Unos meses han pasado desde el nacimiento de los trillizos. Sebastián es muy celoso con su pequeña princesa, no deja que la miren. Llega del trabajo directo a saludar a sus pequeños.—Familia, llegué —habla Sebastián desde la puerta. —¡Mi niño llegó! ¡Nana! ¿Cómo ha estado el día en la casa? —pregunta Sebastián con una hermosa sonrisa. —Excelente, mi niño.—¡Cariño, llegaste! —habla María acercándose a él y dejando un beso en sus labios. —Hola hermosa —le responde Sebastián con una hermosa sonrisa. ¿Mis hijos? —pregunta Sebastián. —Están en la cama —le contesta María, agarrando su mano y despiertos. —Vamos, mi amor, me muero por saludarlos —le dice Sebastián abrazando a María.Entrando juntos a la habitación, Daniela empieza a balbucear y a sonreír al ver a Sebastián. Esa conexión que hay entre los dos es muy grande, como dice María, difícil de explicar; es un amor entre padre e hija. Sebastián se acerca a ellos y los saluda a los tres dándoles muchos besos, abrazos y mimos. Los al
TRES AÑOS DESPUÉSLa tarde era fresca,de los árboles comenzaban a caer las hojas viejas volando por el suave viento. La iglesia se encontraba llena para la boda de María y Sebastián, familiares y allegados de los novios habían sido invitados. Impaciente, Sebastián esperaba en el altar con Daniela en sus brazos, ya que la princesa no se quiso separar de su padre. Él esperaba la llegada de María, estaba muy nervioso. La boda era sencilla, simple, la boda perfecta para esas dos almas que se aman con el alma y el corazón.Finalmente, la música comenzó a sonar y María entró luciendo radiante en su vestido blanco, caminando hacia Sebastián con una sonrisa que iluminaba su rostro.El cura empezó con la ceremonia, una hora después llegaron los votos. —Hablo María: "Yo te recibo como mi esposo, compañero, por el resto de mi vida. Eres mi segundo amor, mi segunda oportunidad para ser feliz. Gracias por estos años donde me has llenado de amor y felicidad. Te amo, Sebastián", colocando el anillo
Sebastián se sentó en la cama preocupado. No sabía cómo decirle a su esposa que tenían que volver por los niños. Escuchó la puerta del baño que se abrió y vio salir a la mujer más linda y sexy del baño. Ella le brindó una sonrisa. —¿Qué pasa, Sebastián? —preguntó María, sentándose en el regazo de su amado esposo. —No sé cómo decírtelo, amor —habló Sebastián un poco nervioso.María se acercó a él y le dio un casto beso en los labios. —Colocó su mano en su mejilla. ¿Qué pasa, mi amor? —preguntó María levantando sus cejas. Sebastián pasó saliva y se dispuso a contarle a su amada esposa sobre la llamada.—María, mi amor, tu tía Daniela me llamó y nuestra pequeña princesita no ha parado de llorar. María soltó una carcajada.—Sebastián, mi príncipe hermoso, ya lo veía venir. Por eso te pedí que reservaras esta habitación del hotel de mis padres para pasar la noche de bodas juntos. Me imagino que quieres ir por los niños de una vez.—Sí, amor, lo lamento por nuestra luna de miel. —Vamos a re
Al llegar a la playa, todos bajaron del auto rápido. "Papi", gritó Daniela, "¿me llevas a nadar, por favor?" Unió sus pequeñas, manitos en señal de súplica y añadió un "por favor".—Vamos, mi pequeña encantadora aventurera.Respondió Sebastián con una sonrisa. Juntos caminaron hacia la orilla del mar, sintiendo la brisa marina en sus rostros y escuchando el sonido de las olas rompiendo suavemente en la costa.Daniela corrió hacia el agua cristalina y se sumergió con alegría, chapoteando y riendo con cada ola que la mecía. Sebastián la observaba con orgullo desde la arena, disfrutando de verla tan feliz y llena de vida.Después de un rato, entraron Daniel junto a Darío. María y Sebastián los vigilaban desde la orilla de la playa con una sonrisa, abrazados. Después de un buen tiempo, salieron del agua los trillizos, correteando por la playa, recogieron conchas y corrieron a los cogidos entre ellos. Sebastián los seguía de cerca, asegurándose de que estuvieran seguros y disfrutando de c
Ante la muerte no podemos hacer nada, y mucho menos cuando nos llega de repente perdiendo a uno de nuestros seres queridos. Quedamos con el corazón roto, conmovidos, la mirada triste y sin ganas de vivir. Es la ley de la vida: nacer, crecer, formar una familia y morir, pero nunca es fácil aceptar la muerte de un amigo, hermano, tan joven. Mi corazón quedó destrozado cuando me enteré de la muerte de Daniel, mis lágrimas no paraban en ese momento. Pero fui fuerte y me presenté el día de su entierro al ver a María destrozada, rota por dentro. Le prometí a Daniel que la cuidaría y estaría con ella para siempre. Nadie sabe lo que llevas por dentro, lo que sientes. Mil veces me reproché por amar y desear a María. No fue fácil aceptar nuestro amor pensando en que le fallábamos a Daniel. Descansa en paz, hermano. El padre terminó de leer el sermón de la misa del aniversario de Daniel, hoy cumple cinco años de haberlo perdido. Escuché al padre decir "En el nombre del Padre , del hijo y del es
Miro la mesa donde nos encontramos todos festejando el quinto cumpleaños de mis trillizos.—Hola amor —me abraza Sebastián desde atrás, colocando su cabeza en mi cuello—, ¿estás bien? —me pregunta acariciando mi vientre. —Sí, estoy bien —le contesto con una sonrisa—, es solo que al ver la felicidad de todos me llena el corazón.—Mira lo pervertida que sigue siendo mamá con papá, es olímpico, difícil de creer que después de tantos años se sigan amando así.—Así es nuestro amor fuerte, María —me susurra Sebastián cerca de mi oído y mordiendo el lóbulo de mi oreja como el amor de Soledad y Giacomo. Me voltea y me da un beso lento que poco a poco va subiendo la temperatura. —¡Papi! —escuchamos esa vocecita que nos saca de nuestro momento romántico. Los dos volteamos a mirar.—¿Qué quiere mi pequeña princesa? —pregunta Sebastián con una sonrisa—. —Que reparta la torta, quiero comer pastel, estoy aburrida de meterle el dedo a la crema.—Nosotros también estamos aburridos de lamer el pastel
María empezó a sentirse un poco mal por los síntomas del embarazo, así que empezó a llegar un poco tarde a la oficina. Sebastián llegaba más temprano a la empresa y María aprovechaba para llevar a los trillizos al colegio. Micaela y Erika fueron a buscar a María a la hora del almuerzo, y Sebastián estaba con María en la oficina. Él estaba metido entre las piernas de su adorada esposa, mientras María le pedía que se moviera más rápido, más duro entre jadeos. Micaela se asomó por la puerta y preguntó: "¿Podemos pasar?".—No —gritó Sebastián y María con la voz entrecortada.—Solo venimos a invitar a comer a María. Pero yo no vi nada —dice Micaela tapándose los ojos—. ¿Qué pasa? Pregunta, Erika abriendo la puerta de par en par. ¡Mierda!, y cerró la puerta.María y Sebastián se quedaron boquiabiertos por la inesperada interrupción de Erika y Micaela. Ambos trataron de recomponerse rápidamente, mientras se ponían de pie y se arreglaban la ropa de manera apresurada.Después de unos momentos
Después de algunos días, María se reunió con Abigail y Ángeles y les contó lo que había pasado en el colegio de los trillizos con la profesora.—Yo de ti la hubiera amenazado —habló Abigail, dándole un mordisco a su sándwich—. ¿Cómo? —preguntó María mirando a Abigail.—Con una pistola de agua. Yo lo hice con la mamá de una compañera de los quintillizos, casi se orina del susto, pero se la quité de encima en esa época a Helena —murmuró Abigail con una sonrisa.—¿Con una pistola de agua? ¿Es en serio, Abigail? —preguntó Ángeles con una sonrisa a medias.—Es cierto, no les miento. Después de que me subí al auto, tuve que ocultar mi risa por los niños, pero apenas llegué a casa, estallé en una carcajada.-¿Y qué pasó después? —preguntó María con curiosidad.-Bueno, la mamá de la niña se quedó tan asustada que nunca más se metió conmigo ni con ninguno de mis hijos —respondió Abigail con orgullo.-¡Eres increíble, Abigail! —exclamó Ángeles riendo.María no podía dejar de reírse al imaginar