Miro la mesa donde nos encontramos todos festejando el quinto cumpleaños de mis trillizos.—Hola amor —me abraza Sebastián desde atrás, colocando su cabeza en mi cuello—, ¿estás bien? —me pregunta acariciando mi vientre. —Sí, estoy bien —le contesto con una sonrisa—, es solo que al ver la felicidad de todos me llena el corazón.—Mira lo pervertida que sigue siendo mamá con papá, es olímpico, difícil de creer que después de tantos años se sigan amando así.—Así es nuestro amor fuerte, María —me susurra Sebastián cerca de mi oído y mordiendo el lóbulo de mi oreja como el amor de Soledad y Giacomo. Me voltea y me da un beso lento que poco a poco va subiendo la temperatura. —¡Papi! —escuchamos esa vocecita que nos saca de nuestro momento romántico. Los dos volteamos a mirar.—¿Qué quiere mi pequeña princesa? —pregunta Sebastián con una sonrisa—. —Que reparta la torta, quiero comer pastel, estoy aburrida de meterle el dedo a la crema.—Nosotros también estamos aburridos de lamer el pastel
María empezó a sentirse un poco mal por los síntomas del embarazo, así que empezó a llegar un poco tarde a la oficina. Sebastián llegaba más temprano a la empresa y María aprovechaba para llevar a los trillizos al colegio. Micaela y Erika fueron a buscar a María a la hora del almuerzo, y Sebastián estaba con María en la oficina. Él estaba metido entre las piernas de su adorada esposa, mientras María le pedía que se moviera más rápido, más duro entre jadeos. Micaela se asomó por la puerta y preguntó: "¿Podemos pasar?".—No —gritó Sebastián y María con la voz entrecortada.—Solo venimos a invitar a comer a María. Pero yo no vi nada —dice Micaela tapándose los ojos—. ¿Qué pasa? Pregunta, Erika abriendo la puerta de par en par. ¡Mierda!, y cerró la puerta.María y Sebastián se quedaron boquiabiertos por la inesperada interrupción de Erika y Micaela. Ambos trataron de recomponerse rápidamente, mientras se ponían de pie y se arreglaban la ropa de manera apresurada.Después de unos momentos
Después de algunos días, María se reunió con Abigail y Ángeles y les contó lo que había pasado en el colegio de los trillizos con la profesora.—Yo de ti la hubiera amenazado —habló Abigail, dándole un mordisco a su sándwich—. ¿Cómo? —preguntó María mirando a Abigail.—Con una pistola de agua. Yo lo hice con la mamá de una compañera de los quintillizos, casi se orina del susto, pero se la quité de encima en esa época a Helena —murmuró Abigail con una sonrisa.—¿Con una pistola de agua? ¿Es en serio, Abigail? —preguntó Ángeles con una sonrisa a medias.—Es cierto, no les miento. Después de que me subí al auto, tuve que ocultar mi risa por los niños, pero apenas llegué a casa, estallé en una carcajada.-¿Y qué pasó después? —preguntó María con curiosidad.-Bueno, la mamá de la niña se quedó tan asustada que nunca más se metió conmigo ni con ninguno de mis hijos —respondió Abigail con orgullo.-¡Eres increíble, Abigail! —exclamó Ángeles riendo.María no podía dejar de reírse al imaginar
—Papi, mira un pajarito volando por allá —dice mi pequeña Daniela mientras corre por el jardín de la mansión. Mi princesa y mis dos príncipes ya tienen cinco años y son todo un terremoto.—Sí, mi hermosa princesa. Pero trata de no ensuciarse mucho, porque tu mamá nos va a matar a los dos. Tenemos que ir a la casa de tu tía Abigail, hoy es el cumpleaños de los quintillizos —le recuerdo abrazándola y dándole un beso. Te amo, hija.—Yo te amo mucho, papito, y quiero ir a mostrarle a Hanna y a Helena mi vestido de princesa —me dice dando saltos de alegría.Ángeles, Abigail y Micaela se mudaron muy cerca de nosotros, cada uno tiene su propia mansión sin salirse del barrio.Cada día recuerdo a Daniel por haberme permitido criar a sus hijos. Una vez al mes llevo a Daniel, Daniela y Darío al cementerio a llevarle flores a mi mejor amigo y padre de mis tres terremotos. Ellos saben que él es su padre y está en el cielo velando y cuidando por ellos, al igual que nosotros aquí.La vida me ha prem
María estaba en casa con Sebastián, después de llegar de la oficina. Los dos habían tenido mucho trabajo en la empresa: reuniones, proyectos. El embarazo le ha afectado mucho a María y no puede comer mucho, ya que lo vomita todo. Después de cenar, Sebastián acostó a los trillizos y les leyó un cuento, mientras María se recostaba en la cama, se sentía rendida, agotada y lo único que quería era dormir.Sebastián entró a la habitación, se acostó a su lado, le acarició el vientre y le dijo: —¿Crees que el bebé está enojado por algo?—No lo creo, amor. —Yo sí creo, enana. No deja que tengas algo de comida en el estómago, está enojado por eso y te ha hecho vomitar tan seguido. Sebastián empezó a hablarle al bebé: —Hola, mi pequeño bebé, soy papá y estamos felices por tenerte.Tienes que dejar que mami pueda comer y retener la comida, no la hagas vomitar más, mi pequeño. Además, tienes que crecer fuerte y sano. Tan chiquito y ya haciendo travesuras, tus hermanos siempre fueron muy juiciosos d
Durante los siguientes dos meses, Sebastián y María organizaron todo para la llegada de los nuevos bebés. Terminaron de decorar la habitación para los gemelos. El vientre de María estaba por explotar, se sentía cansada con seis meses de embarazo. Pero su felicidad nadie se la quitaba.—Hola, mamita —entra Daniela con la respiración entrecortada—, ¿de dónde vienes, Daniela?—De jugar con Daniel y Darío a los videojuegos, pero siempre pierdo —se sienta en la cama colocando su mano en el vientre de María—. ¿Cuánto quisiera una hermanita? —pero no tenían que ser dos niños, seré la única niña —y ella se cruza de brazos haciendo malas caras.—Jajaja, hija, perdón por no traer una hermanita para ti. Algún día la tendré, mami, ya se la pedí a Dios y Él todo lo puede.—Daniela, hija, yo no voy a tener más hijos, mi vida hermosa —eso no es impedimento, mami, hay muchos niños en la calle solitos sin sus papás.Podemos adoptar a uno de ellos y así tendré una hermanita. —Daniela miró a su mamá con
Ha pasado un mes y Sebastián contrató una nueva asistente porque hay demasiado trabajo. Micaela reemplazó a María, ya que el embarazo le ha afectado un poco. "Tomaron la decisión de que ella se quede en casa".Hoy María tiene un antojo muy grande y es por el banano de Sebastián.—Niños, ya es hora de irnos,—ya vamos mami respondieron todos al unísono.—¿Mami, tenemos que ir a la empresa?—preguntó Darío.—No, ¿me quieres acompañar? —habló María con un hilo de voz "por lo sensible que está por el embarazo".—Darío miró a sus hermanos y entendió, si mami, yo quiero ir—contestó él con una sonrisa.—Vamos al auto, el chófer nos espera —habló María, todos la siguieron. Daniela, Daniel, Sofía y Darío subieron al auto directo a la empresa. María contaba los minutos para reclamar lo que es suyo.No dejó a los niños en la casa porque no hay quien los cuide, pero ya les había mandado un mensaje a Omar y a Micaela para que los recibieran en la entrada de la empresa y los cuidaran mientras ella vi
Sebastián siempre cuida y mima a María, él le cumple todos sus antojos y caprichos, incluso los niños han adoptado la idea para evitar ver llorar a su mamá. Él es el esposo perfecto: amable, dulce y cariñoso, y los niños también son así, los mejores hijos para María. Ella se sentía tan feliz y afortunada que se preguntaba qué había hecho para tener tanta felicidad, y le pedía a Dios que fuera para toda la vida. Sebastián había salido a comprar helado para María, ya que se le antojó a media noche. Mientras Sebastián manejaba, escuchó su teléfono y al mirar quién lo llamaba, sonrió. Él contestó: "¡Cariño! ¿Todo bien?", preguntó Sebastián. "¿Ya vienes, amor?", le preguntó María. "Sí, estoy cerca de casa. Dentro de diez minutos llegaré, mi reina". "Date prisa o el helado se derretirá, mi príncipe. Además, Santiago, Miguel y yo nos morimos por probarlo". "Enseguida llegaré, sean un poco pacientes. Diles eso a mis dos bebés", respondió Sebastián con una sonrisa.Finalmente, Sebastián llegó