Fuimos al patio trasero, que era bastante amplio y aislado; ahí no llegaban los curiosos. —¿Lista? —Eso opino… —Agnes sonrío y me guiño el ojo. —Sé que algunos del bando contrario ya te han dado un introductorio, pero en defensa yo quiero que te concentres y resaltes los dones que posees —puso en marcha su clase. La expresión de Agnes fue cambiando repentinamente y la tenses borró de golpe la sonrisa que adornaba su cara. Se levantó del suelo con la rapidez de un leopardo. Comencé a mirar furtivamente por todo el patio, mi padre aún estaba internado en el despacho, y ni siquiera se veían rastros de Alexandra y Abby. —¿Qué sucede Agnes? —le pregunté rápidamente. —Estoy sintiendo la presencia de un hijo de la noche, ¡de un asqueroso hereje! —declaró. Los ojos experimentaron una alteración, evidenciando una actitud perspicaz. —No te ofusques, bájale; no siento que sea maligno —le aseguré, sabiendo dentro de mí que se trataba de Tristán, pero mis palabras, aunque
Me quedé observando a ambas con una sonrisa amplia, sorprendida por cómo mi sangre no solo había hecho psíquica a Abby, sino que además le había permitido dominar el español con tanta rapidez y fluidez. Abby tomó la iniciativa tras las palabras de Alexandra y comenzó a arreglar un morral con ropa suficiente para una noche.—Voy encendiendo el carro —anunció Alexandra, dejándome a solas con Abby.Abby apenas esperó a que Alexandra saliera para girarse hacia mí con expresión seria.—Ni se te ocurra —dijo, con un tono que no admitía discusión.—¿Ni se me ocurra qué, Abby?—Darle más sangre a Tristán.La intensidad de sus palabras me dejó helada.—¿Por qué dices eso? —pregunté, desconcertada.—Porque puedo ver cosas que tú no —respondió, como si fuera lo más evidente del mundo—. Y sé que, aunque te lo diga, vas a ignorarme y lo harás de todos modos.—Abby, el sol empieza a dañarlo. No puedo quedarme sin hacer nada.—Lo entiendo —respondió con un suspiro, pero su voz no perdió firmeza—. Aun
—Lo intento, pero no puedo… Victoria, aunque no lo creas, no soy de piedra. A veces las emociones, muchas de ellas oscuras, me arrastran. Cuando te veo, lo primero que percibo es tu amor por el centinela, aunque sé que para estar juntos les espera un largo camino.—No vine aquí para hablar de él… Entre Adrián y yo no puede haber nada.—Eso no te lo crees ni tú misma. Puedo sentir el fuego que llevas dentro; te consume. Adrián, te quema, aunque no lo admitas.—¡Si vas a seguir con eso, será mejor que regresemos!—No te enojes. A mí me gusta que sientas amor; es lo que te mantiene arraigada a la humanidad. Siempre me preocuparé por aquello que intente apagarte.—Aun así, te pido que no lo menciones más.—Solo intento distinguir qué es borroso y qué es claro.—Tristán, ya no busques el dolor en mí.Esta vez fui yo quien acarició su rostro. Su piel, cálida y suave bajo mis dedos, parecía contradecir la fuerza que emanaba de él. Pero, mientras lo hacía, las imágenes de Kalia y Romina irrum
—¡Victoria, corre! ¡Los buitres ya vienen! Han estado acechando, esperando el momento en que bajemos la guardia. Tenías razón… No habrá piedad. Ha llegado la hora de pagar.—¿Y crees que voy a huir y dejarte aquí solo? ¡Estás delirando!—¡Vete! Yo sé cómo enfrentar esto.—¡Cállate, Tristán! —le grité, aferrándome con fuerza a su pecho. En ese instante, la lluvia comenzó a caer con furia, y el paisaje, antes sereno, se tornó hostil y amenazante.—Si perdemos la confianza en nosotros, entonces si estaremos perdidos… —susurré, mis labios apenas rozando los suyos.—No tienes idea de lo que nos espera… No sé si podré soportarlo. Pero hay algo de lo que sí estoy seguro: vale la pena… Por ti, todo, Victoria. —Su voz tembló por un instante, y luego su expresión cambió. Sus ojos reflejaron algo oscuro, un rastro de temor que no había visto antes. Algo lo alteraba. El mal estaba cerca.—Se están acercando… Nos quieren a los dos, puedo sentir sus garras. ¡Debes huir ahora!—¡No lo haré! ¿Qué par
No me podía quedar de manos cruzadas. Leo sonrió y luego me ignoró. Entendí que iba por Tristán, entonces sentí bajo mis manos un tronco; lo agarré y se lo partí en la espalda, él giró a verme sonriendo, mostrando los colmillos y su perturbadora faz. —¿Quieres pelea?… —No le dejé terminar la oración y permití que mi adrenalina respondiera su pregunta. Me fui contra él con fuerza, mis rabihats se volvieron a encender y mordí su cuello arrancando un tajo de su repugnante piel y la escupí echándola a un lado. Leo gritó. —¡Maldita, voy a darte una buena golpiza por esto! —Tristán volvió a levantarse y nuevamente se abalanzó sobre él. —Vas a tener que extinguirme, Leo, y no te lo voy a poner fácil. ¡Tú no tocas a Victoria! —¡Entonces que vayan ardiendo las piras! Porque luego de dejarte seco y desmembrarte, pienso quemarte —en acto seguido enfundo a Tristán con una velocidad increíble, neutralizándolo, quedando su cuello a merced de aquella bestia. No pude más, y me ace
Sentí cómo la mirada se me escarchaba con cada palabra de Tristán, mientras mi alma temblaba bajo el peso de su dolor. No quería marcarlo con mi cruz negra, pero ya era demasiado tarde para lamentaciones. Él percibió mi pesar y, en su infinita nobleza, intentó aliviar mi carga.—No te sientas mal —dijo suavemente—. Lo he visto en ti muchas veces, lo esperaba… pero jamás imaginé que dolería tanto. Tú y Adrián finalmente se han encontrado; tu espera ha terminado. Sin embargo, no puedo evitar que este reencuentro me llene de amargura. Aunque me veas bromeando siempre, esta es la verdad.—Lo sé —murmuré en un hilo de voz.Tristán esbozó una sonrisa triste antes de soltar un suspiro pesado.—Qué ironía la mía al creer que… tú serías para mí.—Tristán, por favor, detente —rogué, sintiendo cómo mi propia voz se quebraba—. Estoy rota por dentro… y lo último que deseo es romper a otros en el camino.Él se levantó con un gesto brusco y comenzó a caminar por la habitación, perdido en sus pensami
AlbertoEl trabajo me había consumido por completo en los últimos días, hasta el punto de no dejarme espacio para pensar en mi vida personal… ni en la mujer que últimamente se había instalado en mi mente sin permiso.—Cuando morimos, no nos llevamos nada material, solo lo vivido… —reflexioné en voz baja mientras me asomaba por la ventana.Aquella noche se sentía distinta. No sabría explicar por qué, pero algo en el aire había cambiado. Incluso el viento parecía soplar con una cadencia diferente.—Debe ser el estrés… —me dije, intentando racionalizar la sensación.Suspiré y dejé que mi mente viajara a un pensamiento más placentero.—Rebeca…Su nombre escapó de mis labios como un susurro. Me dirigí a la mesa de licores, serví un vaso de whisky y me acomodé en el sofá de la biblioteca. Me descalcé, desabotoné un poco la camisa y, con el control en mano, encendí el reproductor de música. Las suaves melodías clásicas llenaron la habitación, envolviéndome en una burbuja de tranquilidad. Por
Todo sucedió tan rápido que apenas mis ojos lograron captar cómo aquel hombre se lanzó sobre una de esas criaturas. Con un cuchillo que sacó ágilmente de su chaqueta, le cortó el cuello de un solo movimiento. Cristian no se quedó atrás; había saltado desde el piso donde estábamos hasta la sala, atrapando a otra de esas bestias, de cuya espalda comenzaban a brotar espinas. Con la destreza de un acróbata, ejecutó una serie de piruetas y, en un instante, de la punta de su bota emergió un afilado cuchillo, con el que degolló a su oponente.—¡Malditas bestias! —bramó el hombre desconocido, aun con la respiración agitada.—Ese era el último, pero cada vez somos más eficientes en eliminarlos —comentó Cristian con una sonrisa triunfal.—¡¿Acaso estoy en el set de una maldita película de ciencia ficción?! —exclamé, todavía incrédulo, ante lo que acababa de presenciar.—Adrián, entiéndete con tu suegro —se burló Cristian.—¿Adrián? ¿Suegro? —Repetí con desconcierto, tratando de calmarme. Entonc