CAPITULO 30

Los rayos del sol iluminan la habitación del hotel. "Buenos días, mi amor. ¿Estás bien?" —"No tengo hambre, Sebastián."

—"Jajajaja, princesa, no hagas esa carita, mi cielo. Voy a llamar para que suban el desayuno." Me acerco a ella y le doy un beso. "Te amo, María", le susurro en el oído.

Ella sonríe y me abraza, agradecida por mi gesto de amor. Mientras esperamos el desayuno, nos acurrucamos en la cama y disfrutamos de la tranquilidad de la mañana.

Después de desayunar juntos, le entra una llamada y la veo sonreír cuando mira la pantalla del celular.

—Hola, mamita, ¿cómo estás?

—María, ¿dónde estás, hija? —Estoy en Colombia con Sebastián.

—María, yo estoy en Italia con Alessia. ¿Qué haces en Italia y con la hija de Aydan?

—Mi vida, vine a saludar a mis dos hijas.—¿Por qué no has llamado a Lucero?

—Mamá, lo olvidé. No recordaba que Lucero está en Italia, pero nosotros viajamos esta tarde a Italia.

Así que nos vemos mañana, mami, y dile a mi hermana que me perdone.

—Está bien, hija.
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