— La bestia me va a comer... La bestia me va a comer — repetía el pequeño Askal mientras temblaba del frío sobre la nieve, y una tundra congelada.
Había sido abandonado en el bosque junto a su hermano Sköll en pleno invierno como parte de un ritual sagrado que todos los integrantes de la familia real debían enfrentar tarde o temprano. Ambos niños de seis y siete años respectivamente, llevaban puesto solamente un pequeño trozo de tela en forma de pañal, sujetado por una cuerda.
— No tengas miedo, Askal. Yo te voy a proteger — aseguró el valiente Sköll guardando bajo sus brazos a su tembloroso hermano menor.
— ¿Porqué nos hacen esto? — preguntó Askal llorando.
— Es parte de nuestro destino. Es lo que somos. Nacimos en una familia de hombres lobos que ostenta el trono de Lergos. Solo quieren llevarnos a nuestros límites para obligarnos a convertirnos en bestias. La metamorfosis perfecta. El híbrido entre hombre y lobo, como único requisito para poder ser reyes algún día — explicó Sköll mientras su aliento se hacía neblina saliendo de su temblorosa boca.
— ¿Y qué pasa si nunca lo logramos? — preguntó Askal con algo de temor, como si no quisiera conocer la respuesta a esa pregunta.
— ¡Entonces nunca podremos volver! — confesó Sköll.
— ¡Nuestro padre es despiadado! — exclamó Askal sin parar de llorar — ¡Solo somos unos niños indefensos!
— Descuida. Todos los integrantes de nuestra familia han pasado por este ritual — aseguró Sköll.
— ¿Incluyendo a nuestro padre?
— Si. Incluyendo al gran rey Kaslkal. Todos lograron transformarse en bestias, y hacer temblar a todos los animales de esta montaña. Estaremos bien, solo necesitamos hacernos hombres lobos para sobrevivir — dijo Sköll.
Ellos no lo habían notado, pero desde la montaña había un personaje incógnito que los estaba siguiendo con sigilo, ocultándose entre las sombras para evitar ser visto. Usando una capa de un color muy oscuro para mayor camuflaje. Claramente era un enviado del rey Kaslkal para vigilar la evolución de los dos aspirantes al trono.
Los días pararon, y los hermanos Wolf solamente se habían limitado a estar encerrados en una cueva que encontraron para su resguardo. No habían logrado comer absolutamente nada en ese gigantesco bosque cubierto de nieve en su totalidad. Temiendo que en cualquier momento se toparían con la temible bestia de las montañas. Un enorme oso que todos nombraban en sus cuentos de horror para asustar. Y de hecho un día, así fue. Sköll y Askal repentinamente se vieron frente a un gigantesco oso con garras sumamente afiladas, y un apetito insaciable.
— ¡Corre! — gritó el valiente Sköll a su hermano menor mientras él le hacía frente al oso con solamente una rama en sus manos.
Todo esto ocurría mientras el enviado del rey veía todo desde lo alto de una colina. Sköll luchó como pudo. Con mucha destreza golpeaba la cara de la bestia tratando de darle tiempo a su hermano de huir. Sin embargo no pudo evitar ser alcanzando por uno de los fuertes manotazos de ese oso, y así Sköll fue a parar varios metros lejos de ese lugar. Ahora el camino entre Askal y ese gigantesco oso estaba totalmente libre. Una comida que no luchaba era mucho más apetecible para la bestia. Askal había quedado acorralado contra una pared de piedras, y cerraba sus ojos solamente para esperar ser devorado. Sin embargo ese día ninguno de los dos hermanos Wolf morirían. Sköll atacaba nuevamente al oso, pero esta vez con mucha más potencia, y convertido en una bestia con fuerza sobrehumana. Sköll había conseguido alcanzar la transformación perfecta. Era un híbrido entre lobo y humano, que destrozó a ese oso en cuestión de segundos, como si se tratara de un espantapájaros. La sangre de ese pobre animal cubrió gran parte del piso nevado. Al finalizar, Sköll soltaría un aullido tan fuerte, que sería escuchado en el reino de Lergos, en donde el rey Kaslkal sonrió levemente sabiendo que el ritual se había completado. Luego de eso, y de que Sköll finalmente volviera a la normalidad, los dos hermanos comieron la carne de ese oso para seguir sobreviviendo en esa montaña.
Varios días después. Mientras que Sköll y Askal dormían tranquilamente dentro de esa cueva que se había transformado en su único refugio dentro de un mundo cruel y despiadado, el sonido de carretas siendo tiradas por caballos, los despertaría de manera inmediata. El mismo rey en persona venía por ellos.
— ¡Padre! — gritó Askal corriendo hacía la carreta custodiada por varios caballeros de brillante armadura.
— ¡Su alteza! — exclamó Sköll arrodillándose, y bajando la mirada mientras que el rey Kaslkal descendía de esa elegante carroza.
— Padre, finalmente estás aquí. No sabes cuánto hemos esperado a que vengas para rescatarnos — dijo Askal muy contento, pero siendo ignorando por completo. El rey caminaba directamente hacía su otro hijo, Sköll.
— Por un momento pensé que perdería a mis dos hijos. Eso no solamente hubiese sido doloroso. También hubiese sido humillante ante los demás nobles de la corona — comentó el rey — ¡Vamos! — giró levemente su cabeza señalando la carreta.
Ambos niños corrieron rápidamente para subir a la carroza. Ambos estaban deseosos por dejar de pisar ese suelo congelado que quemaba las plantas de sus pies.
— ¡Tú no! — ordenó el rey Kaslkal señalando a Askal para que sus soldados lo amenazaran con sus espadas — ¡Solamente Sköll! — indicó su majestad.
— ¿Porqué padre? — reclamó Askal sorprendido.
— Su majestad... — exclamó Sköll sin saber que decir mientras que veía como esas relucientes espadas señalaban a su hermano.
— Solamente Sköll pudo alcanzar la transformación perfecta, así que solamente Sköll regresará al reino. Tú te vas a quedar aquí desterrado hasta que consigas ser un híbrido perfecto entre hombre y lobo — fueron las palabras del rey Kaslkal mientras regresaba a su carroza.
— ¿Y si nunca lo logra? — preguntó Sköll.
— Entonces será un Omega, y no es digno de ser un Wolf, así que se quedará fuera del reino para siempre — confesó el rey.
— Es solamente un niño indefenso, no podrá sobrevivir, no es jus... — Sköll fue interrumpido por la voz de su padre que se alzaba fuertemente para llegar a los gritos.
— ¡He dicho! — gritó el rey Kaslkal con voz infernal parecida al gruñido de una bestia para hacer callar a su hijo.
Sköll solamente pudo callar, y mirar con dolor, como la carroza real se alejaba lentamente dejando solo al pequeño Askal en esa peligrosa montaña.
Trece largos años habían pasado desde que Sköll consiguió la transformación perfecta en esas montañas congeladas. De Askal nunca más se supo absolutamente nada, y muchos en el reino asumían que había muerto. "Seguramente fue devorado por alguna bestia hambrienta, como le sucede a todos los desafortunados que se pierden en ese bosque.", Fueron las palabras del rey Kaslkal para tranquilizar a su reina, quién jamás dejó de llorar por su hijo en el silencio de las solitarias torres del castillo. Así fue hasta que un día murió por circunstancias naturales. Al rey Kaslkal le dolió mucho esa muerte, durante un día, porque al día siguiente se estaba casando con otra joven loba del reino, y así el legado de la madre de Sköll fue olvidado rápidamente. En todo este tiempo, Sköll había logrado alcanzar su máximo nivel de batalla. Era considerado como uno de los lobos más feroces y despiadados en toda la historia de la sangre de lobos en cuerpos humanos. Se había ganado el respeto de los más gran
Los días pasaron rápidamente, y el día de la cena oficial de Sköll con sus pretendientes había llegado. Se trataba de otro antiguo ritual con siglos de tradición entre la familia real. El futuro rey se reunía con las aspirantes a reina para conocerlas mejor, y de esa manera tomar una decisión mucho más acertada de a quién querría para compartir el trono de marfil en el reino de Lergos. Decenas de chicas lobo con prestigiosos apellidos se dieron cita en las puertas del castillo para estar presente en esta importante velada. Incluso se peleaban entre ellas para conseguir un mejor puesto entre todas las demás. Todo un escándalo y alboroto se había desatado en las entretelas del palacio. Todas querían ser la esposa del hombre lobo más bello de todos. Las puertas del castillo se abrían lentamente mientras que todas esas chicas lobo no podía contener la emoción. Sköll se había convertido en toda una celebridad de esa época. — ¡Señoritas! — gritó el maestro del castillo una vez que las puer
Un hombre sin piel en los pies, y completamente sucio, se movía con lentitud mientras caminaba a través de un largo camino de rocas. Casi no tenía fuerzas para continuar. Sus piernas de desmayaban, y su espalda no resistía más con el peso de su propio cuerpo. Había estado vagando el mundo durante trece años, hasta llegar al valle de las sombras. Un lugar al cuál nadie se atrevía a ir, porque estaba repleto de personajes oscuros, nacidos del odio y el sufrimiento de los demás habitantes del mundo. Y era precisamente éstos horrible seres putrefactos, quiénes aguardaban pacientemente la llegada de ese desafortunado caminante. Parados frente a él en el camino, vieron como éste se derrumbó sobre las rocas. Totalmente exhausto, y ya sin fuerzas. — Te habíamos estado esperando desde hace mucho tiempo..... ¡Askal! — gritó el rey de las sombras mientras lo ayudaban a ponerse de pie nuevamente. En el castillo de Lergos. El rey Kaslkal contaba la famosa historia de la guerra eterna, para que l
En el reino de las sombras. El rey oscuro se había asegurado que Askal fuera atendido con mucho cuidado y dedicación hasta que sanó por completo. Finalmente luego de tantos años se podía ver a un Askal nuevamente pleno y recuperado. Los seres de sombras eran trozos de carne putrefactas, que a pesar de tener forma humana, jamás fueron personas. Simplemente eran el resultado de todo el odio que existía en el mundo. Nacían del dolor que sentían los habitantes de los cinco grandes reinos, y ahora estaban listos para buscar algo más que un sombrío montón de rocas. Askal era vital en los planes del rey oscuro, por eso le había estado dedicando tanto tiempo. — Finalmente despertaste — dijo el rey oscuro mientras que Askal se levantaba de la cama con mucha energía. Era como si se tratara de otra persona muy diferente a la que llegó completamente moribunda. — ¿Qué hicieron conmigo? — preguntó Askal abriendo y cerrando sus manos muy impresionado con la mejoría en su cuerpo. — Es un secreto d