Después de algunos días, María se reunió con Abigail y Ángeles y les contó lo que había pasado en el colegio de los trillizos con la profesora.—Yo de ti la hubiera amenazado —habló Abigail, dándole un mordisco a su sándwich—. ¿Cómo? —preguntó María mirando a Abigail.—Con una pistola de agua. Yo lo hice con la mamá de una compañera de los quintillizos, casi se orina del susto, pero se la quité de encima en esa época a Helena —murmuró Abigail con una sonrisa.—¿Con una pistola de agua? ¿Es en serio, Abigail? —preguntó Ángeles con una sonrisa a medias.—Es cierto, no les miento. Después de que me subí al auto, tuve que ocultar mi risa por los niños, pero apenas llegué a casa, estallé en una carcajada.-¿Y qué pasó después? —preguntó María con curiosidad.-Bueno, la mamá de la niña se quedó tan asustada que nunca más se metió conmigo ni con ninguno de mis hijos —respondió Abigail con orgullo.-¡Eres increíble, Abigail! —exclamó Ángeles riendo.María no podía dejar de reírse al imaginar
—Papi, mira un pajarito volando por allá —dice mi pequeña Daniela mientras corre por el jardín de la mansión. Mi princesa y mis dos príncipes ya tienen cinco años y son todo un terremoto.—Sí, mi hermosa princesa. Pero trata de no ensuciarse mucho, porque tu mamá nos va a matar a los dos. Tenemos que ir a la casa de tu tía Abigail, hoy es el cumpleaños de los quintillizos —le recuerdo abrazándola y dándole un beso. Te amo, hija.—Yo te amo mucho, papito, y quiero ir a mostrarle a Hanna y a Helena mi vestido de princesa —me dice dando saltos de alegría.Ángeles, Abigail y Micaela se mudaron muy cerca de nosotros, cada uno tiene su propia mansión sin salirse del barrio.Cada día recuerdo a Daniel por haberme permitido criar a sus hijos. Una vez al mes llevo a Daniel, Daniela y Darío al cementerio a llevarle flores a mi mejor amigo y padre de mis tres terremotos. Ellos saben que él es su padre y está en el cielo velando y cuidando por ellos, al igual que nosotros aquí.La vida me ha prem
María estaba en casa con Sebastián, después de llegar de la oficina. Los dos habían tenido mucho trabajo en la empresa: reuniones, proyectos. El embarazo le ha afectado mucho a María y no puede comer mucho, ya que lo vomita todo. Después de cenar, Sebastián acostó a los trillizos y les leyó un cuento, mientras María se recostaba en la cama, se sentía rendida, agotada y lo único que quería era dormir.Sebastián entró a la habitación, se acostó a su lado, le acarició el vientre y le dijo: —¿Crees que el bebé está enojado por algo?—No lo creo, amor. —Yo sí creo, enana. No deja que tengas algo de comida en el estómago, está enojado por eso y te ha hecho vomitar tan seguido. Sebastián empezó a hablarle al bebé: —Hola, mi pequeño bebé, soy papá y estamos felices por tenerte.Tienes que dejar que mami pueda comer y retener la comida, no la hagas vomitar más, mi pequeño. Además, tienes que crecer fuerte y sano. Tan chiquito y ya haciendo travesuras, tus hermanos siempre fueron muy juiciosos d
Durante los siguientes dos meses, Sebastián y María organizaron todo para la llegada de los nuevos bebés. Terminaron de decorar la habitación para los gemelos. El vientre de María estaba por explotar, se sentía cansada con seis meses de embarazo. Pero su felicidad nadie se la quitaba.—Hola, mamita —entra Daniela con la respiración entrecortada—, ¿de dónde vienes, Daniela?—De jugar con Daniel y Darío a los videojuegos, pero siempre pierdo —se sienta en la cama colocando su mano en el vientre de María—. ¿Cuánto quisiera una hermanita? —pero no tenían que ser dos niños, seré la única niña —y ella se cruza de brazos haciendo malas caras.—Jajaja, hija, perdón por no traer una hermanita para ti. Algún día la tendré, mami, ya se la pedí a Dios y Él todo lo puede.—Daniela, hija, yo no voy a tener más hijos, mi vida hermosa —eso no es impedimento, mami, hay muchos niños en la calle solitos sin sus papás.Podemos adoptar a uno de ellos y así tendré una hermanita. —Daniela miró a su mamá con
Ha pasado un mes y Sebastián contrató una nueva asistente porque hay demasiado trabajo. Micaela reemplazó a María, ya que el embarazo le ha afectado un poco. "Tomaron la decisión de que ella se quede en casa".Hoy María tiene un antojo muy grande y es por el banano de Sebastián.—Niños, ya es hora de irnos,—ya vamos mami respondieron todos al unísono.—¿Mami, tenemos que ir a la empresa?—preguntó Darío.—No, ¿me quieres acompañar? —habló María con un hilo de voz "por lo sensible que está por el embarazo".—Darío miró a sus hermanos y entendió, si mami, yo quiero ir—contestó él con una sonrisa.—Vamos al auto, el chófer nos espera —habló María, todos la siguieron. Daniela, Daniel, Sofía y Darío subieron al auto directo a la empresa. María contaba los minutos para reclamar lo que es suyo.No dejó a los niños en la casa porque no hay quien los cuide, pero ya les había mandado un mensaje a Omar y a Micaela para que los recibieran en la entrada de la empresa y los cuidaran mientras ella vi
Sebastián siempre cuida y mima a María, él le cumple todos sus antojos y caprichos, incluso los niños han adoptado la idea para evitar ver llorar a su mamá. Él es el esposo perfecto: amable, dulce y cariñoso, y los niños también son así, los mejores hijos para María. Ella se sentía tan feliz y afortunada que se preguntaba qué había hecho para tener tanta felicidad, y le pedía a Dios que fuera para toda la vida. Sebastián había salido a comprar helado para María, ya que se le antojó a media noche. Mientras Sebastián manejaba, escuchó su teléfono y al mirar quién lo llamaba, sonrió. Él contestó: "¡Cariño! ¿Todo bien?", preguntó Sebastián. "¿Ya vienes, amor?", le preguntó María. "Sí, estoy cerca de casa. Dentro de diez minutos llegaré, mi reina". "Date prisa o el helado se derretirá, mi príncipe. Además, Santiago, Miguel y yo nos morimos por probarlo". "Enseguida llegaré, sean un poco pacientes. Diles eso a mis dos bebés", respondió Sebastián con una sonrisa.Finalmente, Sebastián llegó
Estaba en una junta de socios, junto a mi hermano Omar, entre papeles y carpetas. Por fin aprobamos los nuevos proyectos y diseños de la nueva colección de telas. Me despido de todos los socios, —Señor Suárez, gracias por venir, que tenga un excelente día —gracias Sebastián, salúdame a tu esposa —me responde Suárez dándome la mano. —Sebastián, te ves cansado, hermano —me habla Omar. —Lo estoy —le contesto con una sonrisa —ve a descansar —me dice Omar dándome una palmada en la espalda.—No puedo, Omar, tengo que firmar unos documentos. Sabes, dile a Carla que me prepare un café. Voy a la oficina para terminar rápido y así me voy para la casa a ver a mis hijos y a mi bella esposa con su hermosa barriguita.—Señor Sebastián, aquí le traigo el café que me pidió —le dice Carla, dejando el café en el escritorio con una sonrisa. —Sebastián le dio un sorbo al café y siguió leyendo los papeles. —¡Guapo! —escucho una voz y al levantar la mirada quedo en shock. —¿Qué haces, Carla? —vístete —le d
Me sentía con dolores bajitos en mi vientre. Sé que en cualquier momento nacerán mis pequeños príncipes. No le dije nada a Sebastián esta mañana, ya que tenía una reunión temprano en la empresa, pero los dolores han ido aumentando con el paso de las horas de la mañana, así que tendré que llamar a Sebastián. La puerta es abierta y veo a Martha, la nana de Sebastián. "Mi niña está bien, no ha salido hoy de la habitación", habla Martha acercándose a mi . "Marcarle a Sebastián, no me siento bien, yo creo que los mellizos nacen hoy".Martha, con preocupación en su rostro, llama a Sebastián de inmediato. Él contesta y Martha le da la noticia, "ya voy para allá, alista las dos pañaleras que están en la habitación de los mellizos".Sebastián se levantó de su silla para ir a recoger a María y llevarla al hospital. "Sebastián", gritó Omar, "¿a dónde vas con tanto afán, hermano?". "Mis hijos están por llegar a este mundo, tengo que ir a la casa a recoger a mi esposa", respondió Sebastián. En es