Curiosidad.

Arturo.

Gracias al cielo todo había salido bien, cuándo Mauro me dijo que si se entregaría, agilice todo para que mis abogados lo ayudarán y se entregará de manera rápida, una vez que todo estuvo listo, y Mauro se entregó, no pensé dos veces en subir a mi coche y dirigirme a casa de Johan Álvarez.

Quería ir solo, pero mi padre y el señor Mauricio me siguieron.

Cuando llegamos nos dejaron seguir sin problema, por lo que supe que él ya se encontraba enterado de todo.

—El señor los atenderá en un momento—nos dijo una empleada.

Los tres nos sentamos por un largo rato, pero mi paciencia no fue mucha, así que me levanté y me encaminé a las escaleras que conducían al segundo piso.

— ¿A dónde vas?—me preguntó mi padre.

—Iré por Ángela—le respondí.

—Creo que lo mejor es esperar—agregó el señor Mauricio.

Pero no escuché y subí a pasos grandes las enormes escaleras.

Al llegar al segundo piso me topé con un largo pasillo lleno de varias puertas.

Fui abriendo una por una, pero todas estaban vacías
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