Amanda durmió con una sonrisa en el rostro esa noche. Tener un empleo era sensacional y que fuera uno tan bueno, aún mejor. Había observado la cifra que marcaba el contrato y sin dudarlo eso la ayudaría a pagar las cuentas atrasadas, comprarle ropa a León y además a guardar un poco por si hubiese alguna emergencia. Al día siguiente ella despertó feliz, sus energías estaban renovadas. Laura ofreció pasar a buscar a León para que su joven madre sustituta fuera directo a la empresa sin tener que desviarse. Amanda se había colocado el uniforme y se veía como una ejecutiva. Usaba una falda que llegaba a sus rodillas, una camisa blanca y complementaba con el entallado blazer que era del mismo color que la falda. Los zapatos no eran excesivamente altos y le permitían caminar con comodidad. La joven mantuvo sus pensamientos claros y fue al trabajo sin haberse maquillado ni un poco. En su cabello hizo una coleta alta y apretada. Laura no quiso decir nada, sabía que ella creía que la belleza
Amanda había aprendido rápidamente sus funciones y en los momentos que tenía libres porque el trabajo era bastante tranquilo, ella comenzaba a organizar su escritorio, servir café para los empleados de su oficina y hasta limpiar algunas cosas. Era demasiado enérgica. Lautaro seguía siendo los ojos y oídos de su jefe en cuanto al nuevo personal contratado. Había observado como todos desempeñaban sus funciones y además presenció cómo la empleada más joven laboraba con ímpetu cumpliendo hasta con tareas que no le correspondían.Él sabía que aquella muchacha tenía una historia difícil. Todos podrían darse cuenta con solo observarla por varios minutos. Ella no sonreía demasiado y cuando lo hacía, solo era por cortesía. Permanecía bastante alejada de los empleados más simpáticos y eso le causaba cierta inquietud. -Señorita Gálvez, ¿Puede darme cinco minutos de su tiempo?- Lautaro preguntó con cortesía a la joven quien se levantó temerosa y abandonó su puesto de trabajo -Si señor, ¿Puedo a
Walter estaba cerca de cumplir años. La tarea de conseguir esposa tendría que haber resultado más sencilla, pero realmente fue más complicado que contratar personal que no deseara seducirlo. Las semanas habían pasado demasiado rápido y apenas le quedaba poco más de un mes para desposar a alguien. Él sin ser gay hubiese preferido casarse con su secretario antes que con Rebeca. Rebeca celebraba su próxima victoria. Sentía que pronto tendría un costoso anillo de diamantes en su dedo y que se convertiría en la señora Hills. Así Walter la rechazara, se encargaría de seducirlo cuando fuera su esposa. Mientras Walter seguía intentando encontrar una loca dispuesta al matrimonio sin beneficios económicos luego del divorcio y Rebeca comenzaba a mirar revistas con vestidos de novia lujosos... Amanda estaba convertida en un mar de lágrimas. La asistente social fue realmente despectiva, sin mencionar a ese hombre que la citaba a entrevistas periódicamente.-Aunque usted haya prometido y luego fir
Walter miraba a aquella jovencita que creían su prometida. Apenas si la había visto una sola vez y para la entrevista laboral. Ella no se había insinuado sexualmente ni Lautaro le había dado razones para desconfiar de ella y su desempeño. ¿Por qué creían que sería su prometida? La veia temblar como un conejillo asustado y a cada minuto entendía menos lo que estaba sucediendo. -¿Sabes algo que yo no sé? No te irás de aquí sin explicarme cómo es que eres mi prometida si apenas te vi una sola vez en la vida- Walter estaba más molesto y confundido con cada minuto que pasaba -Es mi culpa, lo siento. Yo... estaba desesperada y les dije su nombre. No era mi intención meterlo en problemas, ni tampoco creía que algo así pasaría en apenas unas pocas horas- Agachó su rostro apenada sintiendo aún más temor por el enojo de su jefe -Te pedí una explicación. ¡Deja de confundirme y comienza a decirme que demonios pasó! ¿Entiendes en el problema que nos has metido?- Acabó elevando su tono de voz hac
Walter observaba a quien sería su esposa, una chiquilla poco más de diez años menor. Se sentía demasiado mayor a su lado, pero no había modo de retroceder, mucho menos de retractarse. Era aceptar desposar a la joven mujer o aceptar casarse con Rebeca, quien tenía varios años más que Amanda. -Señor hemos llegado- El chófer lo sacó de sus pensamientos y él descendió del vehículo junto a su futura esposa temblorosa y al abogado-Compórtate y deja que me encargue de esto- Pidió con su voz autoritaria y seriedad característica Amanda automáticamente le respondería con cortesía como si fuera su jefe, pero mejor optó por hacer un gesto afirmativo y hasta decir en silencio muy bajito "si". Su actitud frustraba demasiado al empresario quien esperaba que ella demostrara seguridad. Los tres ingresaron al lugar que tanto atormentaba a Amanda. Todos allí sabian quien era Walter, pero verlo con esa joven era llamativo aunque los rumores se habían propagado muy rápido y se hablaba de dicha unión.
Amanda veía como su pequeño admiraba el nuevo cuarto donde estaban. Ellos se habían vestido para dormir con un sencillo pijama. El de Amanda no era atractivo, lo tenía hacia mucho tiempo y la tela se veía descolorida, hasta con unos pequeños agujeritos en lugares como las axilas. El pijama de León era nuevo y abrigado. Su tela era suave y tenía varios colores que sabía que el pequeño adoraba. Ella había puesto las necesidades del niño sobre las suyas y su ropa mostraba eso con claridad. Aquella noche sintió aún más alivio. No sabía cómo su jefe prepararía un cuarto tan rápidamente, pero creía que las asistentes sociales irían a verificar que no hubiesen mentido. Viendo a León dormir pacíficamente, ella estaba en medio de un torbellino de preocupación. León despertó demasiado temprano y ella apenas si había dormido unas poquitas horas. No había prestado suficiente atención a la ubicación de cada sitio en la que se había convertido en su nueva vivienda por estar mirando que su bebé no
Amanda intentaba que su corazón desacelerara su ritmo. No había ni transcurrido una semana desde que aquella mentira la condujo a ser la solución y el problema de su jefe. Sentía que Walter era demasiado directo al hablar y también al decirle abiertamente lo que pensaba. Sabía bien que él se sentía frustrado, pero era muy difícil enfrentarse a todos aquellos desafíos jamás vividos. No sabía cómo dejaría que su jefe la tocara, ni que esperar de aquella primera noche de bodas. No sentía suficiente confianza para hablar con alguien que le dijera al menos que debía esperar. Mercedes jamás le había dicho algo tampoco porque nunca le había preguntado por esos temas tan privados. -¿Qué es lo que espera de mi? Apenas si lo ví en una entrevista laboral y después esto sucedió- Respondió con su voz cargada de tensión -Amanda deja de tratarme como a tu jefe. No espero que te arranques la ropa y te metas en mi cama dispuesta a todo, pero al menos poder tener una conversación sin que sientas ve
Un día después de esa conversación incómoda, Walter aún repasaba en su mente los acercamientos con Amanda y sus reacciones. Le encontraba justificación a sus temblores, así como al miedo irracional al invadir su espacio personal. Mantenía su postura firme creyendo que todo se debía a esa experiencia pasada. Amanda había sentido vergüenza y asco al recordar ese momento, y aún más al saber que su madre quería entregarla a ese pervertido a cambio de salvar su economía. Fue repugnante saber que quien la había dado a luz podía ser tan desalmada; ella sin haber llevado en su vientre a León hubiese dado su vida por su bienestar. Un día más transcurrió en la rutina de levantarse en horarios similares, Walter sostener a León mientras Amanda preparaba su biberón y él debía cambiar su corbata inmediatamente después. Aún parecía que los colores escogidos en aquellas prendas delicadas eran del agrado del pequeño. Amanda había comenzado a sonreír y a tratar a Walter perdiendo el formalismo en al