☦︎ VISITAS☦︎

Me quedé observando a ambas con una sonrisa amplia, sorprendida por cómo mi sangre no solo había hecho psíquica a Abby, sino que además le había permitido dominar el español con tanta rapidez y fluidez. Abby tomó la iniciativa tras las palabras de Alexandra y comenzó a arreglar un morral con ropa suficiente para una noche.

—Voy encendiendo el carro —anunció Alexandra, dejándome a solas con Abby.

Abby apenas esperó a que Alexandra saliera para girarse hacia mí con expresión seria.

—Ni se te ocurra —dijo, con un tono que no admitía discusión.

—¿Ni se me ocurra qué, Abby?

—Darle más sangre a Tristán.

La intensidad de sus palabras me dejó helada.

—¿Por qué dices eso? —pregunté, desconcertada.

—Porque puedo ver cosas que tú no —respondió, como si fuera lo más evidente del mundo—. Y sé que, aunque te lo diga, vas a ignorarme y lo harás de todos modos.

—Abby, el sol empieza a dañarlo. No puedo quedarme sin hacer nada.

—Lo entiendo —respondió con un suspiro, pero su voz no perdió firmeza—.
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