Lo sentía desde la punta de mis pies, subiendo por mis
pantorrillas, arriba enroscándose como una serpiente,ahogándome con su oscuridad y malicia. Por primera vez nisiquiera las pequeñas manos de Liv tocándome no podíanliberarme. Ni siquiera los sonidos que hacía ella succionadono podían penetrar el miedo.Estaba atrapada.Era real. El infierno era real y lo estaba viviendo. Iban aquitármelo todo, a Liv, a Ian, a Olivia. Todo, iban a dejarmesola en el mundo. Sola y esperando un final que tardaráaños en llegar.Estaba atrapada en mi mente y no sentí a Liv quedarsedormida como tampoco escuché a Ian entrar en lahabitación hasta que no me cubrió con la manta. Levanté lacabeza asustada y dejé salir un pequeño grito.—Lo siento —dijo Ian enderezándose y levantando lasmanos—. Pensé que estabas dormida.—No, creo que ya he dormido suficiente.Miré el reloj y vi que eran pasadas las tres. Pen—¡Jodida mierda! —exclamé colgando y guardando elteléfono en el bolsillo.Justo lo que necesitaba ahora mismo, más líos, másproblemas que no podía resolver. Sabía que Uma iba adarme problemas, pero no sabía que íbamos a llegar a esto.Pero dejé eso a un lado y entrecerrando los ojos busqué alhombre que había visto hace poco entrar.El Tigre era su apodo y nunca pudo entender por qué. Eraun hombre bajo, delgado y con una barba que le hacía versecomo uno de los siete enanitos. A pesar de vivir en el peorde los barrios, de que sus amigos eran la escoria de lasociedad, él era un buen hombre.En el interior, muy bien oculto de los ojos de los demáshabía un corazón listo para ayudar cada vez que tenía laposibilidad. Esperaba que hoy la tenía.Lo miré mientras intentaba conquistar a una mujer rubiay no pude evitar sonreír cuando ella lo rechazó. Pero él norenunció, lo intentó con otra y otra ha
Lo sabía.Lo sentía en cada célula de mi cuerpo.Lo soñé la noche anterior.¡Dios!Iba a pasar de nuevo, alguien querido iba a morir y nohabía nada que podía hacer para impedirlo. Liv. Ian. Olivia.Liz. Sarah. Uno de ellos o todos.Días atrás Ian se marchó para conseguir informaciónsobre los Sanders, me asusté para que mentir y decir queno me preocupé por él en cada momento. Me asustépensando que podría pasarle algo, que podría pasarme a mialgo sin él. No sé cómo o cuándo, pero Ian era misalvavidas, no podía estar sin él.Fueron solo tres días sin él, días en que estuve muy bienacompañada.Liz apareció de la nada, aunque no era exactamente de lanada. Era culpa de ese hombre terco que por lo vistocontinuaba tratando a Liz de la misma manera. Conindiferencia y eso la volvía loca. Ella estaba a punto derenunciar, creo que lo hubiera hecho hace mucho, elproblema es que es muy difícil renunci
Temblaba.Sabía que todo iba a salir bien, pero eso no me impedíatemblar. Subí las escaleras del juzgado agarrando confuerza la mano de Ian. Había tenido mucho cuidado por lamañana cuando me vestía, había elegido un vestido negro,ajustado y elegante. Zapatos con tacones altos y alrededorde mi cuello las perlas de mi abuela que las heredó mimadre y luego yo, que en algún momento heredará Liv. Elcabello suelto caía en ondas brillando después de todo eltiempo que pasé en el espejo peinándome.Ian, era la pareja perfecta a mi lado con su traje negro ycamisa blanca.Era guapo y cuando iba tan serio como ahora, con esamirada intensa que todos que se nos cruzaban se alejabande nuestro camino, me entraban ganas de tirarme a susbrazos y besarlo. Y otras cosas.Él no sabía lo que había planeado con Isabella, no hubomanera de encontrar un momento a solas o un lugar dondepoder hablar sin mied
Han pasado tres meses desde que mi pesadilla terminó,tres meses desde que nació mi hija y tres días desde quevolví al trabajo. Rechacé la oferta de Isabella, la doctora queera amiga de Olivia, y retomé mi puesto en el hospital. Aquíconocía a la mayoría de los médicos y enfermeros y lo másimportante es que estaba a pocos minutos del apartamento.Liv se quedaba en casa con Greta y el primer día llorémás que ella. ¡Dios! Ella ni siquiera me echó de menos, esun bebé, mientras tiene el biberón lleno y el pañal seco estáfeliz.No he vuelto al trabajo a jornada completa, solo cinco #buenovelaresumenhoras por la mañana que fue lo que recomendó miterapeuta. No me gustaba, el trabajo no la terapeuta. Curar,ayudar, es lo que me hacía ilusión, pero ahora ya no.El ambiente del hospital me parecía demasiado informal,agobiante, frío. Veía los pacientes ir y venir, una consulta enurgencias por algún dolor y en la mayoría de los casos leenviaba a casa con una receta. No sabía si seguían
Lake SpringJason Farell, el alcalde me esperaba para una entrevista.¿Cómo diablos pasó esto?Un día estaba pensando en que me gustaría irme a vivir aun pueblo pequeño y al siguiente el padre de Colin, Kyle, medice que hay un puesto perfecto para mí. Eso fue eldomingo y hoy el martes estoy sentada en el coche deGreta mirando al centro del pueblo.Tiendas pequeñas, personas caminando tranquilamente.Una cafetería donde siempre hay alguien entrando osaliendo. Un gran edificio al fondo con una gran placa quedice Ayuntamiento, otro a su lado más pequeño, pero másmoderno que al parecer era el centro médico.Es primavera, los árboles han reverdecido. Hay flores entodos los sitios, arriba en las ventanas y en los balcones,abajo en la calle en macetas o en pequeños maceterosdelante de todas las tiendas.El pueblo es perfecto, demasiado perfecto.Seguramente el sueldo es una mierda y el alcal
¡Maldito infierno!Soy idiota, irremediablemente idiota. No sé cuántas vecesme tiene que pasar lo mismo para aprender. Maldije alimbécil que no señalizó delante de mi coche y después degirar a la izquierda aparqué el coche.Mi casa no era nueva, había sido construida hace más deochenta años y necesitaba mucho trabajo, pero nunca teníatiempo. A lo mejor era el tiempo de vender y comprar algonuevo. A lo mejor era el tiempo de un cambio.Llevaba mucho tiempo sintiéndome inquieto, pero loignoré. Pensé que era por todo lo que estaba ocurriendo, laboda de mi padre con Lidia, el nacimiento de los niños, mishermanos. Luego la boda de Rachel y su embarazo. Elsecuestro de Ailín.Todo eso añadido al trabajo, al cansancio, me hace desearun poco de paz. Algo sin criminales, sin delitos, sin tenerque cuidar mi espalda cada día.Entré en la casa y me quedé en la entrada mirandoalrededor. Una casa
Mudarme parecía fácil. Tan fácil como empacar y llamar a una empresa de mudanzas. Claro, fácil. Pero no contaba con Liv que odiaba la silla del coche, un coche nuevo que había comprado con el dinero del monstruo. Jason me había asegurado de que no necesitaba un coche en Lake Spring, la casa estaba cerca del centro médico y todo estaba ahí, tiendas, guardería, farmacia. Pero quería tener la posibilidad de marcharme cuando me apetecía, sí quería ir a la ciudad no tener que esperar a un taxi o pagar los precios desorbitados. Liz me acompañó al concesionario de coches y al principio pensé que era una mala idea, ni una de las dos tenía idea de coches y eso fue claro cuando Liz se puso muy contenta al ver un coche rosa. Puse los ojos en blanco y la llevé a un todoterreno. Ahí nos encontró un vendedor y aunque yo no sabía nada de coches, sabía cuando intentaban estafarme. Al parecer, Liz también sabía
No podía dormir.Podría ser el dormitorio desconocido. Bueno, no tandesconocido. Era de Ian. Por extraño que parezca acabédurmiendo en dormitorio y no fue decisión mía. Habíacuatro habitaciones en la planta de arriba, uno de Ian, otrode invitados con una cama grande que ya estaba ocupadopor Nora y Dean, otro con una cama pequeña que elegí paramí y Liv. Pensaba empujar la cama hacia la pared ypodríamos dormir las dos ahí, pero Nora no quiso escuchar.En cuanto le dije que Liv no dormía en su cuna por lanoche insistió en ver la otra habitación, igual que la quehabía elegido yo, pero con la mala suerte de que la camahacía un ruido horrible.Entonces Nora me ofreció su habitación. Me negué. Lointentó una y otra vez e Ian nos encontró en medio delpasillo discutiendo. Sacudió lo cabeza que por lo que hevisto es su manera de reaccionar cuando piensa que lasmujeres están locas de atar, y abrió