La casa estaba en completo silencio y pasaba de la media noche, pero Serena no podía dormir. Aunque ya había tomado una decisión, temía que fuera la equivocada. Sin embargo, sin importar cuanto lo pensara volvía a la misma conclusión, rechazar la propuesta de Vincenzo sería una estupidez. —Buenos días —saludó cuando llegó a la sala. Vincenzo cerró su laptop y la miró. —Hola, dormilona. ¿Tienes hambre? Debía haberse quedado dormida en algún momento de la madrugada y cuando despertó era casi las nueve de la mañana. —Sí, aunque necesito un poco de café primero. —Pese a que había dormido hasta tarde, todavía se sentía agotada. —Preparé un poco esta mañana, vamos a la cocina. —¿Aun no desayunaste? —preguntó al ver que Vincenzo acomodaba en la mesa el desayuno de los dos. —Estaba esperándote. —Él le tendió una taza de café humeante. —Es tarde. Debiste comer primero o despertarme. —Lo pensé, pero me dio pena despertarte parecía que estabas teniendo dulces sueños. ¿Estaba yo en ellos
—¿Le dijiste que no tienes planeado darle el divorcio? Vincenzo terminó de arreglarse el corbatín antes de responderle a su hermana. —¿Qué te hace creer que no se lo daré? —¿Así que sí la dejarás ir? No podía ver a su hermana, pero podía apostar que debía lucir confundida. —¿Tampoco dije eso? Voy a asegurarme de demostrarle que somos el uno para el otro, así ella nunca tendrá que pedirme el divorcio y yo no tendré que enfrentarme a la decisión dejarla ir. —Estoy tratando de decidir si eres un hombre determinado o un psicópata. —Sienna se quedó en silencio unos segundos antes de continuar—. ¿Y si ella se arrepiente? Podría salir huyendo y dejarte plantado en el altar, justo como hizo con Kassio, y jamás tendrías oportunidad de demostrarle nada. Vincenzo estaba suficientemente nervioso sin la ayuda de su hermana como para que ella venga a darle voz a sus propios pensamientos. —Deja de intentar provocarle un infarto —intervino Antonella—. Serena no se arrepentirá. Eso creo. B
—¿Qué fue eso? —preguntó Serena mientras se dirigían de regreso a su suite. —¿Qué fue qué? Serena abrió la boca para interrogarlo sobre sus últimas palabras antes de besarla, pero se limitó a sacudir la cabeza. —¿Cuándo volveremos a Italia? —preguntó, en cambio. —En dos días. —¿Por qué tenemos que quedarnos? Estaba algo nerviosa. El beso de Vincenzo la había dejado queriendo más. Bajó la mirada hasta donde él la estaba sujetando por la mano. Su pulgar le estaba frotando el dorso de la mano con movimientos lentos y aquella leve caricia estaba mandando un corriente de placer a través de todo su cuerpo. —No hay prisa, pecas. Ella levantó la mirada solo para encontrarlo mirándola. Sus ojos se clavaron en sus labios y deseo que él la volviera a besar. El timbre del ascensor la sacó de su ensoñación. Salieron y se dirigieron hasta su suite. —Espera un momento —dijo Vincenzo deteniéndose frente a la puerta. Él insertó su tarjeta y luego se puso detrás de ella para cubrirle los oj
Vincenzo sujetó a Serena en su lugar mientras se hundía lentamente en su interior. Su núcleo estaba cálido y húmedo por su reciente orgasmo. Se detuvo cuando la sintió tensarse.—Respira —ordenó, con la voz ronca.Esperó hasta sentirla un poco más relajada antes de continuar. Un rugido de placer salió desde el fondo de su pecho cuando estuvo completamente en su interior. Se sentía mejor que cualquier fantasía que hubiera tenido en el pasado.Vincenzo cubrió su boca con la suya para acallar el grito de Serena.—Lo siento por esto —susurró sobre sus labios—. Te prometo que va mejorar en un momento. Esperó, quieto, a que el dolor mitigara, aun cuando todo en él le pedía que se moviera. Llevó una de sus manos hasta uno de sus senos y acarició su sensible pezón arrancándole un gemido de los labios.—Muévete —suplicó Serena.Vincenzo no se hizo de rogar. Con una mano en su cintura y la otra sobre la cama, se retiró con cuidado antes de volver a embestirla. Repitió el movimiento una y otra
—Me muero de hambre —comentó Vincenzo mientras se unía a Serena en la sala. Tomó una fresa y se la llevó a la boca—. Veo que te quedó bien —comentó sentándose frente a ella—. Me refiero al vestido. —¿Tu mandaste a comprar la ropa? Había contactado a una de las boutiques del hotel para que le mandaran algunas prendas en los colores favoritos de Serena. —Sí, espero que todo sea de tu agrado. —Lo es, gracias. —Aunque me gusta más cuando no llevas nada, en algún momento tendremos que salir de esta habitación. No puedo permitir que nadie más que yo te vea desnuda. Más tarde podemos ir a comprar cualquier otra cosa que necesites. —Creo que pensaste en todo. —Serena hizo una pausa mientras buscaba las palabras adecuadas para sacar el tema—. Vincenzo… —Come, pecas —interrumpió él, dándose cuenta de sus intenciones—. Tendremos tiempo para hablar después. Es tarde y necesitas alimentarte. —Tomó un tenedor y levantó un poco de tocino para darle de comer—. Buena chica —dijo cuando ella abri
—Serena, cariño. Me alegra verte bien. —Allegra se dirigió directo a Serena con los brazos abiertos.Vincenzo encontró desagradable su vergonzosa actuación de madre del año.—Señora Castelli, buenos días —dijo, parándose delante de Serena para evitar que su madre llegará a tocarla—. Tome asiento, por favor. —Señaló el sillón libre—. ¿Hay algo que desee beber?Allegra le dio una mirada de desagrado, pero fue a sentarse.Vincenzo sujetó la mano de Serena y también se sentaron.—No, estoy bien —dijo mientras se sentaba. Los dos hombres que venían con ella se quedaron de pie detrás.—La verdad es que no esperábamos su visita, aunque es una sorpresa agradable —dijo, con falsa cortesía—. El viaje debió ser largo y agotador. Lamento las molestias. Nosotros la habríamos visitado en casa a nuestro regreso a Italia. —Vincenzo, deja de actuar como si no sabrías por qué estoy aquí. Esta no es una visita casual.—¿Ah no? Ya me imaginaba que había algo más.Serena no pudo ocultar su diversión y s
—Ni se te ocurra —advirtió Serena mientras terminaba de vestirse. —¿Qué cosa? —Vincenzo le dio una de esas sonrisas que podía debilitarle las piernas. —No finjas que no sabes de lo que hablo. Tus pensamientos están por todo tu rostro. —¿Con que así es? —Él se puso de pie y empezó a acercarse a pasos lentos. Serena retrocedió al mismo tiempo para mantener las distancias, su acción solo logró que Vincenzo sonriera aún más. —¿Y qué estoy pensando justo ahora? Vincenzo estaba por tomarla de la cintura cuando ella lo esquivó. No le gustaba para nada que se alejara, pero disfrutaba de una buena persecución. —El avión aterrizará pronto, no hay tiempo para lo que tienes en mente —dijo Serena. —No lo sé, yo creo que sí. —Deja de jugar y ponte algo de ropa. —Prometo que solo será un beso. —Usualmente creo en ti, pero mi instinto me dice que esta vez no lo haga. Vincenzo soltó un suspiro demasiado exagerado. —Está bien, ve a sentarte. Estaré contigo en un momento. Serena so
Vincenzo consideró su siguiente movimiento mientras viajaba a la estación de policía. La madre de Serena había ignorado su advertencia y lo más probable es que continuaría haciéndolo. Necesitaba hacer algo para detenerla, pero todavía no tenía nada importante en su contra. Por el momento, lo único que podía hacer era asegurarse de que Serena estaba a salvo.—Entra —ordenó el oficial que lo había arrestado.En la celda solo había otra persona aparte de él. Un hombre que debía estar cerca de los treinta años. En su mejilla derecha había un moretón que parecía bastante reciente, probablemente tenía que ver con el motivo de su arresto.Vincenzo se sentó en el extremo opuesto al hombre, reclinó la cabeza contra la pared y cerró los ojos. No podía hacer nada más que esperar. —¿Por qué estás aquí? —preguntó de pronto el otro hombre.—Secuestro —respondió, sin más.—¿Es tu primera vez aquí? No pareces nervioso.—Del otro lado de las barras, sí. ¿Qué hay de ti? ¿Por qué estás aquí?—Golpeé a