"Ay", se quejó Carla, sobándose la mejilla, "no te enojes María, eres la cornuda jajaja".Omar se dio cuenta de que Sebastián no reaccionaba. "¿Qué le hiciste, Carla?".—Nada, solo se quedó dormido después de tanto ejercicio entre los dos.—Habla, Carla, ¿qué le hiciste a mi hermano? —dijo, mirándola con ganas de matarla.—María, llama a una ambulancia —dijo Omar con lágrimas en los ojos. Por más que lo movía, Sebastián no reaccionaba.María llamó y pidió una ambulancia. Mientras tanto, Carla caminó hacia la puerta para irse, pero fue detenida por María, quien la jaló del cabello con fuerza. La mirada de María se volvió fría, lo que hizo que Carla, al verla, sintiera un escalofrío recorrer todo su cuerpo.María le quitó la camisa a Carla, dejándola como la encontró, sin una prenda de vestir. La agarró fuertemente del cabello y la sacó arrastrada de la oficina de Sebastián.Carla se retorcía de dolor, intentando liberarse del agarre de María, pero era inútil. Omar la observaba con una
María estaba en la bodega dándole un afrodisíaco a Carla.—Ahora vas a tener una tarde con todos estos hombres —habló María mirando a Carla con odio, pero ella cogió a Carla a golpes "como un saco de boxeo'.—María, mátame de una vez, te lo suplico —susurró Carla con lágrimas. —No lo voy a hacer. Primero vas a disfrutar con todos estos hombres, por casi matar a Sebastián.Pero ya me tienes cansada con tantos gritos y lamentos, así que te quedas sin tu lengua —María agarró un cuchillo y se la cortó. Carla lloraba, sus gritos ya no se escuchaban más.María la dejó tirada en el suelo, sin poder hablar ni pedir ayuda. La sangre brotaba de su boca, pero María estaba decidida a que Carla pagara por lo que había hecho.Después de un rato, María regresó a la bodega con una sonrisa en el rostro. Había cumplido su venganza, y ahora Carla estaba indefensa y silenciada para siempre.Pero en el fondo de su corazón, María sabía que lo que había hecho no estaba bien. Sabía que la violencia no era la
Hola mi bananon —entra María a la habitación del hospital donde está Sebastián.—Mi enana, ¿dónde estabas, mi amor? —pregunta Sebastián con una sonrisa. —Solucionando algo. Pero ya terminé —le contesta María dándole un beso en los labios a su esposo. ¿Cómo te sientes, mi rey? —Mejor, con ganas de salir de aquí.¿Ya mandaste a Carla a otro mundo, mi princesa? —Papá terminó con ella, yo solo fui a saludarla, nada más. ¡Cariño! —responde María acostándose al lado de Sebastián.—Tuve mucho miedo, mi amor, de perderte para siempre, de ver llorar a nuestros hijos por tu partida. —No llores, mi amor, aquí estoy y aquí estaré con nuestros hijos, amándote cada día más y más.—Te amo, mi vida, eres mi todo —dice Sebastián mientras acaricia el rostro de ella con ternura. —Y yo a ti, mi bananon, eres mi fuerza, mi razón de vivir —responde María con los ojos llenos de amor. Ambos se abrazan con fuerza, sintiendo la felicidad de poder estar juntos y de superar juntos los momentos difíciles. En ese
Tres años despuésDurante estos ocho años, he aprendido a vivir con la ausencia de Daniel, a valorar los momentos que compartimos juntos y a seguir adelante a pesar del dolor que su partida dejó en mi corazón.La tristeza y la melancolía aún me invaden en ciertas ocasiones, pero el amor y los recuerdos felices que compartimos me ayudan a seguir adelante.Aunque ya han pasado ocho años, su recuerdo sigue vivo en mi mente y en mi corazón, y siempre estará presente en mi vida. La muerte es parte inevitable de la vida, es un proceso natural que todos debemos enfrentar en algún momento.Aceptar la pérdida de un ser querido es un proceso difícil y doloroso, pero es necesario para poder seguir adelante y encontrar la paz interior.A medida que han pasado los años, he aprendido a aceptar la muerte de Daniel y a recordarlo con amor y gratitud por todo lo que vivimos juntos. Aunque su ausencia sea dolorosa, sé que él está en un lugar mejor y que algún día nos volveremos a encontrar en la eterni
Sebastián y María salieron con los gemelos para llevarlos al colegio de los niños. Mientras él manejaba, los pequeños cantaban la canción infantil "La Loca Lola y el Gallo Pinto" a todo pulmón. Sebastián miró a su esposa dándole una sonrisa cómplice mientras se dirigían al colegio de los niños.La mañana estaba fresca y soleada, perfecta para comenzar el día con alegría. María estaba sentada en el asiento del copiloto sosteniendo la mano de Sebastián, y los gemelos seguían cantando. Sebastián subió el volumen de la radio y la canción infantil comenzó a sonar de nuevo, haciendo que los pequeños cantaran con más entusiasmo.Los gemelos reían y movían sus manitas al ritmo de la música, emocionados por el viaje al colegio de sus hermanos. Sebastián, con una sonrisa en el rostro, miraba a su familia en el espejo retrovisor y se sentía feliz de compartir esos momentos juntos. Al llegar al colegio, Sebastián estacionó el auto y los gemelos bajaron corriendo, aún tarareando.Todos entraron al
Siento unos besos suaves en mi espalda y no necesito abrir mis ojos para saber quién es. —¡Buenos días, mi hermosa esposa! —me susurra Sebastián en mi oreja. —¿Cómo amaneció la mujer más sexy, hermosa, linda, la mejor esposa de este mundo y la mamá más maravillosa de la vida? —abro mis ojos y me encuentro con la mirada seductora de mi hombre, mi esposo, mi complemento, mi fuerza, mi felicidad completa.—Creo que hace mucho tiempo no dormía hasta tarde. ¿Qué hora es, mi amor? —le pregunto dándole un besito en esos labios que me invitan a pecar.—Son las 10 de la mañana, dormilona. Te traje el desayuno.—¡Oh, qué rico! Gracias, amor. Eres demasiado perfecto para ser real —le digo con una sonrisa de oreja a oreja mientras me incorporo en la cama para recibir el desayuno que me ha mandado a preparado.—No hay nada que no haga por ti, mi amor. Eres mi todo —me responde con ternura, haciendo que mi corazón se llene de amor y gratitud por tener a alguien tan increíble a mi lado.Desayunamos
EpilogoCatorce años despuésMiro a mi hermosa esposa acostada en la cama con su espalda descubierta y no puedo evitar una sonrisa en mi rostro. Mañana cumplimos veintidós años de estar juntos, hemos formado una gran familia. Me siento en la orilla de la cama, pensando en mis hijos que ya son unos adultos.Los trillizos tienen veintidós años junto a Sofía, están hermosos. Hoy llegan Sofía y Darío de viaje. Los gemelos, con diecisiete años, son todos unos torbellinos y enamorados, los condenados, eso sí, ninguno por ahora ha tenido novia. Y mi pequeña Tatiana, con tan solo ocho años de edad, es la última que tuvimos con María. Ella se parece en todo a mi hermosa esposa. De todos nuestros hijos, es la única que sacó el color de ojos de María, "verdes", y es la más traviesa.—Buenos días, mi amor —me susurra mi esposa, mordiendo el lóbulo de mi oreja—. Buenos días, cariño. Nos damos un delicioso beso cuando la puerta, es abierta por un pequeño torbellino—. Buenos días, padres míos de mi
—Salgo de casa directo a la iglesia, hoy es mi día, me caso con mi hermosa brujita, pero de repente, dos camionetas negras blindadas empiezan a disparar.Acelero el auto, pero llamo a mi abuela Franchesca al celular de ella donde suena dos veces hasta que escucho su voz.—Hola Daniel, ¿dónde estás? —me pregunta mi abuela, y yo acelero más el carro, nervioso, no puedo hablar no me salen las palabras de la angustia que siento en estos momentos ,hasta qué logro decir.Ayúdame, abuela, me están siguiendo y disparando, no sé quiénes son, pero te digo las placas de los autos por si me pasa algo grave.Dile a María que la amo demasiado y que me perdone por no haber llegado a nuestra boda, por no cumplir la promesa de estar juntos para siempre —le digo entre lágrimas—. Dile que sea feliz por los dos.—Abuela, dile a Sebastián que cuide y proteja a mi tesoro, confío en él —me estrello con un árbol.—Daniel, Daniel —No, mi nieto, no.¿Estás bien? ¿Me escuchas? —escucho la voz angustiada de mi a