UNA CONFESIÓN

El tiempo pareció ralentizarse cuando el rugido del motor resonó con furia, Isabela volvió a abrir los ojos incapaz de creer que en realidad estaba viendo bien, quizás él golpe de la caída hace que tenga alucinaciones.

El vehículo oscuro se acercaba a gran velocidad, su única intención era una: atropellar a Isabela.

Pero en el último segundo, antes de que pudiera reaccionar, un impacto la empujó con fuerza lejos del camino de la muerte.

El sonido del cuerpo chocando contra el metal reverberó en la calle.

Un grito ahogado.

Un cuerpo cayendo pesadamente contra el pavimento.

Isabela abrió los ojos con el corazón latiendo con desesperación.

La imagen frente a ella la dejó en estado de shock.

Leonardo yacía en el suelo.

Su esposo.

Él la había salvado.

—¡Leonardo! —gritó su nombre con desesperación, arrastrándose hasta él.

El rostro del hombre estaba tenso por el dolor, pero sus ojos seguían abiertos, clavados en ella.

—Isabela… —murmuró con voz ronca.

Las luces del vehículo aún iluminaban
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