Un hombre sin piel en los pies, y completamente sucio, se movía con lentitud mientras caminaba a través de un largo camino de rocas. Casi no tenía fuerzas para continuar. Sus piernas de desmayaban, y su espalda no resistía más con el peso de su propio cuerpo. Había estado vagando el mundo durante trece años, hasta llegar al valle de las sombras. Un lugar al cuál nadie se atrevía a ir, porque estaba repleto de personajes oscuros, nacidos del odio y el sufrimiento de los demás habitantes del mundo. Y era precisamente éstos horrible seres putrefactos, quiénes aguardaban pacientemente la llegada de ese desafortunado caminante. Parados frente a él en el camino, vieron como éste se derrumbó sobre las rocas. Totalmente exhausto, y ya sin fuerzas.
— Te habíamos estado esperando desde hace mucho tiempo..... ¡Askal! — gritó el rey de las sombras mientras lo ayudaban a ponerse de pie nuevamente.
En el castillo de Lergos. El rey Kaslkal contaba la famosa historia de la guerra eterna, para que los pequeño lobos, aprendices del reino, pudieran conocer el gran logro de sus ancestros.
— En el principio de los tiempos. Los dioses decidieron otorgarnos un regalo. Una copa de oro. Cualquiera que bebiera de ese copa se volvería un dios, se volvería inmortal. Sería inmune a la muerte. El problema es que hicieron solamente una copa para los cinco reinos. Obviamente ninguno estuvo de acuerdo en que el otro la tuviera en su poder. Eso trajo como consecuencia, la gran guerra eterna. Los vampiros peleaba para ser inmunes al sol, las brujas al fuego, los dragones al agua, los humanos a la muerte, y los lobos claramente queríamos dejar de ser vulnerables a la plata. Siglos y siglos de guerra cruel, sangrienta, sin piedad. Muchos perdieron la vida. Sin embargo, entre todo ese caos. Nacería un niño lobo con la capacidad de unir a las naciones. Ese niño, jóvenes aprendices, ese niño era mi padre. El gran Kusmul. Fue el quién propuso que nadie sería eterno, y que la copa se dividiría en cinco pedazos. Cada reino obtendría uno, y así pudo finalmente poner fin a la guerra eterna — contó el rey Kaslkal — he aquí las dos piezas con la que los lobos contamos hoy en día — dijo el rey Kaslkal señalando las dos piezas de oro de la copa sagrada que yacían en su pedestal.
— ¿Porqué los lobos tenemos dos piezas? — preguntó uno de los aprendices con mucha curiosidad.
— Luego de muchos años de guerra. Los hombres lobos logramos conquistar el reino de los humanos. Nos convertimos en sus gobernantes. Así que la pieza que ellos tenían en su poder, pasó a ser nuestra — explicó el rey Kaslkal.
— ¡Majestad!, ¡Majestad! — gritó el espía que el mismo rey había enviado a espiar a su hijo Sköll, entrando repentinamente en el salón real — perdone que entre de esta manera, su alteza, pero tengo noticias de Sköll, que seguramente querrá escuchar de inmediato — confesó el informante.
La noche llegó rápidamente. Venus esperaba pacientemente en el monumento del oráculo, como Sköll se lo había indicado. Una maravillosa obra arquitectónica en honor a los sabios consejeros del rey. Unas pocas escaleras que llevaban a una hermosa tarima de piedras. Todo eso rodeados de las más lindas flores, y un gigantesco rayo de luna que bañaba justo el lugar en dónde Venus estaba parada.
Esperó hasta que vió una sombría silueta acercándose a ella. Silueta la cuál rápidamente asumió que se trataba de Sköll. Sin embargo de inmediato se llevaría el susto de su vida al notar de quién se trataba.
— ¡¿Su majestad?! — exclamó Venus totalmente impresionada con sus ojos amarillos y brillantes que deslumbraban todo el lugar.
Venus se inclinó con mucho respeto ante su rey. Tal y como debían hacerlo todos los habitantes del reino de Lergos.
— No te preocupes, querida. Ponte de pie. Vengo para evitar que Sköll y tú comentan ésta gran equivocación. Nadie los persigue. Por el contrario, nos llenaría de prestigio si deciden quedarse, y celebrar su boda en el castillo del reino. — dijo el rey Kaslkal acercándose lentamente hasta que estuvo frente a ella — todo el reino de Lergos estará feliz de tener a una reina loba como tú.
— Lo siento, su majestad, pero yo jamás podré ser reina de Lergos. Yo no soy una loba pura de nacimiento — confesó ella con pesar.
— Eso era todo lo que quería escuchar — dijo el rey desenfundando una daga de plata que traía oculta bajo su capa, y con la cuál atravesó el corazón de Venus de manera despiadada.
Venus cayó lentamente sobre las escaleras de aquel monumento. La daga quedó incrustada en su pecho mientras que el rey desaparecía entre las oscuras sombras de la noche.
Cuándo Sköll llegó, se encontró con aquella terrible escena. En esta vida hay cosas mucho peores que la muerte, y Sköll lo confirmó aquella nefasta noche.
— Venus... Venus, no — susurraba Sköll con un enorme nudo en su garganta mientras se acercaba y las lágrimas nublaban su visión.
Finalmente la tomó en sus brazos sobre aquella escalera. La daga de plata perforando su pecho le dejó muy claro quién era el responsable de aquel cobarde acto. Sköll se transformó en lobo, y arrojó un aullido que salía desde la más profundo de su ser. Expresaba un dolor imposible de explicar. Un sentimiento de destrucción que se asemejaba a lo roto que estaba por dentro. Dirigía su lamentos hacia su madre luna mientras que sus lágrimas mojaban el pálido rostro de su amada Venus fallecida. Totalmente inmóvil, sin vida, y con esa daga atravesando su corazón. Así fue como Sköll la tomó en sus potentes brazos de bestia, y la levantó para sacarla de allí, caminando con el rostro lleno de lágrimas.
— ¡Sköll Wolf! — gritó un soldado del ejército mientras que decenas de soldados lo rodeaban totalmente temerosos, puesto que sabían de lo que era capaz Sköll, y mucho más ahora que estaba dolido por la muerte de su amada — usted está acusado de alta traición a la corona. Coloque a la chica en el suelo y rindase.... Por favor — dijo ese tembloroso soldado tragándose el gran nudo que había en su garganta.
Sköll comenzó a rugir con una fuerza y una ferocidad que esos hombres jamás habían visto en su vida. De inmediato los soldados arrojaron sus armas al suelo y se rindieron colocándose de rodillas para que Sköll abandonara el monumento del oráculo caminando tranquilamente con el cadáver del amor de su vida sobre sus brazos.
Sköll la enterró decentemente en el campo de flores que ella tanto amó en vida. Y allí frente al gigantesco castillo de Lergos, juró que nunca más volvería al reino. Así fue como comenzó el exilio voluntario del futuro rey.
En el reino de las sombras. El rey oscuro se había asegurado que Askal fuera atendido con mucho cuidado y dedicación hasta que sanó por completo. Finalmente luego de tantos años se podía ver a un Askal nuevamente pleno y recuperado. Los seres de sombras eran trozos de carne putrefactas, que a pesar de tener forma humana, jamás fueron personas. Simplemente eran el resultado de todo el odio que existía en el mundo. Nacían del dolor que sentían los habitantes de los cinco grandes reinos, y ahora estaban listos para buscar algo más que un sombrío montón de rocas. Askal era vital en los planes del rey oscuro, por eso le había estado dedicando tanto tiempo. — Finalmente despertaste — dijo el rey oscuro mientras que Askal se levantaba de la cama con mucha energía. Era como si se tratara de otra persona muy diferente a la que llegó completamente moribunda. — ¿Qué hicieron conmigo? — preguntó Askal abriendo y cerrando sus manos muy impresionado con la mejoría en su cuerpo. — Es un secreto d
— La bestia me va a comer... La bestia me va a comer — repetía el pequeño Askal mientras temblaba del frío sobre la nieve, y una tundra congelada. Había sido abandonado en el bosque junto a su hermano Sköll en pleno invierno como parte de un ritual sagrado que todos los integrantes de la familia real debían enfrentar tarde o temprano. Ambos niños de seis y siete años respectivamente, llevaban puesto solamente un pequeño trozo de tela en forma de pañal, sujetado por una cuerda. — No tengas miedo, Askal. Yo te voy a proteger — aseguró el valiente Sköll guardando bajo sus brazos a su tembloroso hermano menor. — ¿Porqué nos hacen esto? — preguntó Askal llorando. — Es parte de nuestro destino. Es lo que somos. Nacimos en una familia de hombres lobos que ostenta el trono de Lergos. Solo quieren llevarnos a nuestros límites para obligarnos a convertirnos en bestias. La metamorfosis perfecta. El híbrido entre hombre y lobo, como único requisito para poder ser reyes algún día — explicó Skö
Trece largos años habían pasado desde que Sköll consiguió la transformación perfecta en esas montañas congeladas. De Askal nunca más se supo absolutamente nada, y muchos en el reino asumían que había muerto. "Seguramente fue devorado por alguna bestia hambrienta, como le sucede a todos los desafortunados que se pierden en ese bosque.", Fueron las palabras del rey Kaslkal para tranquilizar a su reina, quién jamás dejó de llorar por su hijo en el silencio de las solitarias torres del castillo. Así fue hasta que un día murió por circunstancias naturales. Al rey Kaslkal le dolió mucho esa muerte, durante un día, porque al día siguiente se estaba casando con otra joven loba del reino, y así el legado de la madre de Sköll fue olvidado rápidamente. En todo este tiempo, Sköll había logrado alcanzar su máximo nivel de batalla. Era considerado como uno de los lobos más feroces y despiadados en toda la historia de la sangre de lobos en cuerpos humanos. Se había ganado el respeto de los más gran
Los días pasaron rápidamente, y el día de la cena oficial de Sköll con sus pretendientes había llegado. Se trataba de otro antiguo ritual con siglos de tradición entre la familia real. El futuro rey se reunía con las aspirantes a reina para conocerlas mejor, y de esa manera tomar una decisión mucho más acertada de a quién querría para compartir el trono de marfil en el reino de Lergos. Decenas de chicas lobo con prestigiosos apellidos se dieron cita en las puertas del castillo para estar presente en esta importante velada. Incluso se peleaban entre ellas para conseguir un mejor puesto entre todas las demás. Todo un escándalo y alboroto se había desatado en las entretelas del palacio. Todas querían ser la esposa del hombre lobo más bello de todos. Las puertas del castillo se abrían lentamente mientras que todas esas chicas lobo no podía contener la emoción. Sköll se había convertido en toda una celebridad de esa época. — ¡Señoritas! — gritó el maestro del castillo una vez que las puer