Capítulo dos
Un ruso descarado
El señor Weyler se nos queda mirando raro mientras ni rostro palidece.
Por Dios, ¿qué más me puede suceder hoy?
— ¿Vanessa, podrías traernos dos cafés junto a los documentos que te pedí ayer a la sala de juntas? —me pregunta mi jefe haciendo que desvíe la mirada de Alexandre… << Wow, ya lo estoy tuteando >>
Creo que estar tanto tiempo cerca de él me está cobrando factura.
— Enseguida, señor Weyler —le respondo antes de marcharme. Sin embargo, aunque les doy la espalda, puedo sentir la mirada de alguien.
Cuando me volteo, descubro al neandertal vacilando mi no tan grande pero redondo trasero. Cuando se da cuenta que lo he pillado, el simplemente me guiña un ojo.
<< ¿Pero se pude ser más descarado? >>
Aunque debo reconocer que la tela ajustada reslata mis atributos.
Bajo rápidamente a la cafetería que está al lado de la empresa. Sus cafés no son muy buenos, pero donde siempre los compro hoy no abrió. Después de tener las tres bebidas —porque yo también necesito uno—, salgo otra vez para la empresa.
Dejo mi café sobre el escritorio, recojo los documentos que preparé ayer y me encamino a la sala de juntas donde se encuentran los ejecutivos esperándome.
— Aquí tiene lo que me pidió, señor.
Trato de no fijarme en el neandertal cuando le entrego el café, pero él no piensa dejármelo tan fácil, pues cuando lo recibe, nuestras manos se rozan y siento un extraño cosquilleo que me hace mirarlo a los ojos.
Esos ojos azules que por momentos se oscurecen tanto, como si una tempestad se desatara dentro de ellos. Lo que no esperaba, era que sea él quien rompe el contacto visual con expresión molesta.
¿Ahora qué hice?
Primero me mira el trasero, luego me guiña un ojo picaresco y ahora está de mal humor. Después dicen que las mujeres somos las hormonales. Le pido a mi jefe permiso para retirarme, quien se queda unos minutos mirándome raro. Pienso que hice algo malo, no es normal que me mire de esa manera. Como dice Hannah él y yo tenemos una buena amistad.
A pesar de los años de diferencia que existe entre nosotros siempre he considerado a Robert Weyler como uno de los hombres más apuestos de la ciudad. Es amable, servicial y siempre está atento a las necesidades de sus trabajadores. Mantiene una buena relación a pesar de ser un jefe muy exigente, pues le gusta que todo esté impecable. Es gentil pero estricto cuando de la empresa se trata.
Cuando creo que pasa una eternidad, me concede el permiso y me marcho en silencio.
¿Para qué negarlo? Observo de reojo al inmenso neandertal antes de salir.
No tuve tiempo de detallarlo antes, pero ahora que lo hago, me arrepiento. Es alto, de cabello rubio —típico de los rusos—, debe estar entre los veintiocho y treinta años. La musculatura desarrollada de su cuerpo indica que le dedica tiempo al gimnasio.
Y yo que me muero con unas simples sentadillas.
Pero lo que más me atrae y me causa curiosidad es ese aura de chico malo que lo rodea, es embriagante, adictivo. Es muy diferente a los demás socios que he conocido a lo largo de mi vida laboral y cabe destacar que he conocido a muchos. El rusito tiene lo suyo, eso no lo puedo negar.
<< ¿Pero qué estoy diciendo? >>
Me paso horas atendiendo llamadas, arreglando papeles y organizando la agenda del jefe. Cuando llega la hora de la comida, ninguno de los dos ha salido de la sala, parece que tienen mucho de qué hablar. No me preocupo por ellos, puesto que el chofer del jefe es el encargado de traerle el almuerzo. Tomo mi bolso y reviso que tenga todo. Bajo para recoger a mi compañera de batallas e ir a algún restaurant o cafetería cerca para comer algo.
— ¿Esperando por mí, señorita Miller? —le pregunto a modo de broma cuando la veo esperándome con su bolso en la mano.
Ella asiente y nos encaminamos a la salida de la empresa.
— Hoy iremos a Pizza Hot —informa—, y no creas que se me va a olvidar la belleza que salió del baño cuando yo llegué.
Sabía que no dejaría el tema en paz. Tarde o temprano tendré que contarle. Así que me remito a asentir. Por lo menos tendré a mi adorada pizza como compañera de penurias. Sí, soy una dramática, pero qué puedo hacer. Además, me gusta ser así.
Llegamos a la pizzería. Adoro este local, es tan acogedor y divertido a la vez. Sus paredes coloridas me reciben con calidez y amor. Incluso, conocemos a todo el personal y al dueño del local debido a nuestras frecuentes visitas. Tenemos una estrecha amistad. Hasta Tony me propuso matrimonio aquí. No es el lugar más romántico que digamos, pero él sabe lo mucho que me gusta.
Nada más cruzamos la puerta, Agatha nos recibe con una calurosa sonrisa y un fuerte abrazo.
— Mis niñas, qué bonita sorpresa —nos dice dándonos dos besos a ambas.
— Hola, Agatha, ¿cómo está todo? —le pregunto mientras ella nos conduce a nuestra mesa de siempre.
— Aquí, trabajando la mañana nada más para dedicar la tarde a mis renacuajos.
Los gemelos de mi amiga son hermosos y muy diferentes a pesar del parecido físico. Daniel es como un angelito, tranquilo y amoroso. Siempre está jugando con sus juguete. Además, le encanta que lo apapachen. Sin embargo, Dariel siempre esta correteando, pues es muy hiperactivo. Para poder darle un beso a secas, debo chantajearlo con un dulce. Es un completo diablillo y muy celoso con su mamá, su hermano y hasta conmigo. Siempre hemos tenido una especie de conexión. Le encantas mis besos y me cela de su hermano.
— ¿Y cómo están mi angelito y mi diablillo? —le pregunto con una sonrisa.
— Bien, creciendo cada día más. ¿Qué tal tu vida de prometida?
— Aburrida —intercede Hannah, antes de que yo siquiera pueda abrir los labios.
— Feliz, Agatha, feliz —respondo fulminando a mi mejor amiga con la mirada.
Agatha se da cuenta de tensión en el ambiente y tratando de aliviarlo, nos pregunta si vamos a pedir lo mismo de siempre, a lo que asentimos.
— ¿Pero se puede saber por qué le dijiste eso a Agatha? —le pregunto molesta.
— Sabes lo que pienso al respecto, ¿vale? No me regañes y cuéntame todo sobre ese papacito del baño —me dice haciendo un gesto extraño con sus cejas. Por un momento me planteo no contarle nada para castigarla por su comentario, pero sé que no me dejará en paz.
Así que empiezo a contarle todo en espera de las pizzas. Mientras le cuento lo sucedido a mi chismosa amiga, ella no deja de abrir los ojos y de poner la boca en forma de "o".
Cuando termino mi relato, ella no habla ni siquiera parpadea. Le paso la mano por delante de los ojos y ni así reacciona.
En eso llega Agatha con las Pizzas y parece que el olor de las mismas la hace reaccionar.
— ¡¿Que golpeaste a semejante macho?! ¿Pero tú lo viste? Está para comérselo completito y no dejarlo salir por una semana de la cama. Si esos son de los que te dejan sin poder caminar por un mes. ¿Te has vuelto loca? —grita histérica.
Todo el mundo nos mira raro mientras yo me muero de la vergüenza.
Hannah y su lengua suelta, joder.
—Pero, Vane, ¿estás loca? ¿cómo vas a dejar huir a semejante hombre? —Agatha se suma al juicio. Esta es otra a la que tampoco le gusta Tony.
<< ¿Dios, dime qué hago con este par? >>
— No, no estoy loca, lo que estoy es comprometida y el simple hecho de que a ustedes dos no le guste Tony, no significa que yo le tenga que ser infiel —me paro molesta para después pagar la pizza antes marcharme
Hasta el apetito se me ha quitado. Salgo casi que corriendo de PizzaHot y me voy de nuevo a la empresa dejando con la boca abierta a las dos.
Capítulo tresMi mala suerteLo siento, pero no me gusta que nadie se meta en mi vida privada. Ni siquiera a mi madre ni a mi tía les di ese derecho y al ser hija única no tenía que preocuparme por contárselo a alguien más. Después que mi tía murió, mi prima Fany se mudó con mamá y conmigo ya que su padre siempre está de viaje y sí tenemos una buena relación, pero a ella no le gusta contar sus cosas y la comprendo. A sus diecinueve años perdió a su, madre yo tenía veintiuno cuando sucedió y fue duro, es normal que sea así de reservada. Quería a mi tía, pues siempre estaba para mí cuando mamá estaba de viajes de negocios. Todavía hoy, después de tres años y medio, no puedo hablar de ello sin que mis ojos se cristalicen.Entro a la empresa y pido el ascensor, pero alguien est&aac
Capítulo cuatroUna mala broma del universo y un novio ebrio¿Qué hace él aquí?¿Qué es esto? ¿Una mala broma del Universo?— ¿Señor… Ivanov? —le pregunto aún anonada.— Vanessa, ¿qué haces tan tarde por estos lugares? ¿Acaso no ves que está cayendo un diluvio? —pregunta en un tono… amable, lo cual me parece raro—. Ven entra en el auto y te llevo a donde sea que vayas.<< ¿Me ha tuteado? >>— No se preocupe, señor Ivanov. Me refugiaré en alguna tienda y pediré un taxi para que me lleve a casa —le respondo, imitando su tono.— No hay tiendas a kilómetros. No seas testaruda y sube al puto coche, que nos estamos empapando aquí afuera —añade alzando la voz mientras yo me quedo mirando por un segundo lo bueno que se ve con esa ropa toda mojada y pegada al cuerpo.<< ¿Qué haces? >>Sacudo la cabeza para sacarme esas ideas tontas.<&
Capítulo cincoSueños calientesDesde que mi tía murió jamás había entrado aquí, ella no era de usar esta habitación, solo era para cuando venía de visita o mamá se iba de viaje y debía quedarse con Fany a cuidarme.Solo de entrar en este cuarto la tristeza me inunda. Pienso por un momento que Tony me seguirá para intentar arreglar todo, pero me vuelvo a equivocar. Tal vez sea lo mejor, darnos un tiempo a solas para reflexionar y pensar en todo lo sucedido. Por lo menos yo lo necesito. Agradezco que mi madre esté en un viaje de negocios como casi siempre y que se llevó a mi prima con ella, así ambas no tienen que pasar por este desagradable momento.Voy camino al baño observando todo a mi alrededor y recordando cada momento que pasé a su lado, las veces que dormí en esta habitación junto a ella. Cuando llego al baño, me quito toda la ropa que ya está húmeda y no empapada como antes. Preparo la tina con agua tibia, le hecho sales y gel de rosas qu
Capítulo sieteFantasías<< ¿Desperté? >><< ¡Me he despertado! >><< ¡Malditos todos sus antepasados! >> No puedo creer que haya soñado con el neandertal, y no solo eso, también quise hacer el amor con él en mis sueños. ¡Y eso no es lo peor! Lo peor es que aún deseo hacerlo y ya no estoy soñando. Creo que me estoy volviendo loca; loca, pero excitada. Me excité con un jodido sueño. Sí, un sueño, un muy buen sueño; de hecho, el mejor de la historia.<< Pero ¿qué estoy diciendo? >>Decido dejar de pensar en mi húmedo sueño, sacudo la cabeza para dejar atrás los pensamientos e intentar olvidar el grado de excitación en el que se encuentra mi cuerpo en estos momentos. Me envuelvo en la sábana y bajo a la cocina. Ya que no pude saciar el hambre de sexo con el rusito, saciaré la de mi estómago con el pollo a la milanesa que Tony había preparado, espero que no se halla desecho de él.<
Capítulo sieteUn antes y un despuésEsa pregunta ronda en mi cabeza por varios minutos. ¿Estaré lo suficiente enamorada para dar un paso tan importante como lo es el casamiento? ¿Es Tony el hombre con el que quiero pasar el resto de mi vida? Esas y muchas más preguntas me hago, pero creo que la más importante es, ¿por qué me paré a preguntarme esto ahora?¿Me afectó tanto mi día al lado de ruso? ¿O son preguntas que siempre estuvieron ahí y yo las había ignorado por completo?Decido salir de la tina porque ya parezco una pasa de lo arrugada que estoy. Mientras voy secando mi cuerpo sigo pensando en todo lo que ha ocurrido en tan solo un día.Hoy Tony me mostró un lado de él que no conocía y creo que es hora de que él conozca esa parte de mí que dejé atrás después de la
Capítulo ochoUn clavo saca al otroDespués de lo que creo que fue una interminable y tortuosa hora, Alana termina. Al mirarme al espejo, apenas puedo reconocerme.Mis ojos pardos lucen más vivaces y pícaros con el maquillaje en color blanco y gris que me hizo una de las muchachitas que trabaja en el salón.Mi largo pelo negro azabache fue remplazado por una corta melena de color rubio platino, finalizando con un extrovertido peinado que deja ver el tatuaje de una corona que me hice cuando mi tía murió.— Muchas gracias, Ala —la abrazo una vez más llena de júbilo. Simplemente ha superado mis espectativas.— No me tienes que agradecer nada —replica ella—. Sabes que conmigo puedes contar para lo que sea y dile a la sin vergüenza de mi sobrina que me venga a visitar más a menudo. Tú también —añade a modo de reprimenda—, estamos cerca y jamás vienes.— Te prometo que ve
Capítulo nueveTrato hechoEl ruso da la vuelta y antes de montarse en el auto hace algo que me sorprende:— Adiós, Anthony, gracias por dejarla libre para mí. Te mandaremos una foto de nuestro día de diversión.Joder con el neandertal. Es mejor que yo en este juego. Eso solo me saca una sonrisa.Se sube a toda prisa, hace rugir el motor, quemando un poco de gomas y sale disparatado por la carretera.— Pero qué fanfarrón eres —río al mismo tiempo que niego con la cabeza.— Para eso me escogiste a mi, ¿no? —aunque pregunta, ambos somos conscientes de qué conoce la respuesta—. Para darle celos a quien supongo que ahora es tu ex.Me remito a sonreír con suficiencia y al parecer, con eso le hasta.Después de unos minutos llegamos a la empresa y veo al señor Weyler en la entrada. Él, junto al resto de los ejecutivos, se queda mirando el grandioso auto y el ruso como todo un fanfarrón
Capítulo diezQue comience la cacería— Señor Weyler, ¿hay algo qué hice mal? —inquiero confundida. Me he quedado de piedra con su declaración—. ¿Hubo algún fallo en la reunión de hoy? Ay, por Dios —me llevo las manos a la cabeza de forma trágica—, ¿me equivoqué al darle las carpetas para la reunión? Claro pero que tonta fui —comienzo a desvariar. Con lo despistada que soy no dudo nada—. Ayer con mi apuro no preparé todo bien para la reunión. Lo siento, señor, le juro que no volverá a suceder...Su risa ronca me interrumpe de manera repentina—. Para, mujer. Te has hecho una historia en la cabeza. No te preocupes, todo salió como estaba previsto en la junta. Y lo que te dije de que estaba molesto, era una broma —añade como si nada.&