre se veía hermosa antes de salir y bromeaba con que tal vez esa sería la noche en que conociera a un sugar daddy que las sacara de la pobreza para siempre. Una madrugada ella no llegó a dormir, pero envió un mensaje avisando que pasaría la noche fuera de casa y que volvería bastante más tarde. Eso alertó a Amanda y la preocupó porque no era usual. Después del mediodía llegó Mercedes con una
Mercedes seguía cuidándose lo mejor que podía debido a su situación. Ella siempre había pensado que enfermar no es el derecho de las personas pobres porque si no trabajan no pueden llevar a su mesa el pan de cada día. Odiaba eso, en verdad lo hacía. Maldijo haber perdido a su familia y estar desamparada en el momento en que más falta le hacía. Solamente contaba con su joven amiga, pero ¿Qué podría hacer ella? Sabía cuánto se esforzaba por enorgullecer la memoria de su padre y sobrevivir en el intento. Valoraba inmensamente los pequeños detalles que Amanda le daba cada día que podía hacerlo. Uno de los compañeros de trabajo de Mercedes tenía contactos en cierta manera importantes. Ella sabía que él estaba trabajando a modo de penitencia por haber despilfarrado parte de una fortuna que no solo a él le pertenecía. Ella se estaba preparando para lo peor y solo quería que si algo saliera mal, Amanda no estuviera tan desamparada criando a su pequeño hijo. Hizo lo más sensato que le dictó su
Amanda esperaba fuera de la habitación junto a la enfermera que sostenía a León. Rezaba porque Mercedes soportara y luego ese momento fuera un mal recuerdo. No era justo que ella estuviese en esa situación crítica, una mujer tan fuerte y luchadora como ella.Recordó el sueño donde su padre le mostraba una sepultura y un escalofrío la recorrió por completo. No quería pensar que esa podía ser su amiga, de ninguna manera. ¿Qué haría ella con un bebé recién nacido que necesitaba a su mamá? No había podido tomar pecho ni una sola vez ese pequeño y ella apenas si había aprendido a sostenerlo. El equipo médico salió después de la habitación y ella estaba temerosa de escuchar lo que tenían que decir. -Hicimos todo lo posible, pero su corazón se debilitó demasiado y su pronóstico no es favorable señorita- Amanda sintió que se le aflojaban las piernas y cayó al suelo de rodillas llorando desconsolada -¿Por qué? Si ella siempre fue sana, no entiendo- Pidió una explicación, no lo entendía-Lla
Tras haber ocurrido una semana del deceso de su mejor amiga, a quien consideraba su única familia, Amanda debió seguir adelante con su vida y afrontar su nueva responsabilidad. Ella no había tenido ni un novio, pero de un día para otro se había convertido en madre. Si no iba a trabajar sería despedida. Sus cuestiones sentimentales no le importaban a su jefa, quien demasiada consideración había tenido por lo que había ocurrido, pero más no podía esperar por un empleado. Dejó a León en casa de Laura luego de darle instrucciones sobre su cuidado, pero la joven ya era madre así que sabía cómo cuidar de un bebé. Llegó a tiempo para reincorporarse a su trabajo. No tenía ánimos pero debía fingir una sonrisa aunque su corazón estuviese hecho añicos. Se sentía inmensamente preocupada por León y solo pensar que esa rutina se repetiría día tras día la hacía sentir abrumada. El día laboral transcurrió con algunos clientes difíciles que tenían ánimos de discutir. Ella no se sentía lista para a
León seguía creciendo y cada vez se parecía más a su madre, solo que su cabellera no era dorada, sino de un hermoso color castaño que seguramente había heredado por su inútil padre. Amanda recordaba a ese hombre que le había robado el corazón a su amiga y se llenaba de rabia. Si tan solo él se hubiese quedado con Mercedes, con su dinero probablemente habría podido ayudarla y tal vez el tráfico final se podría haber evitado. -No sabes cuánta falta me hace tu mamá. Dicen que ninguna mujer está preparada para ser madre, pero yo apenas tuve unas horas- Hablaba con León quien le mostraba una linda sonrisa y la veía con sus hermosos ojos idénticos a los de Mercedes -Mira, esta es tu mamá, era muy hermosa y tú también lo eres- Le mostraba una fotografía de su mamá para que él desde muy pequeñito supiera quien fue su madre León comenzó a quedarse dormido y ella con cuidado lo dejó sobre su cuna para arroparlo con mucho cariño. Amanda, pese al dolor de su corazón, lo amaba y hubiese dado la