Larissa cerró los ojos, su cuerpo se deslizó de la cama al piso, su llanto brotó y su corazón se agitó. Tenía la sospecha, pero esto era distinto; ahora tenía la seguridad de que una vida se gestaba en su interior. «¡Todo fue un maldito error!»El recuerdo de las palabras pronunciadas por Michael la golpearon directamente al corazón. Larissa se hizo un ovillo y se abrazó a sí misma, mientras la angustia, el dolor y la incertidumbre se abría paso por su cuerpo. ¿Qué iba a hacer? ¿Cómo iba a enfrentar a Michael? ¿Cómo encontraría el valor para trabajar a su lado y no decirle nada sobre el bebé? Y Renato… ¿Qué pensaría su hermano de ella? Un sinfín de preguntas atormentaron a Larissa en cuestión de segundos y no tenía ninguna respuesta. No sabía qué hacer, no tenía idea de qué era lo mejor.Una mano se posó sobre su vientre, apretó los ojos y pensó si tenerlo era o no lo mejor. ¿Qué clase de madre sería ella? ¿Qué clase de vida iba a ofrecerle? La culpa la azotó tan pronto como
Larissa estuvo a punto de decirle que… no era él, sino ella la mujer que estaba embarazada y que iba a ser padre, pero decidió no hacerlo, sobre todo, porque el momento no era el mejor y porque las dudas seguían rondando su cabeza.Con paso ligero salió del cuarto de baño, bajó al área de enfermería para solicitar algo que pudiera servirle a Michael, aunque deseaba, que nada de lo que tomara hiciera desaparecer esos síntomas. Quizá estaba siendo infantil o mezquina al desearle toda clase de males, pero Michael no había sido precisamente un santo con ella.—¿Estás bien?Larissa se detuvo al chocar con el cuerpo del doctor que la había atendido el día anterior.—Eh, sí, lo estoy, pero me temo que el señor Lowell no lo está. Necesita algo para las náuseas —dijo con premura.—¿Está vomitando?—Hasta los intestinos —respondió.El doctor entró a la clínica de la cual salía cuando Larissa llegó, buscó en la vitrina y luego le tendió una pequeña caja.—Que se lo tome cada ocho horas y se hidr
Kate sonrió cuando uno de los fotógrafos se acercó a ellos y disparó el flash de su cámara. Estaba nerviosa, sabía que en cualquier momento sus tíos se darían cuenta de su presencia y entonces todo empezaría. La joven trató de serenarse, tener a Ricardo a su lado, dándole su apoyo, era lo que le daba fuerzas para no salir corriendo de ese lugar; lo que Kate no esperó fue encontrarse con Ellen en la fiesta…La mujer venía directamente, hacia ellos, Kate se tensó sin poder evitarlo y su mirada cambió de su prima al rostro de Ricardo, el cual no dejaba ver emoción alguna, su mano se presionó sobre su cintura y la pegó a su cuerpo.Un nudo se formó en su garganta, no pudo evitar pensar que la presencia de Ellen tenía dobles intenciones. ¿Era por eso que la primera invitación había sido para Ricardo?—¿Qué demonios haces acá? —preguntó Ellen, tenía el rostro desfigurado por el enojo.Kate la miró de pies a cabeza, enarcó una ceja, pero no respondió.—¡Te he hecho una maldita pregunta, Kate
La celebración continuó, Ellen se alejó de Ricardo cuando Kate volvió a la mesa. Los había visto hablar, pero confiaba en su esposo como para hacerle una escena de celos delante de todos; sin embargo, sintió que algo había en el ambiente, Ricardo buscaba a Ellen con la mirada y de alguna manera eso le hizo sentir enojada.—Quita esa cara, cariño —le murmuró al oído.—¿Por qué la miras tanto? —preguntó sin poder contenerse. Ricardo se acercó un poco más, acarició el lóbulo del oído de Kate con la punta de la lengua, murmurándole algo que solo ella entendió.Entretanto, Ellen esperó paciente, como un cazador que espera poder ponerle las garras encima a su presa. Era cuestión de tiempo para que Ricardo se sintiera indispuesto y entonces sería su momento. Todo estaba fríamente calculado, le había llevado días trazar un plan perfecto. No podía fallar, no debía fallar, de esto dependía su vida entera y la salvación de su familia.—Pareces muy satisfecha de ti misma —le murmuró Grace, aparec
«¡¡¡Noo!!!»Ellen se cubrió con las sábanas hasta el mentón, mientras las cámaras seguían disparando sus flashes sin piedad.—¡Largo de aquí! —gritó, arrinconándose a la esquina de la cama y la pared, mientras el hombre a su lado trataba de esconder el rostro.El fotógrafo solo siguió las mismas instrucciones que Ellen le había indicado deliberadamente.—¡Que se larguen! —gritó—. ¡Voy a demandarlos! —amenazó.Ellen no podía creer lo que había hecho, ni siquiera podía explicarse cómo había terminado en la cama con el hombre equivocado. ¡Ese tipo no era Ricardo! Ni en cien años lo sería. ¡Estaba arruinada! Su rostro estaría en todos los portales de internet y en los medios impresos. ¡Sería la comidilla de la sociedad!—¡Váyanse! ¡Largo! —gritó desesperada, el hombre que ella contrató cedió finalmente, tomó un par de fotos más a la habitación y al desastre que había en el piso y en la cama antes de salir, feliz de haber hecho un buen trabajo, sin imaginar que era todo lo contrario, pero
Michael salió del cuarto de baño, se sentía terrible, lo peor era que no quería ir al médico. Sí, tenía miedo, debía admitirlo con todas sus letras. Le preocupaba estar a un paso de la tumba, pues ya eran varios días de aquella manera y no era solo por las mañanas, sino que las náuseas lo asaltaban a cualquier hora del día, incluso en la noche, apenas y podía dormir.Se sirvió un vaso con agua y esperó a que el estómago se le asentara, agua era todo lo que podía beber sin correr al baño, pero sin excederse. Miró la hora en su reloj de pulsera y frunció el ceño. ¿Larissa habría ido a la farmacia por sus pastillas o las estaba fabricando? Se estaba demorando demasiado.Michael esperó un momento más, para su suerte, las náuseas le dieron tregua, se concentró en su trabajo, pero no fue por mucho tiempo, recargó las manos sobre la madera de su escritorio y se puso de pie. Salió de la oficina para buscar a Larissa y quizá gritarle un par de cosas por su tardanza; sin embargo, su escritorio
Renato creyó haber escuchado mal, tenía que ser así.—¿Qué? —preguntó cuando pudo encontrar su voz.—Estoy embarazada —musitó ella, en medio de un sollozo.Renato se puso de pie, se alejó de ella, caminó de un lado a otro, se mesó el cabello y volvió junto a ella.—Larissa.—Sé que estás molesto conmigo, Renato, y también sé que tienes razón. Hay cosas que no debí hacer y, aun así, las hice. Sé que estimas mucho a Ricardo y que fue la principal razón de tu molestia, pero eres mi hermano y yo no puedo seguir sola con esto. Tenía que decírtelo —lloró—, siento que voy a asfixiarme en cualquier momento, no sé qué hacer —añadió en medio de un sollozo.Renato guardó silencio, pero no se alejó, por el contrario, la tomó de los hombros y la abrazó.Larissa sintió que el dique que contenía la presa de emociones, miedos y sentimientos se rompió en ese momento, su cuerpo se sacudió con violencia por culpa de los sollozos, pero se aferró al cuerpo de su hermano como si su vida dependiera de eso.
Renato miró a Larissa, su hermana estaba a nada de quedarse dormida en el sillón, le había pedido ver una película y se había antojado de palomitas de maíz, pizza, gaseosa y helado. Una combinación nada sana, pero él no pudo negarse a complacerla. Le dolía su dolor, pero las cosas ya estaban hechas y no había mucho que pudiera hacer, más que apoyarla.Renato estaba preocupado por la decisión que su hermana tomara respecto al bebé, porque fuera la que fuera, podía llevarla a arrepentirse y no habría vuelta atrás. Solo esperaba que decidiera lo que decidiera, fuera lo mejor para ella, pues ya se lo había dicho, era su cuerpo y su vida.—¿Renato? —susurró Larissa, estaba medio dormida.—La película ha terminado hace un buen rato, deberíamos ir a nuestras habitaciones —dijo, levantando el desastre que habían dejado en el sillón.—¿Puedo quedarme contigo? No quiero dormir sola —musitó.—No eres una niña pequeña, Larissa y, aunque soy tu hermano, no me siento cómodo durmiendo a tu lado… —hi