León seguía creciendo y cada vez se parecía más a su madre, solo que su cabellera no era dorada, sino de un hermoso color castaño que seguramente había heredado por su inútil padre. Amanda recordaba a ese hombre que le había robado el corazón a su amiga y se llenaba de rabia. Si tan solo él se hubiese quedado con Mercedes, con su dinero probablemente habría podido ayudarla y tal vez el tráfico final se podría haber evitado. -No sabes cuánta falta me hace tu mamá. Dicen que ninguna mujer está preparada para ser madre, pero yo apenas tuve unas horas- Hablaba con León quien le mostraba una linda sonrisa y la veía con sus hermosos ojos idénticos a los de Mercedes -Mira, esta es tu mamá, era muy hermosa y tú también lo eres- Le mostraba una fotografía de su mamá para que él desde muy pequeñito supiera quien fue su madre León comenzó a quedarse dormido y ella con cuidado lo dejó sobre su cuna para arroparlo con mucho cariño. Amanda, pese al dolor de su corazón, lo amaba y hubiese dado la
Amanda dejó durmiendo al pequeño León y se sirvió una taza de café bien cargado. Necesitaba mantenerse despierta porque tenía un examen en pocos días. Sus momentos de estudio solo podían ocurrir cuando reinaba el silencio y eso se traducía, a los lapsos de tiempo cuando León dormía. Luego de haber repasado lo que ya sabía de memoria, guardó sus elementos de estudio y tomó lo que más la preocupaba, los servicios que estaban próximos a su fecha de vencimiento. Amanda había reunido el dinero para pagar la electricidad, pero León necesitó leche. Su pediatra le había recomendado otra fórmula luego de cumplir sus seis meses y ella primero buscaría lo mejor para que el creciera sano y fuerte. Cuando pagó aquello sintió que tendría problemas si no encontraba trabajo pronto. Miró como los servicios se acumulaban impagos y buscó lo que le quedaba para vender. Había intentado obtener dinero por un par de aretes, pero nunca faltaba quien se aprovechaba de la necesidad de los demás y ofrecía un
Amanda durmió con una sonrisa en el rostro esa noche. Tener un empleo era sensacional y que fuera uno tan bueno, aún mejor. Había observado la cifra que marcaba el contrato y sin dudarlo eso la ayudaría a pagar las cuentas atrasadas, comprarle ropa a León y además a guardar un poco por si hubiese alguna emergencia. Al día siguiente ella despertó feliz, sus energías estaban renovadas. Laura ofreció pasar a buscar a León para que su joven madre sustituta fuera directo a la empresa sin tener que desviarse. Amanda se había colocado el uniforme y se veía como una ejecutiva. Usaba una falda que llegaba a sus rodillas, una camisa blanca y complementaba con el entallado blazer que era del mismo color que la falda. Los zapatos no eran excesivamente altos y le permitían caminar con comodidad. La joven mantuvo sus pensamientos claros y fue al trabajo sin haberse maquillado ni un poco. En su cabello hizo una coleta alta y apretada. Laura no quiso decir nada, sabía que ella creía que la belleza
Amanda había aprendido rápidamente sus funciones y en los momentos que tenía libres porque el trabajo era bastante tranquilo, ella comenzaba a organizar su escritorio, servir café para los empleados de su oficina y hasta limpiar algunas cosas. Era demasiado enérgica. Lautaro seguía siendo los ojos y oídos de su jefe en cuanto al nuevo personal contratado. Había observado como todos desempeñaban sus funciones y además presenció cómo la empleada más joven laboraba con ímpetu cumpliendo hasta con tareas que no le correspondían.Él sabía que aquella muchacha tenía una historia difícil. Todos podrían darse cuenta con solo observarla por varios minutos. Ella no sonreía demasiado y cuando lo hacía, solo era por cortesía. Permanecía bastante alejada de los empleados más simpáticos y eso le causaba cierta inquietud. -Señorita Gálvez, ¿Puede darme cinco minutos de su tiempo?- Lautaro preguntó con cortesía a la joven quien se levantó temerosa y abandonó su puesto de trabajo -Si señor, ¿Puedo a
Walter estaba cerca de cumplir años. La tarea de conseguir esposa tendría que haber resultado más sencilla, pero realmente fue más complicado que contratar personal que no deseara seducirlo. Las semanas habían pasado demasiado rápido y apenas le quedaba poco más de un mes para desposar a alguien. Él sin ser gay hubiese preferido casarse con su secretario antes que con Rebeca. Rebeca celebraba su próxima victoria. Sentía que pronto tendría un costoso anillo de diamantes en su dedo y que se convertiría en la señora Hills. Así Walter la rechazara, se encargaría de seducirlo cuando fuera su esposa. Mientras Walter seguía intentando encontrar una loca dispuesta al matrimonio sin beneficios económicos luego del divorcio y Rebeca comenzaba a mirar revistas con vestidos de novia lujosos... Amanda estaba convertida en un mar de lágrimas. La asistente social fue realmente despectiva, sin mencionar a ese hombre que la citaba a entrevistas periódicamente.-Aunque usted haya prometido y luego fir
Walter miraba a aquella jovencita que creían su prometida. Apenas si la había visto una sola vez y para la entrevista laboral. Ella no se había insinuado sexualmente ni Lautaro le había dado razones para desconfiar de ella y su desempeño. ¿Por qué creían que sería su prometida? La veia temblar como un conejillo asustado y a cada minuto entendía menos lo que estaba sucediendo. -¿Sabes algo que yo no sé? No te irás de aquí sin explicarme cómo es que eres mi prometida si apenas te vi una sola vez en la vida- Walter estaba más molesto y confundido con cada minuto que pasaba -Es mi culpa, lo siento. Yo... estaba desesperada y les dije su nombre. No era mi intención meterlo en problemas, ni tampoco creía que algo así pasaría en apenas unas pocas horas- Agachó su rostro apenada sintiendo aún más temor por el enojo de su jefe -Te pedí una explicación. ¡Deja de confundirme y comienza a decirme que demonios pasó! ¿Entiendes en el problema que nos has metido?- Acabó elevando su tono de voz hac
Walter observaba a quien sería su esposa, una chiquilla poco más de diez años menor. Se sentía demasiado mayor a su lado, pero no había modo de retroceder, mucho menos de retractarse. Era aceptar desposar a la joven mujer o aceptar casarse con Rebeca, quien tenía varios años más que Amanda. -Señor hemos llegado- El chófer lo sacó de sus pensamientos y él descendió del vehículo junto a su futura esposa temblorosa y al abogado-Compórtate y deja que me encargue de esto- Pidió con su voz autoritaria y seriedad característica Amanda automáticamente le respondería con cortesía como si fuera su jefe, pero mejor optó por hacer un gesto afirmativo y hasta decir en silencio muy bajito "si". Su actitud frustraba demasiado al empresario quien esperaba que ella demostrara seguridad. Los tres ingresaron al lugar que tanto atormentaba a Amanda. Todos allí sabian quien era Walter, pero verlo con esa joven era llamativo aunque los rumores se habían propagado muy rápido y se hablaba de dicha unión.
Amanda veía como su pequeño admiraba el nuevo cuarto donde estaban. Ellos se habían vestido para dormir con un sencillo pijama. El de Amanda no era atractivo, lo tenía hacia mucho tiempo y la tela se veía descolorida, hasta con unos pequeños agujeritos en lugares como las axilas. El pijama de León era nuevo y abrigado. Su tela era suave y tenía varios colores que sabía que el pequeño adoraba. Ella había puesto las necesidades del niño sobre las suyas y su ropa mostraba eso con claridad. Aquella noche sintió aún más alivio. No sabía cómo su jefe prepararía un cuarto tan rápidamente, pero creía que las asistentes sociales irían a verificar que no hubiesen mentido. Viendo a León dormir pacíficamente, ella estaba en medio de un torbellino de preocupación. León despertó demasiado temprano y ella apenas si había dormido unas poquitas horas. No había prestado suficiente atención a la ubicación de cada sitio en la que se había convertido en su nueva vivienda por estar mirando que su bebé no