Capítulo 5. Elisabeth. *Marco*.

Cuando recibí esa rosa solamente pude pensar en verla de nuevo, aquella idea obsesiva y perjudicial se instaló por completo en mi cabeza, necesitaba saber como estaba ella, que era de su vida, y que estaba haciendo en Italia...

Mentiría si dijese que no había hecho mis propias averiguaciones, cuando recibí el mensaje de Dalia contacté a Massimo para que la vigilase, ¿Debía mentir? No estaba loco, no era un controlador que solo deseaba controlar cada uno de sus movimientos y de sus acciones, unicamente queria protegerla, solamente quería estar seguro de que se encontraba bien y de que mi hermano estaba completamente alejado de ella. Y fue así, me dijo que Elisabeth estaba mucho tiempo en la villa que le había dejado su padre, aquel lugar era enorme, lo recordaba de alguna vez que había ido de niño, extensos metros de terreno, con un jardín precioso repleto de rosas y otras flores de distintos tipos muy hermosas, una piscina más grande que la mía y una gran casa familiar con paredes externas de un blanco brillante.

Massimo dijo que no había visto a su madre por lo que pensaba que estaba bastante enferma y quizás por eso ella a penas la dejaba sola, solamente para hacer de vez en cuando compras semanales o salir a veces al gestor o abogado a resolver documentos familiares.

Cuando recibí aquel mensaje de Dalia pensé cientos de veces en ir a Italia y reencontrarla, pero fui un completo cobarde y me quité aquella idea de la cabeza, lo nuestro había sido demasiado intenso y era una realidad que había imaginado muchas veces como sería mi vida si ella hubiese decidido darme una oportunidad y empezar de verdad algo especial conmigo, pero nuestro final había sido muy distinto. Amargo y muy doloroso. Pero ella me había enviado aquella rosa y deseaba con todas mis fuerzas verla en persona, no podía reprimirme más, así que después de meditarlo aquella misma noche y no ser capaz de apenas poder dormir, y cuando conseguí hacerlo... soñar solo con ella... decidí finalmente ir a su villa para encontrarla.

Cogí uno de los coches familiares, el blanco, que era el menos llamativo en las calles de la ciudad y el que más me gustaba también y conduje por la autopista a toda velocidad mientras sonaba la canción Linda de Emis killa que me recordó enseguida a ella.

Al entrar en aquella zona exclusiva me costó diferenciar su casa de la de los demás vecinos, todas eran igual de grandes e impresionantes, y con el mismo tono de blanco brillante. Pero después de diez minutos dando vueltas encontré el número veinte y el apellido ... en la puerta principal de la casa, de su padrastro.

Toqué varias veces y nadie contestó pero seguí insistiendo varios minutos, hasta que al fin una voz femenina preguntó que deseaba por el telefonillo.

_Hola, me gustaria ver a Elisabeth, soy un buen amigo suyo...

_Ahora mismo no está, ha salido un momento a comprar unas medicinas.

_¿Sabes apoximadamente cuando volverá?

_Creo que estará a punto de volver _ dijo sin más.

_Perdona ¿Quién eres tú? _ pregunté con curiosidad, no tenía ningún acento latino o español.

_Soy la enfermera, me encargo de los cuidados de su madre.

_Ah vale.

_¿Te gustaria que le diga algo de tu parte cuando vuelva?

_No, creo que la esperaré aquí.

_Está bien, como prefieres. Siento no poder dejarte esperarla dentro de laa casa, pero es por seguridad, normas del hogar.

_Tranquila, lo entiendo perfectamente. Gracias.

Me quedé en la puerta varios minutos, cinco, diez, quince, veinte o incluso mas, no sabia exactamente cuanto tiempo habia pasado, pero era mas del que esperaba inicialmente. Asi que termine pensando que quizás era mejor idea marcharme o incluso volver al día siguiente... pero fue entonces cuando un coche negro de cristales tintados apareció justo enfrente mío y se detuvo con el motor encendido. Entonces por fin la vi, Elisabeth bajó de aquel coche, estaba exactamente tan preciosa como la recordaba, su piel estaba más bronceada, seguramente por el sol intenso del sur de Italia, y su cabello negro estaba recojido en una cola larga que le llegaba hasta las caderas. Iba vestida con unos jeans oscuros y una camiseta blanca apretada y me fije en su bonita figura, su cuerpo estaba tan perfecto como lo tenía en mi mente, y en ese momento sus ojos de color miel se encontraron con los míos, y estaba sorprendida de verme, impactada... pero no parecía enfadada en absoluto.

_Marco... tú... ¿Qué haces aquí? _ me preguntó con un italiano perfecto, ella jamás me había hablado en mi idioma, pero enseguida entendí porque no se dirigió a mi en español. No quería que su acompañante entendiese sus palabras o nada de ese encuentro.

Fue entonces cuando fui consciente que dentro del coche había un muchacho joven atractivo, bronceado, de cabello corto negro y ojos claros que miraba desconfiado, intentando comprender quien era yo. Y por lo que parecía la primera impresión mía le había parecido algún tipo de amenaza y creado una clara desconfianza.

_Es mejor que entres, no tardaré, es un primo mío lejano.

_Oh, bien, te esperaré dentro mi amor _ dijo relajándose por completo al descubrir que yo era un familiar y que podía estar tranquilo de que su chica se quedase a solas conmigo. Su chica... porque le había llamado mi amor, y aquello no lo esperaba y había acabado de hundirme. Me molestaba mucho, joder, escuchar que alguien le llamase así me destrozaba totalmente que no había superado en absoluto nuestra historia.

Y aún me cabreaba más que dijese que era un familiar, primero de todo en Barcelona decía no tener familia y aparte, no compartíamos la misma sangre. Pero estaba claro que me había presentado así para que su novio, seguramente celoso como lo era yo con una mujer como ella, que te cautiva y te atrapa de mil maneras con tan solo dirigirte una mirada fugaz  y desinteresada, entrase a su casa tranquilo.

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