Serena le dio un sorbo a su copa de vino, tratando de prestar atención a las palabras de Samantha. Sin embargo, le resultaba inevitable pensar que Vincenzo llegaría en cualquier momento. Sentía una creciente impaciencia por saber si la reunión con su padre había resultado como esperaban. Tratándose de Cosimo Castelli, era difícil deducir la decisión que había tomado. —Deberíamos llamarlos —soltó, sin poder resistir más. La esposa de su cuñado le dio una sonrisa. —Seguro están por llegar. —Ahí están —dijo Priscilla cuando se escuchó el sonido de la puerta y luego algunos pasos. Vincenzo fue el primero en aparecer, y en cuanto sus ojos se encontraron con los de ella, una sonrisa iluminó su rostro al instante. —Firmó los papeles —anunció su esposo. Serena soltó un chillido que podría haber dejado sordo a cualquiera a un kilómetro de distancia, y corrió hacia Vincenzo. Se lanzó a sus brazos mientras él reía ante su arrebato. —Eres el mejor —alabó mientras le llenaba el rostro d
Serena miró a su padre mientras la policía lo esposaba para sacarlo de la sala. El juez lo había declarado culpable por lo cual tendría que pasar cuatro años en prisión, además de pagarle una suma de considerable de dinero que debía pagarle por el daño psicológico y físico.¿Era suficiente? No. Su padre merecía un castigo mayor por todos los crímenes que había cometido. Sin embargo, el juez le había dado la condena adecuada para el crimen por el cual había sido juzgado.Miró al hombre detrás del estrado y le agradeció en silencio.—Se acabó. —Vincenzo y la acercó a él con el brazo que tenía sobre su hombro.Sonrió satisfecha para que su padre pudiera verla antes de que se lo llevaran. Aunque él no pasaría mucho tiempo en prisión, sabía que ya no podría hacerle daño nunca más. No era la misma joven a la que había intimidado con facilidad y tampoco estaba sola. Pudo darse cuenta en sus ojos que él lo sabía. En cuanto salieron de la sala, Serena buscó su celular y llamó a Priscilla.—E
—Eso no tiene lógica. ¿Por qué lo haría? Él es el que más tiene que perder con todo esto.—Lamentablemente no hemos podido averiguarlo. Nuestra mejor suposición es que estaba buscando vengarse de Allegra. No creo que se trate de una coincidencia que decidiera revelar solo el expediente de tu esposa.—Esto es un jodido lío. —Vincenzo pasó una mano por su cabello—. ¿Dónde está él ahora?—Bajo custodia de la policía. Se lo llevaron antes de que pudiéramos hablar con él. El juzgado le negó la fianza. Podría conseguir acceso a él y averiguar un poco más.—No, nos mantendremos al margen por el momento. Esperemos a ver el rumbo que toma la investigación. De todas formas, no cambiará nada conocer sus motivaciones.—Está bien.—Mañana a primera hora haré pública el resto de expedientes. —No tenía más opción que adelantar sus planes ahora que la policía estaba investigando—. Espero que eso desvié la atención que está recibiendo mi esposa. ¿Qué sabemos sobre Allegra? —No ha salido de su casa e
—Por favor. Siento que me voy a volver loca sigo encerrada —suplicó Serena y le dio esa mirada a la que Vincenzo no podía resistirse. Entendía que ella estuviera cansada de no poder salir. Aunque el departamento fuera enorme, permanecer veinticuatro horas en el mismo lugar podía volverse aburrido. Había pasado un poco más de una semana desde que el escándalo del médico salió a la luz, y durante todo ese tiempo, Serena se había visto obligada a quedarse en casa. La prensa aún aguardaba alguna declaración por parte de Serena, pero con el paso de los días, habían ido desapareciendo de la puerta de su edificio. En especial desde que se reveló que Allegra no fue la única que había contratado a Nario con fines turbios. Aunque su equipo de seguridad le había informado que aún había un par de periodistas que permanecían a la expectativa. Allegra había sido detenida un día después de que la policía entrevistó a Serena, pero había salido bajo fianza un día después con la condición de no salir
Vincezo se puso en alerta tan pronto vio a Allegra. No creía que se tratara de una coincidencia encontrarla justo allí.—¿Podemos hablar?Serena miró a su esposo, indecisa. No quería que su madre arruinara la tarde increíble que había pasado con sus acusaciones o insultos.—Es tu decisión —dijo Vincenzo, como si le hubiera leído la mente.Miró a su madre intentando no compadecerse. Ni siquiera el maquillaje había podido ocultar las ojeras que tenía. Su cabello no estaba tan impecable como siempre. También parecía haber perdido algunos kilos desde la última vez que la vio y, en su caso, eso la hacía parecer aún más débil porque siempre había estado por debajo de su peso sano. —Te llamaré después y podemos reunirnos uno de estos… —Serena se quedó a mitad de la oración al ver a su madre empezar a llorar. No recordaba una sola ocasión en la que su madre hubiera derramado una lágrima, y siempre que ella la había visto hacerlo, le había dicho que dejara de ser dramática.—Lamento lo que
Vincenzo sintió que el tiempo se detenía mientras veía al auto en el que iba Serena girar sin control por la pista antes de estrellarse.—¡Llamen a emergencias! —ordenó y saltó del auto antes de que su conductor hubiera terminado de estacionarse.Gran parte del auto estaba destrozado, había vidrios por todos lados y se percibía el olor a gasolina desde varios metros de distancia. La zona más afectada era la del conductor, ya que el coche de Allegra había impactado justo por la esquina delantera izquierda.Vincenzo abrió la puerta del copiloto sin demasiado esfuerzo y se inclinó sobre Serena. Un hilo de sangre bajaba desde su cabeza por el costado de su rostro.—Serena —llamó mientras llevaba los dedos a su garganta para sentir su pulso, al mismo tiempo que observaba el subir y bajar de su pecho. No recibió ninguna respuesta, pero pudo sentir su pulso. Soltó un suspiro y luego miró a Allegra. Ella parecía haber recibido la peor parte.Sin tiempo que perder, volvió a concentrarse en Ser
—Debería ir a informarle al resto cómo estás, pero no quiero separarme de ti. —Vincenzo llevaba un tiempo con Serena, aunque le resultaba difícil precisar cuánto exactamente. Su esposa le había hecho algunas preguntas sobre lo sucedido después del accidente, y él la había puesto al tanto. —No te preocupes, no me moveré de aquí. —Serena sonrió. Vincenzo estaba por levantarse cuando la puerta se abrió y su primo entró en la habitación. —Acabo de hablar con tu familia —dijo él, mirándolo—. Los mandé a casa. No tiene mucho sentido que sigan aquí si no podrán entrar a ver a Serena. —¿Cómo se lo tomaron? —No estaba muy contentos. Tu padre intentó sobornarme para que los dejara pasar y tu hermana trató de colarse mientras intentaba razonar con él. —Ignazio sacudió la cabeza—. ¿Puedes creerlo? —continuó, dejándose caer en la silla que estaba cerca a él. Vincenzo soltó una carcajada mientras buscaba su celular que había comenzado a sonar. —Es mi mamá —dijo al ver el identificador—. Hola
Serena no derramó ni una lágrima cuando Ignazio le informó que Allegra había caído en coma, ni tampoco cuando le reveló la probabilidad de que nunca despertara, ni siquiera cuando llegó el momento de desconectarla. Sin embargo, unas pocas lágrimas se le escaparon dos días después mientras bajaban su ataúd. Aun entonces, no eran lágrimas de tristeza, sino de alivio. A partir de entonces, Serena ya no tendría que vivir con el temor de que Allegra intentara lastimarla a ella o a su familia. Allegra Castelli había sido una madre desastrosa, incapaz de percibir el daño que infligía. Cualquier afecto que aún pudiera haber sentido por ella se desvaneció por completo cuando descubrió que no era su madre biológica. Si estaba allí, era porque necesitaba decirle adiós en persona poder finalmente liberarse de su recuerdo para siempre. —¿Estás lista para irnos? Asintió y lanzó una última mirada al féretro antes de alejarse junto a Vincenzo. A su lado iban sus suegros y cuñados. Ellos eran los ú