«No quiero hacer esto. Quiero volver a mi casa, seguir buscando trabajo, jugar en mi computadora… Conocer a Theresa».
El avión Cessna 208 Caravan viaja con sólo cinco pasajeros. Ignacio mira un gran número de islas que desfilan bajo su ventanilla. Las nubes van quedando atrás y el cielo se despeja a medida que avanza. El avión tardó varias horas en salir, pero aun así el viaje será mucho más rápido que el tramo previsto por tierra y mar, así que Ignacio está tranquilo con respecto a los tiempos.
«En verdad, ¿por qué me eligieron para esto? Hay gente mucho más preparada que yo para hacer un trabajo como este. Hay tantas cosas que no encajan. Al salvar mi vida, la línea de tiempo en donde estoy es diferente a la de Rea, entonces ¿cómo log
La lluvia se escucha con fuerza sobre el tejado. El viento silba al pasar entre las persianas exteriores que permanecen abiertas y enganchadas para que no se golpeen con el viento. Suena la alarma del celular, pero Ignacio ya está despierto. Apenas ha podido dormir. Durante la noche ha imaginado innumerables veces el encuentro con el ex militar. Se ha imaginado diferentes escenarios en donde el anciano le recibe amistosamente, o con molestia, o incluso con violencia. Ha repasado las posibles frases que le dirá, dependiendo de cada situación, y los argumentos para convencerle a salir de su escondite. «Mañana morirá de un disparo y lo encontrarán cerca de su casa, así que no debe andar lejos. ¿Cómo evitaré que lo maten? ¿Alguien lo habrá descubierto y está aquí para vengarse? Al menos en el avión no venía nadie má
Después del ocaso, la temperatura baja bruscamente. El comedor de la casona está iluminado por una lámpara de parafina y la cocina a leña tempera todo.—Tengo una cazuela bien rica joven. ¿Quiere un poco? —dice Yoana.—Sí, claro. Me muero de hambre —responde Ignacio sentado en un mesón rectangular al centro del lugar.En eso se abre la puerta e ingresa Patrick a la cocina.—Hola don Patrick. Pase a compartir uno de nuestros mejores platos en Chile.Yoana coloca otro plato sobre la mesa.—¿Estás alojando aquí también? —pregunta Ignacio sorprendido.—Yo buscando más hoteles en booking.com, pero yo no encontrando —bromea Patrick.Ignacio se pone tenso sin saber por qué. Yoana ríe, dejando un generoso plato humeante frente a él.—¿Y su esposo? &mdash
La tormenta está en su peor momento. Se escucha un trueno tras otro. Los árboles se inclinan bajo la presión del viento que los empuja con intensidad; la lluvia pareciera estar perforando el tejado.—Don Ignacio ¿está bien? —dice Yoana golpeando la puerta. Ignacio abre un ojo. Le duele la cabeza como si hubiera estado toda la noche de fiesta. Mira la hora en el celular que mantiene conectado a una batería externa. Este marca las 13:13. «¡Son más de la una!... No me acuerdo que estuviera tan buena la cerveza». Se levanta de la cama sobando su cabeza y se ordena el pelo. Abre la puerta y ve a Yoana nerviosa, vestida con un delantal para cocinar.—¿Se siente bien? Me tenía preocupá, oiga.—Sí, no se preocupe. Estoy bien. Parece que tomé mucho anoche.—Pero si fueron dos vasos no
Está oscuro. El tejado resuena con la fuerte lluvia. Ignacio se siente desorientado. Está acostado en una cama, pero no reconoce el lugar. Apenas puede ver el dormitorio por la penumbra. Intenta levantarse, pero un fuerte dolor de cabeza lo devuelve a la almohada. Respira profundo. La habitación es amplia, parece ser completamente de madera y tiene un baño interior. Revisa sus bolsillos. No está el celular ni tampoco su billetera. Se reincorpora lentamente y camina alrededor de la habitación buscando su mochila, pero no encuentra nada. Mira por la ventana. Está en un segundo piso y está comenzando a anochecer. Sale de la habitación buscando a alguien. Todo está apagado y en silencio. Hay un pasillo y al final una escalera. Desciende con cuidado hasta llegar al primer piso. Por fin reconoce el lugar. «¡Sigo en la casa de Manuel!». Junto a la puerta hay dos interruptores. Presiona el primero y se encienden las luces del pasill
El sol entra por la ventana y se escuchan pajaritos cantando. Ignacio abre los ojos. «No era una pesadilla».El dolor ya ha pasado y se siente con más energía. Afuera el cielo está azul con algunas pequeñas nubes muy blancas que lo decoran. Llega a su mente el recuerdo del cuerpo de Manuel. «¡Aún debe estar ahí afuera! Tengo que llamar a la policía».Pero como si su mente estuviera en piloto automático, se detiene antes de dar el primer paso. «¿Y qué va a pasar después? Van a ver a Manuel muerto, la pistola debe estar por ahí con mis huellas y además hay un testigo… Que no creo que aparezca, pero vio todo y podría perjudicarme si quisiera. Me voy a podrir en la cárcel».<
Ignacio observa como la figura de Rea va creciendo mientras suenan las trompetas hasta llegar a dimensiones descomunales. Está justo al centro del gigantesco ovalo y es visible desde todo el lugar. «Debe medir más de 300 metros de altura».Las trompetas se silencian. Con una gran sonrisa, Rea observa a todos los avatares como lo haría una madre con sus hijos.—Bienvenidas hermanas y hermanos míos. Ustedes ya me conocen. Desde hace unos meses para algunos, desde hace pocos días para otros, hemos mantenido un contacto permanente para evitar una gran catástrofe en nuestro mundo. La mayoría de ustedes se debe estar preguntando qué hacen aquí. La respuesta es que han sido elegidos para cumplir con la última gran misión de la humanidad. Ustedes son las y los mejores, entre los mejores de este mundo.&n
La noche está fría y solitaria. Ignacio sale al exterior de la casa. Al menos está despejado y puede disfrutar de un manto de estrellas, que de alguna manera le tranquilizan. Son como sus amigas. Siempre están ahí acompañándole sin importar el lugar o la situación en que se encuentre. —¿Y ahora qué hago? —pregunta mirando al cielo. A veces le gusta hablar solo en voz alta. Se produce un diálogo interno que le permite reflexionar y ordenar mejor sus ideas. Siempre y cuando esté totalmente solo, para no parecer un loco. —Estoy lejos de todo, Rea bloqueó mi cuenta del banco y ahora la internet satelital de la casa. Theresa no me habla. No he sabido nada de mi mamá ni de Jaime. No tengo teléfono, ni tarjetas bancarias y tampoco hay ferrys ni vuelos para salir de aquí. Estoy atrapado. Parece que no me queda otra que aceptar lo inevitable. Pero no puedo dejar a mi mamá sola. ¿Cómo puedo llegar a ella o que ella venga a mí? «Sólo me queda el dinero en efectivo que saqué antes de ve
El bote inflable no se ve muy seguro para navegar. Jorge intenta arrancar el motor fuera de borda, tirando con fuerza una y otra vez de una cuerda. Ignacio observa preocupado el fuerte oleaje. Una densa niebla se mueve entre los árboles en dirección a ellos. Poco a poco el cielo azul se torna gris y oculta el sol de la mañana.—¿Está seguro que podemos ir a La Junta en este bote? —pregunta Ignacio.—Claro que sí. Este bote me costó carito —responde Jorge dando otro tirón a la cuerda del motor. La niebla termina ocultando por completo el entorno.—¿Cuántas veces ha ido a La Junta en este bote?—Ninguna —responde Jorge haciendo funcionar por fin el motor.—¿Ninguna? Pero… ¿Sabe cómo llegar?—Sí, claro. He ido en el bote antiguo de madera que tenía antes. Tenemos que ir por mar pri