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SKÖLL El Rey Alfa
SKÖLL El Rey Alfa
Por: Jim J. Torrealba
CAPÍTULO 1 "EL HEREDERO"

— La bestia me va a comer... La bestia me va a comer — repetía el pequeño Askal mientras temblaba del frío sobre la nieve, y una tundra congelada. 

Había sido abandonado en el bosque junto a su hermano Sköll en pleno invierno como parte de un ritual sagrado que todos los integrantes de la familia real debían enfrentar tarde o temprano. Ambos niños de seis y siete años respectivamente, llevaban puesto solamente un pequeño trozo de tela en forma de pañal, sujetado por una cuerda. 

— No tengas miedo, Askal. Yo te voy a proteger — aseguró el valiente Sköll guardando bajo sus brazos a su tembloroso hermano menor. 

— ¿Porqué nos hacen esto? — preguntó Askal llorando. 

— Es parte de nuestro destino. Es lo que somos. Nacimos en una familia de hombres lobos que ostenta el trono de Lergos. Solo quieren llevarnos a nuestros límites para obligarnos a convertirnos en bestias. La metamorfosis perfecta. El híbrido entre hombre y lobo, como único requisito para poder ser reyes algún día — explicó Sköll mientras su aliento se hacía neblina saliendo de su temblorosa boca.

— ¿Y qué pasa si nunca lo logramos? — preguntó Askal con algo de temor, como si no quisiera conocer la respuesta a esa pregunta. 

— ¡Entonces nunca podremos volver! — confesó Sköll. 

— ¡Nuestro padre es despiadado! — exclamó Askal sin parar de llorar — ¡Solo somos unos niños indefensos! 

— Descuida. Todos los integrantes de nuestra familia han pasado por este ritual — aseguró Sköll. 

— ¿Incluyendo a nuestro padre? 

— Si. Incluyendo al gran rey Kaslkal. Todos lograron transformarse en bestias, y hacer temblar a todos los animales de esta montaña. Estaremos bien, solo necesitamos hacernos hombres lobos para sobrevivir — dijo Sköll. 

Ellos no lo habían notado, pero desde la montaña había un personaje incógnito que los estaba siguiendo con sigilo, ocultándose entre las sombras para evitar ser visto. Usando una capa de un color muy oscuro para mayor camuflaje. Claramente era un enviado del rey Kaslkal para vigilar la evolución de los dos aspirantes al trono. 

Los días pararon, y los hermanos Wolf solamente se habían limitado a estar encerrados en una cueva que encontraron para su resguardo. No habían logrado comer absolutamente nada en ese gigantesco bosque cubierto de nieve en su totalidad. Temiendo que en cualquier momento se toparían con la temible bestia de las montañas. Un enorme oso que todos nombraban en sus cuentos de horror para asustar. Y de hecho un día, así fue. Sköll y Askal repentinamente se vieron frente a un gigantesco oso con garras sumamente afiladas, y un apetito insaciable. 

— ¡Corre! — gritó el valiente Sköll a su hermano menor mientras él le hacía frente al oso con solamente una rama en sus manos. 

Todo esto ocurría mientras el enviado del rey veía todo desde lo alto de una colina. Sköll luchó como pudo. Con mucha destreza golpeaba la cara de la bestia tratando de darle tiempo a su hermano de huir. Sin embargo no pudo evitar ser alcanzando por uno de los fuertes manotazos de ese oso, y así Sköll fue a parar varios metros lejos de ese lugar. Ahora el camino entre Askal y ese gigantesco oso estaba totalmente libre. Una comida que no luchaba era mucho más apetecible para la bestia. Askal había quedado acorralado contra una pared de piedras, y cerraba sus ojos solamente para esperar ser devorado. Sin embargo ese día ninguno de los dos hermanos Wolf morirían. Sköll atacaba nuevamente al oso, pero esta vez con mucha más potencia, y convertido en una bestia con fuerza sobrehumana. Sköll había conseguido alcanzar la transformación perfecta. Era un híbrido entre lobo y humano, que destrozó a ese oso en cuestión de segundos, como si se tratara de un espantapájaros. La sangre de ese pobre animal cubrió gran parte del piso nevado. Al finalizar, Sköll soltaría un aullido tan fuerte, que sería escuchado en el reino de Lergos, en donde el rey Kaslkal sonrió levemente sabiendo que el ritual se había completado. Luego de eso, y de que Sköll finalmente volviera a la normalidad, los dos hermanos comieron la carne de ese oso para seguir sobreviviendo en esa montaña. 

Varios días después. Mientras que Sköll y Askal dormían tranquilamente dentro de esa cueva que se había transformado en su único refugio dentro de un mundo cruel y despiadado, el sonido de carretas siendo tiradas por caballos, los despertaría de manera inmediata. El mismo rey en persona venía por ellos. 

— ¡Padre! — gritó Askal corriendo hacía la carreta custodiada por varios caballeros de brillante armadura. 

— ¡Su alteza! — exclamó Sköll arrodillándose, y bajando la mirada mientras que el rey Kaslkal descendía de esa elegante carroza. 

— Padre, finalmente estás aquí. No sabes cuánto hemos esperado a que vengas para rescatarnos — dijo Askal muy contento, pero siendo ignorando por completo. El rey caminaba directamente hacía su otro hijo, Sköll. 

— Por un momento pensé que perdería a mis dos hijos. Eso no solamente hubiese sido doloroso. También hubiese sido humillante ante los demás nobles de la corona — comentó el rey — ¡Vamos! — giró levemente su cabeza señalando la carreta. 

Ambos niños corrieron rápidamente para subir a la carroza. Ambos estaban deseosos por dejar de pisar ese suelo congelado que quemaba las plantas de sus pies. 

— ¡Tú no! — ordenó el rey Kaslkal señalando a Askal para que sus soldados lo amenazaran con sus espadas — ¡Solamente Sköll! — indicó su majestad. 

— ¿Porqué padre? — reclamó Askal sorprendido. 

— Su majestad... — exclamó Sköll sin saber que decir mientras que veía como esas relucientes espadas señalaban a su hermano. 

— Solamente Sköll pudo alcanzar la transformación perfecta, así que solamente Sköll regresará al reino. Tú te vas a quedar aquí desterrado hasta que consigas ser un híbrido perfecto entre hombre y lobo — fueron las palabras del rey Kaslkal mientras regresaba a su carroza. 

— ¿Y si nunca lo logra? — preguntó Sköll. 

— Entonces será un Omega, y no es digno de ser un Wolf, así que se quedará fuera del reino para siempre — confesó el rey. 

— Es solamente un niño indefenso, no podrá sobrevivir, no es jus... — Sköll fue interrumpido por la voz de su padre que se alzaba fuertemente para llegar a los gritos. 

— ¡He dicho! — gritó el rey Kaslkal con voz infernal parecida al gruñido de una bestia para hacer callar a su hijo. 

Sköll solamente pudo callar, y mirar con dolor, como la carroza real se alejaba lentamente dejando solo al pequeño Askal en esa peligrosa montaña.

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