En cuanto Vincenzo despertó, lo primero que escuchó fue el ruido de la ducha. Miró el lado junto al suyo y lo encontró vacío y eso le sorprendió. Usualmente se despertaba antes que Serena. Aunque después de la noche pasada no le sorprendía haberse despertado un poco más tarde de lo normal.No estaba seguro de cuánto tiempo había permanecido despierto, tratando de no acercarse demasiado a su esposa. Sabía que, si no hubiera mantenido la distancia, no habría podido resistirse a al menos a abrazarla, jugar con sus cabellos y acariciarla. Y tenía prohibido hacerlo, a menos que quisiera aceptar su derrota.Como si hubiera invocado al objeto de sus deseos con el pensamiento, la puerta del baño se abrió y Serena salió envuelta en una toalla que apenas la cubría hasta medio muslo, el cabello recogido sobre la cabeza y el cuerpo ligeramente sonrojado. Se veía encantadoramente irresistible.—Veo que ya despertaste —comentó ella, regalándole una sonrisa inocente, como si no se diera cuenta del
—¿Qué tienes para mí? —Aun nada —dijo Angelo—. Tuvimos algunos problemas para acceder a los registros originales de nacimiento y, al final, no sirvió de mucho. El nombre de Allegra y Cosimo estaba en todo el papeleo. También investigamos a todas las mujeres en la ciudad que dieron a luz en la misma fecha que tu esposa, descartamos a todas. —Hablaron con el médico que firmó el acta de nacimiento. —No, el hombre murió hace unos años. intentaremos obtener el historial médico, pero tomará algo de tiempo, quizás más del que te gustaría. E incluso cuando lo logremos, no estamos seguros de que exista algo que nos ayude. —Demonios. —Podríamos tener más probabilidades de encontrarla, si tuviéramos un nombre. —El único que puede dárnoslo es Cosimo y no tengo mucha esperanza en que sea honesto. —Aun así, no perdemos nada con intentarlo. Creo que mañana es nuestra mejor oportunidad de hablar con él. Podemos arreglar un encuentro antes o después del juicio de Garibaldi. —Supongo que no te
Serena soltó un gemido cuando Vincenzo acarició su sex0. Los dos estaban tan ansiosos que aún seguían vestidos y no habían llegado más allá de pasillo. —Vincenzo —gimió cuando él tocó un punto sensible en su interior. —Te ves tan preciosa. —Vincenzo depositó en el centro de su pecho e intensificó el movimiento de sus dedos. —No… no pares —suplicó entre jadeos. —No planeaba hacerlo. Vincenzo se tomó su tiempo para apreciar a su esposa. Sus ojos estaban nublados por el deseo, tenía el labial corrido y se mordía el labio intentando acallar sus gemidos. Entonces, se propuso hacerla gritar. Aceleró sus movimientos y sonrió satisfecho cuando ella empezó a gemir con fuerza. No le tomó mucho tiempo llevarla a su primer orgasmo. —Te amo —declaró y se apoderó de su boca. Era un adicto a sus besos. Vincenzo se aflojó el cinturón del pantalón y lo bajó lo suficiente como para sacar su miembro. La necesitaba y sentía que podía morir si no entraba en ella pronto. La sujetó de las caderas
Serena había decidido no entrar al juicio de su padre en contra de Garibaldi. Aunque había llegado al juzgado junto a su esposo, había optado por esperar afuera de la sala. Cuando Vincenzo salió junto a Garibaldi supo que el resultado había sido favorable y su esposo se lo confirmó. Garibaldi había sido absuelto de todos los cargos. —Gracias, hombre. —El hombre le dio un abrazo a Vincenzo. —Ni que lo digas. Por cierto, Angelo tiene una propuesta para ti. —Contáctame el lunes a primera hora —Angelo le entregó una tarjeta a Garibaldi—. Sé que estás en busca de un trabajo y creo que podría tener algo para ti. El hombre miró la tarjeta y luego a ellos con la sorpresa dibujada en el rostro. —Ten por seguro que lo haré. Esto es… más de lo que esperaba. Se despidieron del Garibaldi, que tenía una sonrisa en el rostro cuando se marchó, y se dirigieron en dirección contraria guiados por Angelo. Se detuvieron en uno de los corredores y esperaron durante algunos minutos. Un par de hombres s
Serena cerró la carpeta y la dejó sobre el velador.—Es extraño sentir dolor por la pérdida de alguien a quien ni siquiera tuve oportunidad de conocer —dijo acomodándose junto a su esposo. Vincenzo la abrazó y le dio un beso en la cabeza. A Angelo le había tomado un poco más de una semana reunir información sobre su madre biológica y sí que había sido meticuloso. La carpeta que le había entregado contenía la vida de su madre a detalle.Cuando leyó el archivo que habían conseguido de la caja fuerte de su padre, se había negado a creer lo que decía allí. Después de todo, su padre era capaz de cualquier cosa, que le aseguraba que todo lo que se decía de su madre biológica en esos papeles no eran más que mentiras.—Lamento que no tuvieras oportunidad de conocerla.—También yo, pero quizás fue lo mejor. Elisa, como se había llamado su madre, había muerto a los cuarenta y cinco años por una sobredosis de drogas. Hasta entonces había tenido un sinnúmero de parejas, una peor que la otra. A
Vincenzo dejó su celular a un lado y se sentó en la cama, luego acomodó a Serena sobre sus piernas. Envolvió sus brazos en torno a su cintura y apoyó el mentón en su hombro. El tiempo transcurrió en silencio. Los dos estaban demasiado nerviosos para hablar.Después de lo que se sintió como una eternidad, miró a su celular acusadoramente. Estaba seguro de haberlo programado para que sonara en tres minutos, pero el inservible aparato no sonaba aún.—¿Cuánto más tenemos que esperar? —se quejó Serena, al parecer no estaba mucho mejor que él.—No debe faltar mucho —dijo, y le dio un beso en la mejilla mientras consideraba la posibilidad de comprarse un nuevo celular, ya que el que tenía no funcionaba bien.Estaba por levantar el aparato para confirmar la hora cuando este por fin empezó a sonar.«Quizás no está malogrado después de todo».Serena se puso de pie de un salto, escapando de su agarre, y corrió hacia el baño. Vincenzo no tardó en seguirla. Ella ya tenía la prueba de embarazo en s
Serena se acercó a Vincenzo y le frotó la espalada. Estaban terminando de alistarse cuando su esposo había salido corriendo en dirección al baño antes de empezar a devolver el contenido de su estómago. —Te amo, pecas, pero creo que deberías hacerte para atrás. El olor de tu colonia no lo está mejorando. —Oh, lo siento. —Se alejó intentando no ponerse a llorar. Últimamente se sentía como un recipiente lleno lágrimas que podía explotar en cualquier momento—. Me cambiaré de ropa, eso debería ayudar. Había transcurrido una semana desde su consulta con la obstetra. Las cosas habían resultado mejor de lo que esperaba y la doctora les había asegurado que todo iba bien con sus bebés. Todavía quería ponerse a llorar de alegría cada vez que recordaba que iba a tener gemelos, aunque también estaba asutada. Debido que durante la semana Vincenzo estaba ocupado con el trabajo, habían decidido esperar hasta el fin de semana para darle la noticia a su familia, así que ese día sus suegros y cuñado
Serena se fue poniendo más ansiosa conforme avanzaba el almuerzo. No le preocupaba como su familia se fuera a tomar la noticia, ya se hacía una idea, simplemente necesitaba compartir la noticia con ellos de una vez. Todos estaban muy animados mientras hablaban escuchar a Valentino contar algunas anécdotas sobre sus hijos. Tenía un montón, una más divertida que la otra. Cada uno de ellos había cometido su buena cuota de travesuras, incluso Gio. Cuando Valentino se quedó en silencio y las risas pararon, Vincenzo se aclaró la garganta y las miradas se dirigieron allí. —Mi esposa y yo organizamos esta reunión porque tenemos algo que decirle —Vincenzo la miró—. ¿Quieres decírselos tú? —preguntó él y ella asintió. Se giró hacia el resto y podía ver por sus rostros que nadie sospechaba nada. —La semana pasada me hice una prueba de embarazo y dio positivo. Yo… estoy embarazada. El silencio le siguió a su anunció y luego un grito de júbilo, muy parecido al que había dado Vincenzo cuando