La última vez que Serena estuvo en la empresa de su familia fue hace un año, cuando tuvo que asistir a uno de esos eventos lujosos reservados exclusivamente para los más altos ejecutivos y clientes importantes, junto con sus familias.Como cada año, desde que había cumplido dieciocho, Serena se había visto obligada a interactuar con personas a las que apenas conocía y a sonreír durante toda la noche. En su momento, lo único que había deseado era que la noche terminara rápido, pero, en retrospectiva, no había sido del todo una pérdida de tiempo. Al menos, no era una completa desconocida para los miembros de la junta directiva.Los días siguientes a la visita de su madre, había estado bastante ocupada llamando a los accionistas. Un movimiento bastante osado, considerando que cualquiera podía contarle a su padre lo que estaba haciendo. No les dijo demasiado, solo lo suficiente para sembrar las dudas y motivarlos a convocar a una reunión de emergencia.Era así como, a tres días del juicio
—Tenía miedo de no conseguir los votos necesarios para destituir a mi padre de la dirección —le confesó Serena a Vincenzo por la noche, en la privacidad de su habitación. Estaba recostada con la mitad superior de su cuerpo sobre él y los brazos doblados debajo del mentón.—Mi amor, podrías haberles pedido cualquier cosa y estoy seguro de que te habrían seguido. Nunca había visto nada tan sexy como tú en esa sala de juntas mientras hablabas con autoridad.Una corriente de placer se extendió desde su espalda, donde él la estaba acariciando, cerca del contorno de uno de sus senos, al resto de su cuerpo.El destello en los ojos de su esposo y la sonrisa traviesa fueron indicativos de que él sabía perfectamente lo que estaba haciendo. Bueno, dos podían jugar el mismo juego.Depositó un beso en el centro de su pecho y deslizó una mano hacia abajo. Se detuvo en la cinturilla de su bóxer un instante y luego metió su mano dentro para tomar su miembro.—Pecas —rugió Vincenzo.—¿Qué sucede? —pre
Vincenzo sonrió. Su contacto en la policía le acababa de confirmar que Cosimo no se había reportado con la policía ese día lo que llevó a la emisión de una orden de captura a su nombre. Mientras permaneciera oculto, las posibilidades de que lo atraparan eran prácticamente nulas. Nadie iba a salir a buscarlo activamente… a menos que alguien revelara su paradero.—¿Sigue en casa de su amigo? —le preguntó a Angelo, quien estaba sentado frente a su escritorio.—Sí.—Haz que uno de tus hombres llame a la policía del lugar y les de su ubicación exacta, que sea anónimo. Mantén a tus hombres vigilando la zona hasta que se lo lleven.Angelo asintió y sacó su celular.—Está arreglado —dijo al terminar.—Mantenme informado de cualquier cosa.—Por supuesto.Un poco más de tres horas después, Angelo lo llamó para informarle que Cosimo había sido detenido y lo estaban trasladando de regreso a la ciudad. Así que llamó a su cuñado para pedirle un favor.—Vincenzo.—Leo. ¿Cómo va todo?—Lo mismo de si
Serena le dio un sorbo a su copa de vino, tratando de prestar atención a las palabras de Samantha. Sin embargo, le resultaba inevitable pensar que Vincenzo llegaría en cualquier momento. Sentía una creciente impaciencia por saber si la reunión con su padre había resultado como esperaban. Tratándose de Cosimo Castelli, era difícil deducir la decisión que había tomado. —Deberíamos llamarlos —soltó, sin poder resistir más. La esposa de su cuñado le dio una sonrisa. —Seguro están por llegar. —Ahí están —dijo Priscilla cuando se escuchó el sonido de la puerta y luego algunos pasos. Vincenzo fue el primero en aparecer, y en cuanto sus ojos se encontraron con los de ella, una sonrisa iluminó su rostro al instante. —Firmó los papeles —anunció su esposo. Serena soltó un chillido que podría haber dejado sordo a cualquiera a un kilómetro de distancia, y corrió hacia Vincenzo. Se lanzó a sus brazos mientras él reía ante su arrebato. —Eres el mejor —alabó mientras le llenaba el rostro d
Serena miró a su padre mientras la policía lo esposaba para sacarlo de la sala. El juez lo había declarado culpable por lo cual tendría que pasar cuatro años en prisión, además de pagarle una suma de considerable de dinero que debía pagarle por el daño psicológico y físico.¿Era suficiente? No. Su padre merecía un castigo mayor por todos los crímenes que había cometido. Sin embargo, el juez le había dado la condena adecuada para el crimen por el cual había sido juzgado.Miró al hombre detrás del estrado y le agradeció en silencio.—Se acabó. —Vincenzo y la acercó a él con el brazo que tenía sobre su hombro.Sonrió satisfecha para que su padre pudiera verla antes de que se lo llevaran. Aunque él no pasaría mucho tiempo en prisión, sabía que ya no podría hacerle daño nunca más. No era la misma joven a la que había intimidado con facilidad y tampoco estaba sola. Pudo darse cuenta en sus ojos que él lo sabía. En cuanto salieron de la sala, Serena buscó su celular y llamó a Priscilla.—E
—Eso no tiene lógica. ¿Por qué lo haría? Él es el que más tiene que perder con todo esto.—Lamentablemente no hemos podido averiguarlo. Nuestra mejor suposición es que estaba buscando vengarse de Allegra. No creo que se trate de una coincidencia que decidiera revelar solo el expediente de tu esposa.—Esto es un jodido lío. —Vincenzo pasó una mano por su cabello—. ¿Dónde está él ahora?—Bajo custodia de la policía. Se lo llevaron antes de que pudiéramos hablar con él. El juzgado le negó la fianza. Podría conseguir acceso a él y averiguar un poco más.—No, nos mantendremos al margen por el momento. Esperemos a ver el rumbo que toma la investigación. De todas formas, no cambiará nada conocer sus motivaciones.—Está bien.—Mañana a primera hora haré pública el resto de expedientes. —No tenía más opción que adelantar sus planes ahora que la policía estaba investigando—. Espero que eso desvié la atención que está recibiendo mi esposa. ¿Qué sabemos sobre Allegra? —No ha salido de su casa e
—Por favor. Siento que me voy a volver loca sigo encerrada —suplicó Serena y le dio esa mirada a la que Vincenzo no podía resistirse. Entendía que ella estuviera cansada de no poder salir. Aunque el departamento fuera enorme, permanecer veinticuatro horas en el mismo lugar podía volverse aburrido. Había pasado un poco más de una semana desde que el escándalo del médico salió a la luz, y durante todo ese tiempo, Serena se había visto obligada a quedarse en casa. La prensa aún aguardaba alguna declaración por parte de Serena, pero con el paso de los días, habían ido desapareciendo de la puerta de su edificio. En especial desde que se reveló que Allegra no fue la única que había contratado a Nario con fines turbios. Aunque su equipo de seguridad le había informado que aún había un par de periodistas que permanecían a la expectativa. Allegra había sido detenida un día después de que la policía entrevistó a Serena, pero había salido bajo fianza un día después con la condición de no salir
Vincezo se puso en alerta tan pronto vio a Allegra. No creía que se tratara de una coincidencia encontrarla justo allí.—¿Podemos hablar?Serena miró a su esposo, indecisa. No quería que su madre arruinara la tarde increíble que había pasado con sus acusaciones o insultos.—Es tu decisión —dijo Vincenzo, como si le hubiera leído la mente.Miró a su madre intentando no compadecerse. Ni siquiera el maquillaje había podido ocultar las ojeras que tenía. Su cabello no estaba tan impecable como siempre. También parecía haber perdido algunos kilos desde la última vez que la vio y, en su caso, eso la hacía parecer aún más débil porque siempre había estado por debajo de su peso sano. —Te llamaré después y podemos reunirnos uno de estos… —Serena se quedó a mitad de la oración al ver a su madre empezar a llorar. No recordaba una sola ocasión en la que su madre hubiera derramado una lágrima, y siempre que ella la había visto hacerlo, le había dicho que dejara de ser dramática.—Lamento lo que