No hay dudas, soy idiota.
¿Cómo diablos es posible no controlarme a esta edad? Mefaltó muy poco no tomarla ese día en su consulta, muy pocoy si no hubiera sido por la llamada de Linc lo habría hecho.Ella necesitaba suavidad, paciencia y era justo lo que mefallaba cuando la tenía en mis brazos.¡Dios! Y si es ella la que me besa me toma toda la fuerzadel mundo controlarme. Tenía que conseguirlo sin importarlo duro que era, ella se lo merecía. Confía en mí y no voy adefraudarla.Y aquí estoy de nuevo haciendo lo que prometí no hacer,pero lo haré por Sam. Aunque ella romperá mi corazón porlo menos la ayudaré en encontrar su fuerza, en confiar denuevo en los hombres.El otro día en la comisaría pasé media hora mirandofijamente su expediente, debatiendo si leer o no. Al final nolo hice, no quería romper su confianza y sabía que llegado elmomento no podré mirarla a la cara y mentir.EraSexo en la encimera, ¿quién lo hubiera dicho?No me entiendas mal, Ian es un hombre muy atractivo,con un cuerpo de infarto, pero es de alguna maneratranquilo. No te imaginas que podrá tomarte en sus brazos yhacer volar tu mente en minutos.Ayer lo hizo, lo hicimos en su cama y fue muy bueno, perolo de hoy fue mejor. Más intenso. Más todo. Claro queestamos al principio de nuestra relación, todo es mejorahora, ¿no?Me sorprendió con sus planes, llevarme a disfrutar de undía fuera de casa, asegurándose de que Liv estaría biencuidada. La reserva del hotel me descolocó un poco, pero alfinal todo salió genial. Todo excepto el final del día.Me fui arriba con Liv y me quedé dormida, cuando medesperté era de madrugada y no había señal de Ian. Pero,de nuevo, nunca lo había ya que siempre desaparecíacuando me quedaba dormida.No es que podría hacer otra cosa, quedarse a ver latelevisión o a
Lo sentía desde la punta de mis pies, subiendo por mispantorrillas, arriba enroscándose como una serpiente,ahogándome con su oscuridad y malicia. Por primera vez nisiquiera las pequeñas manos de Liv tocándome no podíanliberarme. Ni siquiera los sonidos que hacía ella succionadono podían penetrar el miedo.Estaba atrapada.Era real. El infierno era real y lo estaba viviendo. Iban aquitármelo todo, a Liv, a Ian, a Olivia. Todo, iban a dejarmesola en el mundo. Sola y esperando un final que tardaráaños en llegar.Estaba atrapada en mi mente y no sentí a Liv quedarsedormida como tampoco escuché a Ian entrar en lahabitación hasta que no me cubrió con la manta. Levanté lacabeza asustada y dejé salir un pequeño grito.—Lo siento —dijo Ian enderezándose y levantando lasmanos—. Pensé que estabas dormida.—No, creo que ya he dormido suficiente.Miré el reloj y vi que eran pasadas las tres. Pen
—¡Jodida mierda! —exclamé colgando y guardando elteléfono en el bolsillo.Justo lo que necesitaba ahora mismo, más líos, másproblemas que no podía resolver. Sabía que Uma iba adarme problemas, pero no sabía que íbamos a llegar a esto.Pero dejé eso a un lado y entrecerrando los ojos busqué alhombre que había visto hace poco entrar.El Tigre era su apodo y nunca pudo entender por qué. Eraun hombre bajo, delgado y con una barba que le hacía versecomo uno de los siete enanitos. A pesar de vivir en el peorde los barrios, de que sus amigos eran la escoria de lasociedad, él era un buen hombre.En el interior, muy bien oculto de los ojos de los demáshabía un corazón listo para ayudar cada vez que tenía laposibilidad. Esperaba que hoy la tenía.Lo miré mientras intentaba conquistar a una mujer rubiay no pude evitar sonreír cuando ella lo rechazó. Pero él norenunció, lo intentó con otra y otra ha
Lo sabía.Lo sentía en cada célula de mi cuerpo.Lo soñé la noche anterior.¡Dios!Iba a pasar de nuevo, alguien querido iba a morir y nohabía nada que podía hacer para impedirlo. Liv. Ian. Olivia.Liz. Sarah. Uno de ellos o todos.Días atrás Ian se marchó para conseguir informaciónsobre los Sanders, me asusté para que mentir y decir queno me preocupé por él en cada momento. Me asustépensando que podría pasarle algo, que podría pasarme a mialgo sin él. No sé cómo o cuándo, pero Ian era misalvavidas, no podía estar sin él.Fueron solo tres días sin él, días en que estuve muy bienacompañada.Liz apareció de la nada, aunque no era exactamente de lanada. Era culpa de ese hombre terco que por lo vistocontinuaba tratando a Liz de la misma manera. Conindiferencia y eso la volvía loca. Ella estaba a punto derenunciar, creo que lo hubiera hecho hace mucho, elproblema es que es muy difícil renunci
Temblaba.Sabía que todo iba a salir bien, pero eso no me impedíatemblar. Subí las escaleras del juzgado agarrando confuerza la mano de Ian. Había tenido mucho cuidado por lamañana cuando me vestía, había elegido un vestido negro,ajustado y elegante. Zapatos con tacones altos y alrededorde mi cuello las perlas de mi abuela que las heredó mimadre y luego yo, que en algún momento heredará Liv. Elcabello suelto caía en ondas brillando después de todo eltiempo que pasé en el espejo peinándome.Ian, era la pareja perfecta a mi lado con su traje negro ycamisa blanca.Era guapo y cuando iba tan serio como ahora, con esamirada intensa que todos que se nos cruzaban se alejabande nuestro camino, me entraban ganas de tirarme a susbrazos y besarlo. Y otras cosas.Él no sabía lo que había planeado con Isabella, no hubomanera de encontrar un momento a solas o un lugar dondepoder hablar sin mied
Han pasado tres meses desde que mi pesadilla terminó,tres meses desde que nació mi hija y tres días desde quevolví al trabajo. Rechacé la oferta de Isabella, la doctora queera amiga de Olivia, y retomé mi puesto en el hospital. Aquíconocía a la mayoría de los médicos y enfermeros y lo másimportante es que estaba a pocos minutos del apartamento.Liv se quedaba en casa con Greta y el primer día llorémás que ella. ¡Dios! Ella ni siquiera me echó de menos, esun bebé, mientras tiene el biberón lleno y el pañal seco estáfeliz.No he vuelto al trabajo a jornada completa, solo cinco #buenovelaresumenhoras por la mañana que fue lo que recomendó miterapeuta. No me gustaba, el trabajo no la terapeuta. Curar,ayudar, es lo que me hacía ilusión, pero ahora ya no.El ambiente del hospital me parecía demasiado informal,agobiante, frío. Veía los pacientes ir y venir, una consulta enurgencias por algún dolor y en la mayoría de los casos leenviaba a casa con una receta. No sabía si seguían
Lake SpringJason Farell, el alcalde me esperaba para una entrevista.¿Cómo diablos pasó esto?Un día estaba pensando en que me gustaría irme a vivir aun pueblo pequeño y al siguiente el padre de Colin, Kyle, medice que hay un puesto perfecto para mí. Eso fue eldomingo y hoy el martes estoy sentada en el coche deGreta mirando al centro del pueblo.Tiendas pequeñas, personas caminando tranquilamente.Una cafetería donde siempre hay alguien entrando osaliendo. Un gran edificio al fondo con una gran placa quedice Ayuntamiento, otro a su lado más pequeño, pero másmoderno que al parecer era el centro médico.Es primavera, los árboles han reverdecido. Hay flores entodos los sitios, arriba en las ventanas y en los balcones,abajo en la calle en macetas o en pequeños maceterosdelante de todas las tiendas.El pueblo es perfecto, demasiado perfecto.Seguramente el sueldo es una mierda y el alcal
¡Maldito infierno!Soy idiota, irremediablemente idiota. No sé cuántas vecesme tiene que pasar lo mismo para aprender. Maldije alimbécil que no señalizó delante de mi coche y después degirar a la izquierda aparqué el coche.Mi casa no era nueva, había sido construida hace más deochenta años y necesitaba mucho trabajo, pero nunca teníatiempo. A lo mejor era el tiempo de vender y comprar algonuevo. A lo mejor era el tiempo de un cambio.Llevaba mucho tiempo sintiéndome inquieto, pero loignoré. Pensé que era por todo lo que estaba ocurriendo, laboda de mi padre con Lidia, el nacimiento de los niños, mishermanos. Luego la boda de Rachel y su embarazo. Elsecuestro de Ailín.Todo eso añadido al trabajo, al cansancio, me hace desearun poco de paz. Algo sin criminales, sin delitos, sin tenerque cuidar mi espalda cada día.Entré en la casa y me quedé en la entrada mirandoalrededor. Una casa