Capítulo 4. Rosa oscura. *Marco*.

Al llegar a Italia, sin darme cuenta, de repente un dolor intenso ya conocido apareció en mi pecho, Massimo ya me estaba esperando en el aeropuerto y enseguida me llevó velozmente a mi hogar, conduciendo con precisión a toda velocidad hacia la inmensa villa familiar. Durante el trayecto pude ver a lo lejos de la autovia las altas colinas lejanas sobre el mar cristalino que se fundía con practicamente el hermoso cielo, entramos en la enorme puerta de seguridad y el condujo bastantes metros más dejando el inmenso jardín y la piscina atrás, y aparcando justo en la puerta donde me estaba esperando mi bella madre.

Al bajar ella se me echó practicamente encima, había lágrimas en sus ojos, entonces yo acaricié su cabello rubio claro tintado, estaba elegante, impecable y hermosa, como siempre, ni siquiera notaba que hubiese envejecido nada durante aquel año, que habia pasado mas rápido de lo que esperaba, y durante el que no nos habíamos visto.

_Hijo, menos mal que has venido, te he extraño tanto... _ dijo poniendo su cara sobre mi fuerte pecho y entonces me di cuenta de que nada, absolutamente nada, había cambiado. Quizás no debería haberme nunca alejado de ella.

Nunca había hablado con mi madre sobre los negocios turbios de mi padre, pensé que era mejor así ¿Pero y si en realidad ella no estuvo jamás enterada y le había sucedido lo mismo que yo?, no, no podía ser, habían estado juntos décadas y ella debía haber sabido todo. ¿También sabría lo que le hicieron a Elisabeth? Prefería no saber aquello, sería demasiado doloroso descrubir que sí.

Recorrí la casa, al menos el trayecto larguísimo hacia mi habitación, al llegar allí y salir a mi balcón y contemplar el enorme jardín sin fin de mi casa familiar y me sentí extrañamente de nuevo en el lugar al que pertenecía, aunque me hiciese daño.

Seguramente todo Nápoles sabría que había vuelto, en aquel lugar sin ley de rumores y críticas era fácil estar en boca de todo el mundo, porque el tiempo pasaba despacio y yo provenía de una de las familias más influyentes, poderosas y ricas de la ciudad.

Después de descansar nos dirigimos con uno de los coches negros al funeral, el inmenso cementario estaba alejado del centro en una zona tranquila de campo con vistas impresionantes a terrenos y colinas altísimas verdes de diferentes tonalidades. Había muchísimas personas que no conocía absolutamente de nada, algunos no era italianos, eran del este y rusos, suponía que habían tenido negocios con mi padre, seguramente algunos fraudulentos. Nosotros estábamos en primera fila, yo al lado de mi madre y de mi hermano Favio no estaba y llegó unos diez minutos más tarde desaliñado con la camisa medio desabrochada oliendo a alcohol y con la mandíbula desencajada.

_¿Ni siquiera el día de la muerte de nuestro padre puede presentarse de manera decente?  _ no pude evitar decir en tono bajo a mi madre.

_Marco dejalo... hoy no _ dijo suplicándole que no dijese nada más.

Favio era una hombre de excesos, tanto con mujeres como con drogas, y entendía por qué mi padre quería que me encargase de las empresas de la familia, porque el miserable de mi hermano solo era capaz de pasar el tiempo con putas, meterse cocaína por la nariz y despilfarrar el dinero de nuestra familia como si no existiese un mañana.

Él ni siquiera se atrevió a mirarme a la cara... yo sería capaz de partirsela de nuevo, jamás perdonaría lo que había hecho, era un ser despreciable y miserable. Un violador que se había ganado la confianza de una niña inocente.

Después cientos de personas, familiares y otros que no conocían de nada pasaron uno a uno a darnos el pesame. Nos dirigimos de nuevo en el coche mi padre y yo, y el resto de asistentes a la enorme casa de mi hermano mediano, Adriano. Allí habían preparado bebidas calientes y algo de comida para continuar aquel funeral, no me gustaba tener que soportar aquello, solo quería dar el último adios a mi padre y aunque no fuese capaz de perdonarlo... al menos sentirme en paz conmigo mismo.

Allí en la casa, me senté en un sillón de al lado de la ventana, podía ver como las hojas marrones de los árboles se desprendían de los frondosos árboles.

_Hola Marco _ escuché aquella voz femenina que no conocía de nada, y una hermosa mujer, delgada, alta y con el pelo rubio muy largo recogido con una coleta apareció ante mí sin esperarlo.

_Perdona... ¿Nos conocemos?

_No... Soy Nicoletta _ dijo con tono bajo. _Soy la hija de uno de los antiguos socios de tu padre.

Enseguida percibí su acento del este.

_Tu padre y el mío pasaban mucho tiempo juntos por negocios, era normal verlo en mi casa. _ yo sonreí, no recordaba lo cansado que era que gente viniese a hablar contigo en Nápoles cuando tú no deseabas hablar, solo estar solo.

_Si necesitas algo, no sé... hablar... puedes contactarme cuando quieras _ dijo con una sonrisa, y sacó de su bolsillo una tarjeta con su número.

¿Espera se me estaba insinuando en el funeral de mi padre?...Tampoco recordaba que aquello era normal en Italia, sobretodo si eras guapo y tu familia tenía dinero.

Yo a penas sonreí, si hubiese sido mi antigua versión, la hubiese llevado al baño y me la hubiese tirado... pero algo en mí había cambiado. Ya no era el mismo de antes.

_Marco ha llegado un paquete _ Massimo me entregó una pequeña caja de cartón, había algo escrito fuera "Para Marco, espero que estés bien", estaba escrito en español y enseguida me di cuenta de quien era.

_¿Me disculpas? _ dije dejando a aquella chica, que ni siquiera recordaba como se llamaba y su tarjeta sobre el sillón sin darle la más mínima importancia.

Me fui hacía las escaleras, fuera del salón, alejado de la gente y abrí la cajita, dentro había rosa oscura preciosa y una carta, al abrirla enseguida vi al final su firma "Elisabeth",

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