Renato miró a Larissa, su hermana estaba a nada de quedarse dormida en el sillón, le había pedido ver una película y se había antojado de palomitas de maíz, pizza, gaseosa y helado. Una combinación nada sana, pero él no pudo negarse a complacerla. Le dolía su dolor, pero las cosas ya estaban hechas y no había mucho que pudiera hacer, más que apoyarla.Renato estaba preocupado por la decisión que su hermana tomara respecto al bebé, porque fuera la que fuera, podía llevarla a arrepentirse y no habría vuelta atrás. Solo esperaba que decidiera lo que decidiera, fuera lo mejor para ella, pues ya se lo había dicho, era su cuerpo y su vida.—¿Renato? —susurró Larissa, estaba medio dormida.—La película ha terminado hace un buen rato, deberíamos ir a nuestras habitaciones —dijo, levantando el desastre que habían dejado en el sillón.—¿Puedo quedarme contigo? No quiero dormir sola —musitó.—No eres una niña pequeña, Larissa y, aunque soy tu hermano, no me siento cómodo durmiendo a tu lado… —hi
«En la clínica, Renato, he tomado una decisión, pero no puedo hablar ahora»—¡Larissa! —gritó—¡Larissa! —repitió, pero ya la línea estaba muerta. El corazón de Renato se agitó con violencia y de nuevo un halo de culpa cayó sobre sus hombros. No debió dejarla sola, ella lo necesitaba y le había vuelto a fallar.El abogado se mesó el cabello con frustración, ¿dónde podría estar? ¿A qué hospital podría haber acudido Larissa? ¿Qué era lo que iba a hacer? No podía dividirse e ir a todos los centros médicos de la ciudad, tendría que elegir y rogar para no equivocarse o… pedir ayuda.Renato llamó al móvil de Larissa, sin embargo, la llamada ya no conectó, fue enviado directo al correo de voz. Lo intentó un par veces más y el resultado no fue distinto, por lo que, salió corriendo de su casa, subió a su auto y dejó el garaje.—Larissa, no cometas una locura. No hagas algo de lo que te puedas arrepentir —rogó, mientras conectaba el teléfono al manos libres y llamaba a Grace, solo podía contar c
—¡Larissa! —gritó a tiempo que un taxi atendió la parada de la muchacha. Ella no volteó a verlo, subió al auto y le dio la dirección al chofer para llegar a la agencia, mientras Michael corría para tratar de detener el taxi. Una acción inútil, pues Larissa ya se había marchado.—¡Aah! —gritó con frustración, corrió de regreso a su auto y siguió al taxi. Larissa no iba a escapar de él tan fácilmente, tenían mucho de qué conversar, ¿y qué era eso de que pensaba renunciar? ¡Jamás iba a permitirlo!Michael pisó el acelerador, tomó un atajo y se dirigió a la oficina, cuando Larissa llegara, él ya la estaría esperando, no había escapatoria; sin embargo, tuvo que esperar mucho tiempo para verla llegar y no iba sola. Larissa estaba acompañada de Benny, ella le sonreía a lo que sea que le haya dicho, mientras le entregaba una bolsa de ¿comida?—Estás llegando tarde —dijo, cortándoles el paso. Michael no pudo soportar verlos tan sonrientes, como si nada.—No me diga, señor Lowell, no me había f
Ricardo le dio un beso a Kate para despedirse, le había insistido para que se quedara en casa y aprovechara el día para descansar.—¿Estás seguro de que no quieres que vaya contigo? —preguntó Kate, cuando Ricardo iba a subir a su auto.—Prefiero que te tomes el día libre y descanses, cariño.—¿Mi jefe no va a molestarse si no me ve en mi puesto de trabajo? —preguntó, como último recurso, para lograr convencer a Ricardo de llevarla a la oficina.—Le diré que ha pasado una noche muy ardiente con su marido y que ha preferido quedarse en casa —respondió Ricardo con una sonrisa de oreja a oreja.Kate hizo un puchero.—¿Te veré a la hora del almuerzo? —preguntó.—Vendré a comer contigo y con la abuela —le prometió.—Entonces voy a esperarte ansiosa. —Kate se acercó de nuevo a él y le dio un beso ardiente para que Ricardo no se olvidara de volver.La pareja se despidió, Ricardo subió a su auto y Kate se quedó en el patio, hasta verlo desaparecer.Con un suspiro se giró para volver al interio
Michael se recargó al respaldo de la silla, le dolía la garganta, tenía el estómago hecho un lío, pero sonrió. Ahora sabía el motivo de sus malestares y, aunque era una mierda estar metido de cabeza en el retrete, pensaba que era lo justo. Se había comportado como un verdadero imbécil con Larissa, era justo que su bebé lo castigara de esa manera.—Soy un idiota —murmuró, viendo la ciudad desde el ventanal.—Le aseguro que nadie piensa lo contrario, señor Lowell —respondió Larissa.Michael giró su silla con rapidez para ver a la joven parada delante de él, en su mano traía la tarta que le había dejado sobre el escritorio. Su estómago protestó al recordar el sabor del postre.—No te escuché llamar —dijo, no era un reproche, más bien, creía que estaba muy disperso.—No he llamado —refutó Larissa.—¿Probaste la tarta? —le preguntó, poniéndose de pie, caminando hacia ella.—Estaba deliciosa, aunque, no tienes que obligarte a ser amable, Michael. Tú y yo sabemos que se llevan mejor u
«Voy para allá»Ricardo colgó la llamada, miró a Kate e intentó marcharse sin decirle nada, pero la mano firme de la joven le impidió hacerlo.—¿Qué es lo que está pasando, Ricardo? —le preguntó.—Un accidente en el área de producción, una de las calderas sufrió desperfectos y se ha viciado. Hay tres empleados heridos —le informó.Kate palideció.—¿Cómo es posible?—¡No lo sé, Kate! Iré ahora y averiguaré exactamente lo que sucedió —dijo, corriendo a la puerta, cuando la joven lo liberó.Kate corrió detrás de él.—¡Iré contigo! —gritó, para que Ricardo la esperarse. Una vez que ella subió al auto, Ricardo salió de la casa, si hubiera ido solo, tal vez se habría saltado unos cuantos semáforos, pero no venía solo.El magnate no comprendía lo ocurrido y necesitaba una buena explicación para lo sucedido.Ricardo no fue el único que recibió la llamada de auxilio y al estacionamiento, también entró Renato en compañía de Grace.—¡Ricardo! —gritó, saliendo de su auto.Los hombres se reunieron
Jack fulminó a Mabel con la mirada, mientras Ellen caía sentada en el sillón, tratando de procesar las palabras de su madre.—¿Qué? —preguntó, su voz salió ahogada y su corazón se aceleró. Ellen no era idiota, sabía el peligro en el que estaría si alguien llegaba descubrir que su padre…—¡Mabel! —gritó el hombre cuando la mujer se acercó a Ellen.—Es la verdad, Jack, todos estaremos implicados y todos correremos el riesgo de terminar en la cárcel si Kate se entera de que le robaste su herencia.Jack gruñó, era una advertencia para Mabel, pero la mujer no atendió y continuó.—Tu padre perdió toda nuestra fortuna en el juego, había vendido todas sus acciones a tu tío, cuando el falleció Kate era una niña y no tenía idea de lo que su padre tenía o no. Tu padre se aprovechó de eso e hizo firmar a Carlota la sesión de los hoteles y de la fortuna a nombre de Jack.Ellen abrió los ojos, estaba asustada. Terminar en prisión no era su ideal de vida.—¿Carlota firmó, así, sin más?Mabel negó.—
Grace se despidió de Kate horas más tarde, cuando estuvo convencida de que no tendría noticias de Renato.—Te llamaré mañana y por favor, no prestes atención a mis palabras. He sido descuidada al momento de hablar —dijo con cierta pena.Kate asintió.—No te preocupes, no tengo cabeza para pensar en nada más —dijo. Por ahora, Kate solo podía preocuparse por Ricardo y el problema de la empresa.—Bien, entonces me voy tranquila —susurró, dándole un beso en cada una de sus mejillas.Kate se despidió con un movimiento de mano, cuando Grace se detuvo en el umbral de la puerta.Volvió a la sala y espero impaciente el regreso de Ricardo, sin embargo, su esposo no lo hizo. Con resignación, se dirigió a su habitación, se duchó y vistió con algo ligero. Tomó uno de los libros que Ricardo tenía sobre la mesita de noche y lo abrió, iba a leer mientras hacía tiempo.Las horas fueron pasando y el sueño la venció, quedándose dormida en el sillón de la recámara.Ricardo volvió cerca del amanecer, habí