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—Bienvenido a casa –le dijo Gemima a Rubén dándole un beso y abrazándolo. Él le devolvió el abrazo dándole además un sonoro beso en la frente. Encantada, Gemima sólo se echó a reír. Su hijo venía a casa muy esporádicamente, y tenerlo de nuevo en casa realmente la hacía feliz. Sobre todo, porque últimamente esta enorme casa estaba demasiado silenciosa. Viviana se había casado y se había ido, y Rubén, aunque seguía soltero, ya no vivía aquí.

Luego de que sufriera aquel accidente, como prefería llamarlo ahora, su hijo se había ido al extranjero dos años. Allá había hecho el posgrado que había pensado hacer aquí, y no lo culpaba. Era natural q

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