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CAPÍTULO 3 "EL HEREDERO DEL HEREDERO"

Los días pasaron rápidamente, y el día de la cena oficial de Sköll con sus pretendientes había llegado. Se trataba de otro antiguo ritual con siglos de tradición entre la familia real. El futuro rey se reunía con las aspirantes a reina para conocerlas mejor, y de esa manera tomar una decisión mucho más acertada de a quién querría para compartir el trono de marfil en el reino de Lergos. Decenas de chicas lobo con prestigiosos apellidos se dieron cita en las puertas del castillo para estar presente en esta importante velada. Incluso se peleaban entre ellas para conseguir un mejor puesto entre todas las demás. Todo un escándalo y alboroto se había desatado en las entretelas del palacio. Todas querían ser la esposa del hombre lobo más bello de todos. Las puertas del castillo se abrían lentamente mientras que todas esas chicas lobo no podía contener la emoción. Sköll se había convertido en toda una celebridad de esa época. 

— ¡Señoritas! — gritó el maestro del castillo una vez que las puertas del castillo estuvieron abiertas — prepárense para conocer al que podría ser su futuro esposo... Con ustedes, Sköll. Hijo de Kaslkal, híbrido perfecto, descendiente de la luna, y heredero al trono de marfil — dijo mientras señalaba a un espacio vacío en dónde se supone debía estar Sköll. 

Todas las chicas presentes se sorprendían, y rápidamente dejaban saber su enojo por no ver la única razón por la cuál se encontraban allí. 

— ¿En dónde está el heredero? — preguntó el maestro del castillo a los soldados, pero ninguno supo responder esa pregunta. 

Mientras todo ese desastre sucedía en el castillo. Sköll se encontraba paseando tranquilamente junto a su amada Venus en el campo de las flores. Hasta llegar a un hermoso riachuelo con una cascada. Allí ella descansaría apaciblemente sentada sobre una gran roca a la orilla del agua. El amor entre ellos había crecido rápidamente, y todo esto estaba ocurriendo a espaldas de la corona, o al menos eso creían ellos. 

— Entonces, ¿Me estás diciendo que los hombres lobos son indestructibles? — preguntó Venus asombrada. 

— Hasta dónde yo sé, si. Ninguna espada puede atravesar nuestra piel una vez que alcanzamos la transformación perfecta — confesó Sköll mientras tomaba unas cuantas piedras y las comenzaba a arrojar al riachuelo. 

— ¿Son inmortales? 

— Técnicamente, si. Digo, todavía nos puede matar la plata, y el ataque de otro hombre lobo. Solamente un hombre lobo puede matar a otro hombre lobo. Fuera de eso, supongo que podemos vivir durante toda la eternidad — dijo Sköll. 

— Eso por eso que no les permiten casarse con nosotros los humanos. Para que no sufran cuando dejemos de existir. 

— No. Eso no tiene ningún tipo de sentido, porque yo puedo transformarte en mujer lobo cuando quiera. Solamente que no serías pura de nacimiento, o como dice mi padre — dijo Sköll de forma sarcástica levantando sus ojos — no serías una "descendiente de la luna". Creo que es una cuestión de prestigio, más que algo que hagan para prevenir dolor.

— Ahora que lo pienso mejor. Ya entiendo porque la plata está prohibida en el reino, pero ¿Ni siquiera el rey tiene plata en su castillo? — preguntó Venus intrigada. 

— Hace algún tiempo habían armas de plata en el castillo, pero mi padre ordenó que fueran destruidas. Supongo que tenía miedo de que algún soldado de su ejército se viera tentado a usarlas en su contra. Solamente dejó una daga oculta en algún lugar del castillo. Unicamente él sabe el escondite de esa arma tan peligrosa para nosotros — contó Sköll. 

— Todo lo que me dices, me causa mucho temor. Tengo miedo a que quieran hacernos daño si se enteran que nos amamos — confesó Venus mostrándose temerosa. 

— ¡Venus! — exclamó Sköll tomando las manos de su amada — no tienes nada que temer. Eres el amor de mi vida, y jamás dejaré que te hagan daño. Por eso tendremos todo en secreto hasta que sea rey. Una vez que me siente en el trono de marfil, voy a invalidar esa estúpida ley, y de esa manera podremos ser rey y reina del Lergos sin que nadie no los impida. 

— Sköll... ¡Estoy embarazada! — confesó Venus repentinamente haciendo estremecer el mundo de Sköll, quién iba a ser padre. 

— ¡Siiiiii! — gritó Sköll con alegría transformándose en hombre lobo por primera vez frente a la vista de Venus. 

Sköll giró levemente su cuerpo, e indicó a Venus que subiera en su espalda. Venus seguía anonadada. Ella jamás había visto una bestia. Al no haber guerra contra el reino, como en épocas pasadas. No era común ver cómo los nobles se transformaba.

Finalmente Venus subió a su espalda, y con la destreza, habilidad, y fuerza sobrehumana que su transformación le brindada, Sköll la pudo llevar a maravillosos lugares naturales que solamente podría ver siendo un lobo. Los paisajes más espectaculares desde la cima de árboles gigantescos, el viento soplando en su cara y moviendo su cabello, le daba la sensación de que podía volar. Por ese momento, y solo por ese momento, todo fue perfecto para ellos. Una pequeña chispa de esperanza creció en el interior de ambos. Sinceramente creían, que podían ser felices juntos, y derribar todas las barreras que los separaba. 

— ¡Te amooooo! — gritó Sköll convirtiendo su grito en un aullido que estremeció por completo el mundo. 

La paz era una suave brisa que refrescaba a sus angustiados corazones.

— Nuestro hijo lo cambia todo — dijo Sköll una vez que ya se encontraban nuevamente en el campo de flores, y el volvía a ser humano — tenemos que huir. Esta misma noche, cuando todo el reino duerma. Espérame en el monumento del oráculo — indicó Sköll. 

— ¿Estás seguro de eso? ¿Renunciarás al trono de marfil por nosotros? — preguntó Venus. 

— Ni siquiera lo preguntes, Venus. Jamás he estado más seguro de algo en mi vida. Esta noche vamos a desaparecer de sus vidas para siempre. Te prometo que jamás nos encontrarán — prometió Sköll abrazándola con todo el amor que existía en su ser — te voy a dar el poder de que nada en este mundo te haga daño. Tú y mi hijo serán tan fuertes y tan poderosos como yo. Nada ni nadie nos podrá hacer daño jamás — aseguró Sköll dejando ver sus afilados colmillos para morder a su amada Venus, y de esa manera transferir su maravilloso don de ser un hombre lobo. 

Los ojos de Venus rápidamente cambiaron de color. Ya no eran azules. Ahora sus ojos brillaban con un color amarillo sumamente espectacular. Todo estaba listo para huir esa misma noche. Cuando nadie pudiera verlos. En el sigilo de la noche, dos corazones que latían al mismo ritmo, escaparían en el nombre del amor, y con la única meta de ser felices para siempre. 

Lo que nunca notaron, es que el incógnito súbdito del rey, que los espiaba desde los árboles, los tenía justo en dónde quería. Era hora de llevar una importante información al rey Kaslkal.

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