Ignacio observa como la figura de Rea va creciendo mientras suenan las trompetas hasta llegar a dimensiones descomunales. Está justo al centro del gigantesco ovalo y es visible desde todo el lugar.
«Debe medir más de 300 metros de altura».
Las trompetas se silencian. Con una gran sonrisa, Rea observa a todos los avatares como lo haría una madre con sus hijos.
—Bienvenidas hermanas y hermanos míos. Ustedes ya me conocen. Desde hace unos meses para algunos, desde hace pocos días para otros, hemos mantenido un contacto permanente para evitar una gran catástrofe en nuestro mundo. La mayoría de ustedes se debe estar preguntando qué hacen aquí. La respuesta es que han sido elegidos para cumplir con la última gran misión de la humanidad. Ustedes son las y los mejores, entre los mejores de este mundo.
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La noche está fría y solitaria. Ignacio sale al exterior de la casa. Al menos está despejado y puede disfrutar de un manto de estrellas, que de alguna manera le tranquilizan. Son como sus amigas. Siempre están ahí acompañándole sin importar el lugar o la situación en que se encuentre. —¿Y ahora qué hago? —pregunta mirando al cielo. A veces le gusta hablar solo en voz alta. Se produce un diálogo interno que le permite reflexionar y ordenar mejor sus ideas. Siempre y cuando esté totalmente solo, para no parecer un loco. —Estoy lejos de todo, Rea bloqueó mi cuenta del banco y ahora la internet satelital de la casa. Theresa no me habla. No he sabido nada de mi mamá ni de Jaime. No tengo teléfono, ni tarjetas bancarias y tampoco hay ferrys ni vuelos para salir de aquí. Estoy atrapado. Parece que no me queda otra que aceptar lo inevitable. Pero no puedo dejar a mi mamá sola. ¿Cómo puedo llegar a ella o que ella venga a mí? «Sólo me queda el dinero en efectivo que saqué antes de ve
El bote inflable no se ve muy seguro para navegar. Jorge intenta arrancar el motor fuera de borda, tirando con fuerza una y otra vez de una cuerda. Ignacio observa preocupado el fuerte oleaje. Una densa niebla se mueve entre los árboles en dirección a ellos. Poco a poco el cielo azul se torna gris y oculta el sol de la mañana.—¿Está seguro que podemos ir a La Junta en este bote? —pregunta Ignacio.—Claro que sí. Este bote me costó carito —responde Jorge dando otro tirón a la cuerda del motor. La niebla termina ocultando por completo el entorno.—¿Cuántas veces ha ido a La Junta en este bote?—Ninguna —responde Jorge haciendo funcionar por fin el motor.—¿Ninguna? Pero… ¿Sabe cómo llegar?—Sí, claro. He ido en el bote antiguo de madera que tenía antes. Tenemos que ir por mar pri
Ignacio mira en todas direcciones buscando en el agua. —¡¡¡Jorge!!!... ¡¡¡Jorge!!! —grita desesperado. La lluvia parece venir de todas partes. La niebla comienza a disiparse, pero las olas no dan tregua. Ahora el zodiac está a la deriva y empieza a girarse, recibiendo el oleaje por el costado. Ignacio no es experto, pero sabe que en esa posición, una ola grande podría voltearlo. Debe llegar al motor y recuperar el control. Observa una ola de grandes dimensiones que se acerca por la izquierda. Debe moverse rápido, pero no logra soltarse sin perder el equilibrio. A tientas, avanza hacia la popa hasta que logra sentarse junto al motor. Había observado a Jorge como conducía el bote, así es que repite los movimientos. Acelera girando el manillar del timón y lo orienta para enfrentar la ola con la proa justo a tiempo. El bote nuevamente sube y baja bruscamente dejando a Ignacio casi en el aire. Logra mantenerse firme. Aprovecha el momento entre ola y ola, para dar media vuelta y b
—Ignacio —dice una voz familiar—. ¡Ignacio despierta! —Sus ojos se abren lentamente. Ve la imagen difusa de una mujer—. Llevo semanas buscándote. Por fin te encontré mi amor.—¿Qué? ¿Theresa?—¡Siii, soy yo!Ignacio puede ver con más claridad. La imagen en carne y hueso de Theresa está sentada junto a su cama. Siente como si su cuerpo se llenara de vida.—¿De verdad eres tú? Pero… ¿Cómo llegaste aquí?—He recorrido medio mundo para llegar a ti. —Theresa se acerca y lo abraza. Ignacio también la abraza con las pocas fuerzas que le quedan. Luego ella le mira a los ojos, se acerca lentamente y le besa delicadamente en los labios.—Te amo… Y te juro que no volveré a alejarme de ti —dice Theresa.La puerta de la habitación se abre de golpe
La luz del sol ingresa por la ventana de la habitación. Un rayo se mueve lentamente sobre la almohada de Ignacio, hasta que le da en un ojo. Despierta lánguido. Con su mano tapa el sol y se sienta sobre la cama. Todo está en silencio. Afuera se escuchan unas gaviotas y la voz de Guillermo a lo lejos.—¡Mujer, tráeme la llave inglesa!—¡Búscala tú! ¡Estoy cocinando! —responde ella. Se escucha a Guillermo refunfuñando nuevamente. Ignacio se levanta y busca su ropa. Lleva un pijama amarillo que le queda grande. «¿Quién me habrá sacado la ropa?».El pensamiento lo hace ruborizarse. Busca rápidamente el celular de Jorge que llevaba en el bolsillo de la parka. Está apagado y sin batería, pero no se mojó así es que debería funcionar. Busca su ropa y la encuentra
Los principales consejeros se encuentran en la sala de crisis de la Casa Blanca ubicada en la parte baja del ala oeste. El ambiente es tenso. Todos están inmersos en sus laptops sin decir una palabra. La puerta se abre e ingresa apresuradamente la presidenta Castillo.El jefe de gabinete, Ron Klaim recibe una notificación en su celular, levanta la vista y mira a la presidenta que se sienta en la cabecera de la gran mesa rectangular.—Buenas tardes a todos. Harry, ponme al día con los antecedentes de inteligencia sobre los grupos radicales —dice Castillo en un perfecto inglés, al Secretario de Seguridad Nacional.—Sí, señora presidenta. Tenemos grupos extremistas controlando varios sectores de Miami, Orlando y Boca Ratón. Se están organizando a través de los sitio web 4chan, X.com y de la red social Truth Social. En Texas…—Disculpe señora presidenta, hay a
—¿Están seguros que quieren salir en ese bote? —pregunta Guillermo mientras empuja el zodiac al agua con Jessica e Ignacio a bordo. —Totalmente —responde Ignacio. —No se preocupe, vamos a estar bien. Mire cómo está el día —dice Jessica mirando a un cielo azul totalmente despejado. —Recuerden que el tiempo aquí cambia de un minuto pa otro. Si ven que se pone feo, traten de bajar a tierra hasta que pase —dice María desde la orilla. —Según Windtime, el clima estará estable en esta zona durante todo el día. Hay que confiar en la tecnología —dice Jessica sonriendo. Ignacio la mira pensando. «Si supiera…». Luego toma el celular de Jorge, que ya tiene descargado todos los mapas de la zona en detalle, y marca la ruta hacia la entrada al río Palena. Finalmente le da un tirón a la cuerda del motor y logra hacerlo partir al primer intento. —¡Adiós amigos. Muchas gracias por su hospitalida
El jet privado Cessna Citation Longitude se detiene en una zona exclusiva del aeropuerto El Tepual de Puerto Montt. La puerta se abre y una escalera desciende hasta quedar dispuesta para la bajada de sus pasajeros. El primero en aparecer desde el interior es un hombre fornido, tez blanca, una tupida barba oscura, camisa negra de manga corta y pantalón cargo color caqui. Los anteojos deportivos negros no permiten ver sus ojos. Camina portando un pesado bolso que cuelga desde su hombro derecho. Tras él, desciende otro hombre de similares características, pero perfectamente afeitado, con una camiseta azul de cuello polo que resalta sus bíceps. Más atrás desciende un hombre afroamericano más delgado, vestido más casual, con una camisa floreada y pantalones cortos, llevando también su bolso. Dos personas más descienden al final. Uno de ellos es mujer. Su cuerpo atlético, cabello negro hasta los hombros, su gran