Vincenzo consideró su siguiente movimiento mientras viajaba a la estación de policía. La madre de Serena había ignorado su advertencia y lo más probable es que continuaría haciéndolo. Necesitaba hacer algo para detenerla, pero todavía no tenía nada importante en su contra. Por el momento, lo único que podía hacer era asegurarse de que Serena estaba a salvo.—Entra —ordenó el oficial que lo había arrestado.En la celda solo había otra persona aparte de él. Un hombre que debía estar cerca de los treinta años. En su mejilla derecha había un moretón que parecía bastante reciente, probablemente tenía que ver con el motivo de su arresto.Vincenzo se sentó en el extremo opuesto al hombre, reclinó la cabeza contra la pared y cerró los ojos. No podía hacer nada más que esperar. —¿Por qué estás aquí? —preguntó de pronto el otro hombre.—Secuestro —respondió, sin más.—¿Es tu primera vez aquí? No pareces nervioso.—Del otro lado de las barras, sí. ¿Qué hay de ti? ¿Por qué estás aquí?—Golpeé a
Vincenzo respondió el teléfono sin dejar de revisar los papeles en sus manos. Se había reincorporado al trabajo ese día y ya tenía una fila de documentos que revisar. Dos nuevos casos que atender, incluyendo el de Garibaldi. —Señor Morelli, hay alguien aquí que quiere verlo —le informó Grazia, su secretaria. —¿De quién se trata? —El señor Volkov. Kassio Volkov. —Está bien, hazlo pasar. —Por supuesto. Vincenzo soltó una maldición en cuanto dio por terminada la llamada. La visita de Volkov solo podía significar más problemas. Su secretaria apareció en su oficina unos segundos después con el señor Volkov detrás y otros dos hombres más, pero ninguno de sus acompañantes entró en su oficina. —Volkov —saludó, rodeando su escritorio. —Morelli. —¿Desean algo de beber? —preguntó su secretaria con una sonrisa. —Nada. Déjenos a solas. Grazia lo miró para esperar una confirmación y se marchó después de que le diera un asentimiento. En cuanto la puerta se cerró y se quedó a solas con
Vincenzo soltó su maletín y abrió los brazos para recibir a Serena. El impactó le hizo dar un paso hacia atrás porque no había sido hasta el último momento que la vio venir. —Si es así como vas a recibirme cada vez que regrese a casa, podría irme con frecuencia.Serena levantó la cabeza y le dio una sonrisa.Era tan hermosa y una sonrisa suya podía hacer que su día se sintiera mucho mejor. Se inclinó y le dio un suave beso en los labios.—Bienvenido a casa. Serena nunca había sido muy expresiva, pero eso era porque sus padres no apreciaban ningún tipo de muestra de afecto. Ni abrazos, ni besos, ni palabras cariñosas. Estaba tan acostumbrada a guardarse para sí misma cualquier emoción, pero ya no vivía con ellos y quería romper cada estúpida norma a la que estaba sujeta. Si quería abrazar a Vincenzo y demostrarle que significaba para ella tanto como significaba para él, entonces lo iba a hacer.—Esto supera cualquiera de mis fantasías —dijo Vincenzo, moviéndose rumbo a la sala, s
—¡Demonios! Serena levantó la mirada de su libro para averiguar lo que había provocado esa reacción en Vincenzo. Pese a su maldición el parecía casi contento. —¿Qué sucede? —preguntó, confundida. La mirada de Vincenzo se encontró con la de ella y él adoptó una expresión de cautela. —¿Vincenzo? —Es… no sé si debería decirte esto. —Ahora, tengo más curiosidad. —Es sobre tu padre. Me acaban de enviar el reporte de la denuncia en contra de Garibaldi. El hombre al que atacó es tu padre. Serena se quedó en silencio. Conocía los motivos por los cuales Garibaldi estaba preso. Él había golpeado a un hombre que intentaba sobrepasarse con una muchacha. Y si el hombre era su padre, eso quería decir que su padre era quien había cometido aquel crimen. De pronto, se sintió asqueada. Hace mucho tiempo supo que su padre no era ningún santo. Había escuchado algunos rumores sobre sus amoríos y había visto la crueldad con la que solía tratar a todo aquel que no estuviera a su nivel. Y aun desp
Serena no sabía que esperar de la cena con sus padres. Por supuesto, ellos no iban a armar un alboroto, pero eso no iba a evitar que intentaran alguno de sus juegos sucios. No conocía a nadie mejor que sus padres para hacerte sentir inferior y asustado.Podía haber pasado tan solo algunas semanas desde que no estaba bajo sus órdenes, pero se sentía como si fuera mucho más y verlos a los dos, otra vez, despertaba todos sus miedos, que con mucho esfuerzo estaba tratando de dejar atrás.Se dio una mirada en el espejo y sonrió un poco más animada. Estaba usando un vestido hermoso, pero era uno de aquellos que su madre jamás le habría dejado usar y era una de los principales motivos para usarlo, aunque también porque le gustaba. La prenda le dejaba la espalda al descubierto y tenía un escote pronunciado.—Tus padres está subiendo —avisó Vincenzo.Se giró hacia la puerta.—Estoy lista.Se sonrojó al ver que él la estaba desnudando con la mirada. A veces Vincenzo la hacía sentirse como una j
Vincenzo había estado esperando el momento en que Cosimo mencionara la denuncia contra Garibaldi. —Sí, lo conocí cuando pasé unas horas en la misma celda que él. Me pareció un sujeto agradable y decidí ayudarlo. En ese momento no sabía quién había presentado los cargos en su contra. —Vas a hacerte a un lado —ordenó Cosimo. —¿Disculpe? —Lo adecuado habría sido renunciar a representarlo en cuanto te enteraste que yo era el que lo quería tras las rejas. Eres el esposo de mi hija, no es lo correcto actuar en contra mía. El tipo no es más que un pobre diablo que no sabe su lugar y tiene que aprender una lección. —No es lo que mi cliente dijo. —Cualquier cosa que te contó ese idiota, no es más que una mentira. No vale la pena el tiempo y esfuerzo. Y seguro que no vale el enemistarte con tu suegro cuando apenas estamos llegando a un entendimiento. —¿Si dejo de representarlo, entonces aprobará mi matrimonio con su hija? —No podía importarle menos si él estaba de acuerdo o no, pero disf
—Mi equipo encontró a tu testigo —le informó Angelo, a través del teléfono—. Ella se está quedado con una amiga. ¿Deseas que hagamos contacto con ella? —No, lo haré yo mismo. Que tus hombres la mantengan vigilada. Su vida podría estar en peligro si alguien más descubre su paradero. Nadie debe acercarse a ella. Cosimo no la había visto cómo una amenaza cuando creía que tenía ganado el juicio contra Garibaldi, pero con Vincenzo en la ecuación él sabía que corría riesgo. Sus antecedentes decían que era capaz de cualquier cosa. —Nos aseguraremos de ello. En este momento te estoy enviando su información. —Gracias, mantenme al tanto de cualquier cambio. Alguien llamó a la puerta justo cuando daba por terminada la llamada. —Adelante. —Tengo los archivos que me pidió. —Su secretaria entró con algunos documentos en brazos y los dejó sobre su escritorio. —Necesito que revises algunos de estos. —Por supuesto, solo deme un minuto. —Grazia salió y regresó pronto con un blog de notas. Las
Vincenzo estaba absortó revisando la información que le había entregado Angelo más temprano ese día cuando escuchó su celular sonar. Dejó a un lado el archivo y levantó su celular.—Hablando del diablo —susurró al ver el identificador de llamadas—. Cosimo, buenas tardes —saludó.—Vincenzo. ¿Cómo van las cosas con mi hija?—Bastante bien. No ha presentado ningún síntoma de los que mencionaste, pero creo que debería estar preparado por si eso llegara a cambiar. ¿Crees que puedas facilitarme el nombre de su psiquiatra? Es por si necesito contactarlo en algún momento. No veo el sentido de cambiar del doctor. Confío en que eligieron al mejor. Además, él conoce el historial de Serena y sabrá cómo tratarla.—Por supuesto, le diré a mi esposa que te la información de contacto.—Gracias.—Esta mañana me reuní con mis abogados, me informaron que sigues siendo el abogado de Garibaldi. Creí que para este momento ya habrías renunciado.—Decidí no hacerlo. —Esta no era una petición. Pienso destro