Vincenzo sujetó a Serena en su lugar mientras se hundía lentamente en su interior. Su núcleo estaba cálido y húmedo por su reciente orgasmo. Se detuvo cuando la sintió tensarse.—Respira —ordenó, con la voz ronca.Esperó hasta sentirla un poco más relajada antes de continuar. Un rugido de placer salió desde el fondo de su pecho cuando estuvo completamente en su interior. Se sentía mejor que cualquier fantasía que hubiera tenido en el pasado.Vincenzo cubrió su boca con la suya para acallar el grito de Serena.—Lo siento por esto —susurró sobre sus labios—. Te prometo que va mejorar en un momento. Esperó, quieto, a que el dolor mitigara, aun cuando todo en él le pedía que se moviera. Llevó una de sus manos hasta uno de sus senos y acarició su sensible pezón arrancándole un gemido de los labios.—Muévete —suplicó Serena.Vincenzo no se hizo de rogar. Con una mano en su cintura y la otra sobre la cama, se retiró con cuidado antes de volver a embestirla. Repitió el movimiento una y otra
—Me muero de hambre —comentó Vincenzo mientras se unía a Serena en la sala. Tomó una fresa y se la llevó a la boca—. Veo que te quedó bien —comentó sentándose frente a ella—. Me refiero al vestido. —¿Tu mandaste a comprar la ropa? Había contactado a una de las boutiques del hotel para que le mandaran algunas prendas en los colores favoritos de Serena. —Sí, espero que todo sea de tu agrado. —Lo es, gracias. —Aunque me gusta más cuando no llevas nada, en algún momento tendremos que salir de esta habitación. No puedo permitir que nadie más que yo te vea desnuda. Más tarde podemos ir a comprar cualquier otra cosa que necesites. —Creo que pensaste en todo. —Serena hizo una pausa mientras buscaba las palabras adecuadas para sacar el tema—. Vincenzo… —Come, pecas —interrumpió él, dándose cuenta de sus intenciones—. Tendremos tiempo para hablar después. Es tarde y necesitas alimentarte. —Tomó un tenedor y levantó un poco de tocino para darle de comer—. Buena chica —dijo cuando ella abri
—Serena, cariño. Me alegra verte bien. —Allegra se dirigió directo a Serena con los brazos abiertos.Vincenzo encontró desagradable su vergonzosa actuación de madre del año.—Señora Castelli, buenos días —dijo, parándose delante de Serena para evitar que su madre llegará a tocarla—. Tome asiento, por favor. —Señaló el sillón libre—. ¿Hay algo que desee beber?Allegra le dio una mirada de desagrado, pero fue a sentarse.Vincenzo sujetó la mano de Serena y también se sentaron.—No, estoy bien —dijo mientras se sentaba. Los dos hombres que venían con ella se quedaron de pie detrás.—La verdad es que no esperábamos su visita, aunque es una sorpresa agradable —dijo, con falsa cortesía—. El viaje debió ser largo y agotador. Lamento las molestias. Nosotros la habríamos visitado en casa a nuestro regreso a Italia. —Vincenzo, deja de actuar como si no sabrías por qué estoy aquí. Esta no es una visita casual.—¿Ah no? Ya me imaginaba que había algo más.Serena no pudo ocultar su diversión y s
—Ni se te ocurra —advirtió Serena mientras terminaba de vestirse. —¿Qué cosa? —Vincenzo le dio una de esas sonrisas que podía debilitarle las piernas. —No finjas que no sabes de lo que hablo. Tus pensamientos están por todo tu rostro. —¿Con que así es? —Él se puso de pie y empezó a acercarse a pasos lentos. Serena retrocedió al mismo tiempo para mantener las distancias, su acción solo logró que Vincenzo sonriera aún más. —¿Y qué estoy pensando justo ahora? Vincenzo estaba por tomarla de la cintura cuando ella lo esquivó. No le gustaba para nada que se alejara, pero disfrutaba de una buena persecución. —El avión aterrizará pronto, no hay tiempo para lo que tienes en mente —dijo Serena. —No lo sé, yo creo que sí. —Deja de jugar y ponte algo de ropa. —Prometo que solo será un beso. —Usualmente creo en ti, pero mi instinto me dice que esta vez no lo haga. Vincenzo soltó un suspiro demasiado exagerado. —Está bien, ve a sentarte. Estaré contigo en un momento. Serena so
Vincenzo consideró su siguiente movimiento mientras viajaba a la estación de policía. La madre de Serena había ignorado su advertencia y lo más probable es que continuaría haciéndolo. Necesitaba hacer algo para detenerla, pero todavía no tenía nada importante en su contra. Por el momento, lo único que podía hacer era asegurarse de que Serena estaba a salvo.—Entra —ordenó el oficial que lo había arrestado.En la celda solo había otra persona aparte de él. Un hombre que debía estar cerca de los treinta años. En su mejilla derecha había un moretón que parecía bastante reciente, probablemente tenía que ver con el motivo de su arresto.Vincenzo se sentó en el extremo opuesto al hombre, reclinó la cabeza contra la pared y cerró los ojos. No podía hacer nada más que esperar. —¿Por qué estás aquí? —preguntó de pronto el otro hombre.—Secuestro —respondió, sin más.—¿Es tu primera vez aquí? No pareces nervioso.—Del otro lado de las barras, sí. ¿Qué hay de ti? ¿Por qué estás aquí?—Golpeé a
Vincenzo respondió el teléfono sin dejar de revisar los papeles en sus manos. Se había reincorporado al trabajo ese día y ya tenía una fila de documentos que revisar. Dos nuevos casos que atender, incluyendo el de Garibaldi. —Señor Morelli, hay alguien aquí que quiere verlo —le informó Grazia, su secretaria. —¿De quién se trata? —El señor Volkov. Kassio Volkov. —Está bien, hazlo pasar. —Por supuesto. Vincenzo soltó una maldición en cuanto dio por terminada la llamada. La visita de Volkov solo podía significar más problemas. Su secretaria apareció en su oficina unos segundos después con el señor Volkov detrás y otros dos hombres más, pero ninguno de sus acompañantes entró en su oficina. —Volkov —saludó, rodeando su escritorio. —Morelli. —¿Desean algo de beber? —preguntó su secretaria con una sonrisa. —Nada. Déjenos a solas. Grazia lo miró para esperar una confirmación y se marchó después de que le diera un asentimiento. En cuanto la puerta se cerró y se quedó a solas con
Vincenzo soltó su maletín y abrió los brazos para recibir a Serena. El impactó le hizo dar un paso hacia atrás porque no había sido hasta el último momento que la vio venir. —Si es así como vas a recibirme cada vez que regrese a casa, podría irme con frecuencia.Serena levantó la cabeza y le dio una sonrisa.Era tan hermosa y una sonrisa suya podía hacer que su día se sintiera mucho mejor. Se inclinó y le dio un suave beso en los labios.—Bienvenido a casa. Serena nunca había sido muy expresiva, pero eso era porque sus padres no apreciaban ningún tipo de muestra de afecto. Ni abrazos, ni besos, ni palabras cariñosas. Estaba tan acostumbrada a guardarse para sí misma cualquier emoción, pero ya no vivía con ellos y quería romper cada estúpida norma a la que estaba sujeta. Si quería abrazar a Vincenzo y demostrarle que significaba para ella tanto como significaba para él, entonces lo iba a hacer.—Esto supera cualquiera de mis fantasías —dijo Vincenzo, moviéndose rumbo a la sala, s
—¡Demonios! Serena levantó la mirada de su libro para averiguar lo que había provocado esa reacción en Vincenzo. Pese a su maldición el parecía casi contento. —¿Qué sucede? —preguntó, confundida. La mirada de Vincenzo se encontró con la de ella y él adoptó una expresión de cautela. —¿Vincenzo? —Es… no sé si debería decirte esto. —Ahora, tengo más curiosidad. —Es sobre tu padre. Me acaban de enviar el reporte de la denuncia en contra de Garibaldi. El hombre al que atacó es tu padre. Serena se quedó en silencio. Conocía los motivos por los cuales Garibaldi estaba preso. Él había golpeado a un hombre que intentaba sobrepasarse con una muchacha. Y si el hombre era su padre, eso quería decir que su padre era quien había cometido aquel crimen. De pronto, se sintió asqueada. Hace mucho tiempo supo que su padre no era ningún santo. Había escuchado algunos rumores sobre sus amoríos y había visto la crueldad con la que solía tratar a todo aquel que no estuviera a su nivel. Y aun desp