Después del ocaso, la temperatura baja bruscamente. El comedor de la casona está iluminado por una lámpara de parafina y la cocina a leña tempera todo.
—Tengo una cazuela bien rica joven. ¿Quiere un poco? —dice Yoana.
—Sí, claro. Me muero de hambre —responde Ignacio sentado en un mesón rectangular al centro del lugar.
En eso se abre la puerta e ingresa Patrick a la cocina.
—Hola don Patrick. Pase a compartir uno de nuestros mejores platos en Chile.
Yoana coloca otro plato sobre la mesa.
—¿Estás alojando aquí también? —pregunta Ignacio sorprendido.
—Yo buscando más hoteles en booking.com, pero yo no encontrando —bromea Patrick.
Ignacio se pone tenso sin saber por qué. Yoana ríe, dejando un generoso plato humeante frente a él.
—¿Y su esposo? &mdash
La tormenta está en su peor momento. Se escucha un trueno tras otro. Los árboles se inclinan bajo la presión del viento que los empuja con intensidad; la lluvia pareciera estar perforando el tejado.—Don Ignacio ¿está bien? —dice Yoana golpeando la puerta. Ignacio abre un ojo. Le duele la cabeza como si hubiera estado toda la noche de fiesta. Mira la hora en el celular que mantiene conectado a una batería externa. Este marca las 13:13. «¡Son más de la una!... No me acuerdo que estuviera tan buena la cerveza». Se levanta de la cama sobando su cabeza y se ordena el pelo. Abre la puerta y ve a Yoana nerviosa, vestida con un delantal para cocinar.—¿Se siente bien? Me tenía preocupá, oiga.—Sí, no se preocupe. Estoy bien. Parece que tomé mucho anoche.—Pero si fueron dos vasos no
Está oscuro. El tejado resuena con la fuerte lluvia. Ignacio se siente desorientado. Está acostado en una cama, pero no reconoce el lugar. Apenas puede ver el dormitorio por la penumbra. Intenta levantarse, pero un fuerte dolor de cabeza lo devuelve a la almohada. Respira profundo. La habitación es amplia, parece ser completamente de madera y tiene un baño interior. Revisa sus bolsillos. No está el celular ni tampoco su billetera. Se reincorpora lentamente y camina alrededor de la habitación buscando su mochila, pero no encuentra nada. Mira por la ventana. Está en un segundo piso y está comenzando a anochecer. Sale de la habitación buscando a alguien. Todo está apagado y en silencio. Hay un pasillo y al final una escalera. Desciende con cuidado hasta llegar al primer piso. Por fin reconoce el lugar. «¡Sigo en la casa de Manuel!». Junto a la puerta hay dos interruptores. Presiona el primero y se encienden las luces del pasill
El sol entra por la ventana y se escuchan pajaritos cantando. Ignacio abre los ojos. «No era una pesadilla».El dolor ya ha pasado y se siente con más energía. Afuera el cielo está azul con algunas pequeñas nubes muy blancas que lo decoran. Llega a su mente el recuerdo del cuerpo de Manuel. «¡Aún debe estar ahí afuera! Tengo que llamar a la policía».Pero como si su mente estuviera en piloto automático, se detiene antes de dar el primer paso. «¿Y qué va a pasar después? Van a ver a Manuel muerto, la pistola debe estar por ahí con mis huellas y además hay un testigo… Que no creo que aparezca, pero vio todo y podría perjudicarme si quisiera. Me voy a podrir en la cárcel».<
Ignacio observa como la figura de Rea va creciendo mientras suenan las trompetas hasta llegar a dimensiones descomunales. Está justo al centro del gigantesco ovalo y es visible desde todo el lugar. «Debe medir más de 300 metros de altura».Las trompetas se silencian. Con una gran sonrisa, Rea observa a todos los avatares como lo haría una madre con sus hijos.—Bienvenidas hermanas y hermanos míos. Ustedes ya me conocen. Desde hace unos meses para algunos, desde hace pocos días para otros, hemos mantenido un contacto permanente para evitar una gran catástrofe en nuestro mundo. La mayoría de ustedes se debe estar preguntando qué hacen aquí. La respuesta es que han sido elegidos para cumplir con la última gran misión de la humanidad. Ustedes son las y los mejores, entre los mejores de este mundo.&n
La noche está fría y solitaria. Ignacio sale al exterior de la casa. Al menos está despejado y puede disfrutar de un manto de estrellas, que de alguna manera le tranquilizan. Son como sus amigas. Siempre están ahí acompañándole sin importar el lugar o la situación en que se encuentre. —¿Y ahora qué hago? —pregunta mirando al cielo. A veces le gusta hablar solo en voz alta. Se produce un diálogo interno que le permite reflexionar y ordenar mejor sus ideas. Siempre y cuando esté totalmente solo, para no parecer un loco. —Estoy lejos de todo, Rea bloqueó mi cuenta del banco y ahora la internet satelital de la casa. Theresa no me habla. No he sabido nada de mi mamá ni de Jaime. No tengo teléfono, ni tarjetas bancarias y tampoco hay ferrys ni vuelos para salir de aquí. Estoy atrapado. Parece que no me queda otra que aceptar lo inevitable. Pero no puedo dejar a mi mamá sola. ¿Cómo puedo llegar a ella o que ella venga a mí? «Sólo me queda el dinero en efectivo que saqué antes de ve
El bote inflable no se ve muy seguro para navegar. Jorge intenta arrancar el motor fuera de borda, tirando con fuerza una y otra vez de una cuerda. Ignacio observa preocupado el fuerte oleaje. Una densa niebla se mueve entre los árboles en dirección a ellos. Poco a poco el cielo azul se torna gris y oculta el sol de la mañana.—¿Está seguro que podemos ir a La Junta en este bote? —pregunta Ignacio.—Claro que sí. Este bote me costó carito —responde Jorge dando otro tirón a la cuerda del motor. La niebla termina ocultando por completo el entorno.—¿Cuántas veces ha ido a La Junta en este bote?—Ninguna —responde Jorge haciendo funcionar por fin el motor.—¿Ninguna? Pero… ¿Sabe cómo llegar?—Sí, claro. He ido en el bote antiguo de madera que tenía antes. Tenemos que ir por mar pri
Ignacio mira en todas direcciones buscando en el agua. —¡¡¡Jorge!!!... ¡¡¡Jorge!!! —grita desesperado. La lluvia parece venir de todas partes. La niebla comienza a disiparse, pero las olas no dan tregua. Ahora el zodiac está a la deriva y empieza a girarse, recibiendo el oleaje por el costado. Ignacio no es experto, pero sabe que en esa posición, una ola grande podría voltearlo. Debe llegar al motor y recuperar el control. Observa una ola de grandes dimensiones que se acerca por la izquierda. Debe moverse rápido, pero no logra soltarse sin perder el equilibrio. A tientas, avanza hacia la popa hasta que logra sentarse junto al motor. Había observado a Jorge como conducía el bote, así es que repite los movimientos. Acelera girando el manillar del timón y lo orienta para enfrentar la ola con la proa justo a tiempo. El bote nuevamente sube y baja bruscamente dejando a Ignacio casi en el aire. Logra mantenerse firme. Aprovecha el momento entre ola y ola, para dar media vuelta y b
—Ignacio —dice una voz familiar—. ¡Ignacio despierta! —Sus ojos se abren lentamente. Ve la imagen difusa de una mujer—. Llevo semanas buscándote. Por fin te encontré mi amor.—¿Qué? ¿Theresa?—¡Siii, soy yo!Ignacio puede ver con más claridad. La imagen en carne y hueso de Theresa está sentada junto a su cama. Siente como si su cuerpo se llenara de vida.—¿De verdad eres tú? Pero… ¿Cómo llegaste aquí?—He recorrido medio mundo para llegar a ti. —Theresa se acerca y lo abraza. Ignacio también la abraza con las pocas fuerzas que le quedan. Luego ella le mira a los ojos, se acerca lentamente y le besa delicadamente en los labios.—Te amo… Y te juro que no volveré a alejarme de ti —dice Theresa.La puerta de la habitación se abre de golpe