Sanathiel se encontraba inmerso en una noche sin estrellas, donde la luna llena brillaba con una intensidad que parecía escudriñar cada rincón de su alma. El frío de la madrugada envolvía su cuerpo, pero su mente ardía con recuerdos fragmentados y un peso que no lograba identificar. Noah, siempre a su lado, preparaba el ritual necesario para desatar aquello que había sido sellado dentro de él.—Sanathiel, voy a devolverte tus recuerdos y tus dones —dijo Noah con solemnidad—. Solo cierra esa puerta detrás de ti y cruza el umbral.En el espejo frente a él, una puerta roja resplandecía con un brillo ominoso. Reflejado en el cristal, un niño pequeño lo miraba con ojos inquisitivos mientras sostenía la mano de una figura cálida: Zaira, su cazadora.Sanathiel extendió la mano hacia el espejo, intentando alcanzarla, pero su tacto solo encontró vacío. De pronto, el reflejo cambió. Todo a su alrededor comenzó a arder: el bosque, las caras conocidas, los recuerdos felices. Una cacofonía de grit
El viaje hacia la iglesia debía ser el comienzo de un capítulo nuevo y esperanzador en la vida de Rasen. Con Clear a su lado, su primavera finalmente había llegado tras años de dolor y fracaso al intentar olvidar el pasado.El suave roce de la mano de Clear y su sonrisa iluminaba el camino, pero los recuerdos de Aisha, enterrados, pero nunca olvidados, aún se colaban en los rincones de su mente.—Rasen, ¿he sido yo la primera chica en tu vida? —preguntó Clear, con un tono de broma que escondía una pizca de curiosidad.Rasen soltó una risa breve. Su respuesta, una broma ligera, la hizo fruncir el ceño de manera encantadora.—Eres malo… —protestó ella, mientras él giraba para besar su mejilla con ternura.Pero el instante de felicidad se rompió. Un destello entre los árboles, un movimiento inesperado en el camino.—¡Rasen, cuidado! —gritó Clear, mientras él giraba el volante, evitando una colisión directa. El coche derrapó, chocando contra algo pesado.El mundo se oscureció mientras el
En su refugio, Sanathiel sostenía el medallón lunar entre sus dedos, el frío metal recordando las promesas rotas y los secretos de su linaje. La llegada inesperada de Noah trajo consigo un desafío aún mayor: la presencia de Aisha, traída contra su voluntad.—"¿Algún rastro de Salomón o de los Nevri, Noah?", preguntó Sanathiel.—Simples movimientos en Losare, y un descubrimiento extraño, lobos de gran tamaño, pude sentir algo diferente…el humano con Aisha. —respondió Noah.—Tu amo el desterrado, debe estar metido en esto, es siempre generoso, cuando algo le compete."Lo sé, Sanathiel", asintió Noah.—¿Qué tienes para mí? —preguntó insidiosamente Sanathiel, sosteniendo el medallón.—Es una sorpresa, aquí tiene la llave. —Pronunció Noah, ofreciéndole el seguro.2:30 a.m.Sirviéndose una copa de champán, se colocó el medallón lunar ya completo, sobre su cuello, asomándose a mirar el cielo oscuro. Con la música encendida, saboreo su bebida. Se giró lentamente, en dirección a la puerta, cua
En el centro de la habitación oscura, Sanathiel se encontraba frente a Aisha, quien yacía encadenada en una jaula de metal. Sus ojos verdes lo miraban con una mezcla de desafío y miedo, mientras él se acercaba lentamente, observándola con la intensidad de un depredador. En su cuello brillaba el medallón lunar, un objeto que jamás debería estar en sus manos.Sanathiel ladeó la cabeza, como un lobo examinando a su presa. “¿Qué tienes tú que ver conmigo, cazadora?”, pensó mientras sus ojos dorados brillaban bajo la luz tenue de la habitación.—¿Quién eres realmente? —preguntó él, su tono bajo y amenazante.Aisha, con sus muñecas atrapadas en las esposas, respiró hondo y trató de contener su miedo. “No le daré el placer de verme temblar,” se dijo, aunque sabía que la fuerza de Sanathiel era incomparable.—¡Solo quiero irme lejos! Libérame, por favor —respondió ella, su voz temblorosa pero firme.Sanathiel dejó escapar una risa corta y fría, inclinándose lo suficiente para que sus ojos que
Dos días después, con la llave en mano, Noah decidió abrir la jaula, sin que Sanathiel se enterase. Su intención no era liberar a Aisha, sino fastidiar a Lionel. Estaba seguro de que su hermano vendría por la chica humana tarde o temprano.Dejó la puerta abierta deliberadamente y se giró hacia Lionel con una sonrisa irónica.—¿Qué esperas? Socorre a la mujer que amas, Lionel, antes de que sea demasiado tarde y muera en manos de Sanathiel.Lionel lo miró fijamente, su rostro lleno de ira contenida. Sabía que esto era una trampa, pero no pudo evitar que sus ojos se desviaron hacia Aisha. Ahí estaba ella, tendida en el suelo frío de la jaula, apenas cubierta con una camisa rota. Su estado era lamentable: su piel mostraba heridas recientes y su respiración era irregular, casi inexistente.—¡Dame la llave, Noah! —exigió Lionel, acercándose con pasos pesados.Noah lanzó la llave con desprecio, como si estuviera entregando algo sin valor. Lionel la atrapó en el vuelo, pero su mente estaba en
No era momento de retroceder. Lionel había cruzado la línea, desafiando a su hermano Sanathiel, pero las consecuencias eran evidentes en su hermosa y fría piel, marcada con las cicatrices del castigo. A pesar de eso, su mente no podía dejar de revivir la imagen de Aisha, rota y humillada, después de haber sido sometida a los crueles caprichos de su propio hermano.—¡Aisha! —gritó mientras corría hacia la jaula.Para su sorpresa, Sanathiel apareció en la entrada, cruzado de brazos, observando la escena con desdén.—¿Te atreverás a ayudar a mi prisionera en mi presencia, Lionel?Lionel lo miró de reojo, sus ojos encendidos de ira.—¿Qué clase de líder deja a alguien en este estado? ¿No estás rompiendo tus propias reglas, lobo blanco?Sanathiel sonrió, burlón.—¿Y qué importancia tiene ahora esa humana, Lionel? Dímelo tú, ¿qué significa esta persona para ti?Lionel ignoró la pregunta y se agachó junto a Aisha, quien, a pesar de su estado, intentaba mantenerse erguida.—Mantente quieta, A
La tormenta rugía con una furia que parecía brotar de los mismos abismos. Truenos retumbaban sobre el claro del bosque, haciendo eco de un destino ineludible. Luciano Kerens, arrodillado, sentía el barro frío y la sangre empapando sus rodillas. Frente a él, un altar de piedra oscura se alzaba, cubierto de símbolos arcanos y rodeado por cenizas de antiguos sacrificios. La niebla giraba a su alrededor, como si el aire estuviera impregnado de la maldad que él mismo había convocado.Luciano alzó la vista hacia el cielo, cargado de nubes. Su pecho ardía con una mezcla de temor y determinación. El apellido “Kerens” pesaba en su mente, un nombre que había tomado en honor a su amigo Moira, su único lazo verdadero en un mundo lleno de traiciones. Ambos, huérfanos de guerra, habían sobrevivido juntos. Moira, su hermano de alma, y quien ahora yacía perdido, castigado por una culpa que no le correspondía del todo.El aire se tensó, y en medio del vacío, el demonio apareció. Su figura era una amal
La luna llena se alzaba sobre el horizonte, bañando el bosque con su luz pálida. Las sombras se alargaban entre los árboles, creando figuras que parecían moverse por sí solas. El aire estaba cargado, denso, como si algo ominoso estuviera por ocurrir. En el centro de esa quietud aterradora, Luciano Kerens caminaba con paso firme, sus pensamientos pesados como la oscuridad que lo rodeaba.Había llegado el momento.El frío mordía su piel, pero eso era lo de menos. Lo que realmente sentía era el peso del pacto que había hecho, el pacto que había sellado su destino y el de sus hijos. La marca que el demonio le había grabado en la piel aún ardía, recordándole que no había escapatoria. Sus ojos, apagados por el paso del tiempo y las atrocidades que había cometido, buscaban entre las sombras el altar de piedra que lo había traído hasta aquí.Cuando finalmente lo encontró, el lugar no había cambiado. Las piedras, gastadas por el tiempo, seguían impregnadas del mismo poder oscuro que había sent