La habitación blanca era un refugio de simplicidad, bañada por la luz matutina que se filtraba a través de las amplias ventanas. Sin embargo, para Evans, el ambiente sereno contrastaba con la tormenta que rugía en su interior mientras vigilaba el cuerpo inmóvil de su hermano menor. Rasen llevaba días sumido en un trance, y aunque su pecho subía y bajaba lentamente, parecía más un espectro que un hombre vivo.Evans, sentado al borde de la cama, reflexionaba en silencio. Las palabras de Lionel resonaban en su mente como un eco persistente:“Eres un ingrato, Evans. Sin Rasen, habrías muerto.”Afuera, Cristal manejaba la situación con su acostumbrada eficiencia, quemando periódicos que acusaban a Evans de traidor y tratando de protegerlo de la condena pública. Aunque Evans fingía no saberlo, sentía el peso de la deuda hacia ella y su hermano.Cuando Rasen finalmente despertó, sus ojos brillaron con una intensidad renovada.—¿Dónde está ella? —preguntó con voz áspera.Evans, creyendo enten
Ser el hermano mayor conlleva responsabilidades que creía enterradas con el paso del tiempo. Adoptado desde pequeño y criado en tierras extranjeras, pensé que podría olvidar mi pasado, incluso a Rasen. Pero los años pasaron y, a pesar de mis intentos, nunca pude dejar atrás el lazo que nos unía. Completé tres años de servicio militar, convencido de que la disciplina me liberaría de esa carga emocional. Sin embargo, tan pronto obtuve mi independencia, comencé a buscar información sobre él.Cada semana recibía fotos e informes. Rasen aparecía en ellas feliz, viviendo una vida ordinaria, alejado de todo lo que nos había marcado. Al verlo así, sentía alivio, aunque el peso de nuestras diferencias seguía latiendo en mi pecho. Guardaba una foto de nuestra familia en mi billetera, un recordatorio constante de lo que habíamos perdido y de lo que yo debía proteger, incluso desde la distancia.Pero el destino no me permitió mantener esa tranquilidad por mucho tiempo. El caso de la Luna Roja, un
Varek descendía las escaleras con pasos firmes, el eco de sus botas resonando en la penumbra del castillo. Sin embargo, un ruido inesperado lo alertó. Sin dudarlo, regresó sobre sus pasos y, al encontrar la puerta de Aisha cerrada, la abrió de un empujón que hizo crujir la manija, revelando una escena que encendió su furia.Aisha intentaba escapar por la ventana, aferrándose a las cortinas mientras el sol del amanecer delineaba su silueta. Varek avanzó, deteniendo su huida al sujetarla del brazo. Las cortinas cayeron con un estruendo, envolviéndolos en un silencio lleno de tensión.—¿A dónde crees que vas? —preguntó, con un tono que mezclaba amenaza y desdén—. ¿Realmente planeas protegerlos?Aisha forcejeó, pero él la empujó contra la pared, colocándole el filo de su espada sobre el cuello.—Ni lo intentes, Aisha, —advirtió Varek, sus ojos destellando con un brillo peligroso—. No saldrás de aquí.—¡Bastardo! —gritó Aisha, incapaz de ocultar su enojo.Con un movimiento brusco, lanzó el
El aire pesado de la oficina de Dimitri Snova reflejaba la opresión que él mismo proyectaba. Como nuevo director de los protectores, su influencia resonaba en cada rincón del internado, donde los futuros servidores de la Comunidad de los Trece eran entrenados. Dimitri, con una sonrisa pérfida, observó cómo Aisha ingresaba en su despacho sin invitación, su silueta oculta bajo una bufanda que apenas dejaba entrever su determinación.—Si has venido a interceder por Varek, espero que te quites esa bufanda, —dijo Dimitri con un tono burlón—. Supongo que eres la hija de Darían, ¿no?Dimitri se levantó de su asiento, rodeándola lentamente como un depredador estudiando a su presa. Sus ojos escaneaban cada detalle de la joven mientras ella permanecía inmóvil, con los puños apretados.—Rubia, de ojos claros, pero no verdes como la referencia que tengo de Aisha… —continuó, deteniéndose frente a ella.Aisha, con un movimiento decidido, se quitó la bufanda y lo enfrentó directamente.—No he venido
El suelo bajo nuestros pies se desplomó. Dimitri nos observaba desde lo alto, su risa resonando como un eco en el abismo. La oscuridad nos envolvió mientras caíamos hacia lo desconocido. Era su mundo ahora, y nosotros éramos sus piezas de juego.Aterrizamos con un estruendo en un espacio inundado, rodeados de sombras y un silencio opresivo. Una tenue luz se encendió, apenas suficiente para revelar el agua que nos llegaba a los tobillos. Al movernos, sentimos el peso de las esposas en nuestras muñecas.—Por un demonio, esto no puede ser real, —exclamó Varek, examinando fijamente las esposas—. Ishana debe estar en peligro.—No... no lo está. Confía, —traté de calmarlo, aunque mi propia voz temblaba.Arriba, en un balcón sombrío, Dimitri nos observaba fijamente. Un megáfono amplifica el sonido de su voz:—Bienvenidos, mis adorados juguetes. Aquí comienza su verdadera prueba. En este lugar, la vida y la muerte son las únicas opciones. ¿Quieren ganar su libertad? Entonces, sobrevivan. Que
Las luces verdes parpadeaban como una advertencia en las instalaciones subterráneas de Dimitri Snova. Skiller Snova, con una sonrisa cínica, se abría paso entre los cuerpos inertes de los guardias, su andar era seguro, decidido. Sabía lo que buscaba, y nada ni nadie lo detendría.Frente a él, una cámara de cristal contenía el cuerpo de Zaira, la madre de Aisha. Su piel pálida y su expresión serena parecían un eco de vida atrapado en el tiempo. Skiller rompió el cristal con un golpe certero, liberando el agua y desconectando los cables que la mantenían prisionera.—Vaya, hermano, ¿tan bajo has caído? Obsesionarte con esto... —murmuró mientras cargaba a Zaira en sus brazos.Tomando a Zaira en brazos, Skiller activó un botón oculto en la pared, desencadenando el protocolo de autodestrucción. Las alarmas comenzaron a sonar, y una serie de explosiones consumían las entrañas del lugar mientras él se retiraba con su "regalo".Horas después, Dimitri recorría los restos de sus instalaciones, s
La tormenta rugía con una furia que parecía brotar de los mismos abismos. Truenos retumbaban sobre el claro del bosque, haciendo eco de un destino ineludible. Luciano Kerens, arrodillado, sentía el barro frío y la sangre empapando sus rodillas. Frente a él, un altar de piedra oscura se alzaba, cubierto de símbolos arcanos y rodeado por cenizas de antiguos sacrificios. La niebla giraba a su alrededor, como si el aire estuviera impregnado de la maldad que él mismo había convocado.Luciano alzó la vista hacia el cielo, cargado de nubes. Su pecho ardía con una mezcla de temor y determinación. El apellido “Kerens” pesaba en su mente, un nombre que había tomado en honor a su amigo Moira, su único lazo verdadero en un mundo lleno de traiciones. Ambos, huérfanos de guerra, habían sobrevivido juntos. Moira, su hermano de alma, y quien ahora yacía perdido, castigado por una culpa que no le correspondía del todo.El aire se tensó, y en medio del vacío, el demonio apareció. Su figura era una amal
La luna llena se alzaba sobre el horizonte, bañando el bosque con su luz pálida. Las sombras se alargaban entre los árboles, creando figuras que parecían moverse por sí solas. El aire estaba cargado, denso, como si algo ominoso estuviera por ocurrir. En el centro de esa quietud aterradora, Luciano Kerens caminaba con paso firme, sus pensamientos pesados como la oscuridad que lo rodeaba.Había llegado el momento.El frío mordía su piel, pero eso era lo de menos. Lo que realmente sentía era el peso del pacto que había hecho, el pacto que había sellado su destino y el de sus hijos. La marca que el demonio le había grabado en la piel aún ardía, recordándole que no había escapatoria. Sus ojos, apagados por el paso del tiempo y las atrocidades que había cometido, buscaban entre las sombras el altar de piedra que lo había traído hasta aquí.Cuando finalmente lo encontró, el lugar no había cambiado. Las piedras, gastadas por el tiempo, seguían impregnadas del mismo poder oscuro que había senti