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Capítulo 4

Pov Camila

—¡No sé de que te reís, idiota! —gruño y le tiro la miga de tostada que hay sobre la isla de la cocina. Nicolás está tentado como si le hubiesen contado el mejor chiste de su vida.

—Es que de verdad te imagino en el medio de un campo y no logro entender cómo es que vas a sobrevivir ahí.

—No voy a sobrevivir una m****a. Vas a ir a buscarme, inútil.

—Guarda, porque si me tratas mal te dejo entre las vacas —él sonríe—.  ¿Estás segura de que él va a dejarte ahí?

—Si, idiota. Dijo que no tenía otra opción, pero siempre hay otra opción.

—Si es un asunto mediático, ¿No te conviene quedarte al menos por un tiempo? 

—No. Puedo quedarme en un hotel de lujo en la antártida, pero no en el medio del campo. ¿Qué se supone que le diga a mis seguidores?

—Prefiero eso a que me estén atosigando por todas partes. Ni siquiera vas a poder salir a ningún lado ¿Lo sabes?

—No sé que prefiero. Además me quiere m****r a una casa de campo que la cuida la hija de Mariano. ¿Te imaginás? ¡No la veo desde que tengo catorce!

—Deberías dejar de alterarte y ver esto como quizás la mejor salida que puedas ver ahora. Las cosas en los medios de comunicación no están muy bien —suspira—. Tu padre podrá contener las cosas, pero no será por mucho tiempo.

—¡No! ¡Justo vos no me podés estar diciendo esto! —me quejo—. Necesito que me vayas a buscar, no me importa lo que mi papá pueda decirme. Juro que me voy a quedar quieta, incluso no me quejo si querés prestarme tu casa en la playa.

—Camila, por favor —resopla.

—Sabes que yo no podría resistir a un lugar como ese. Solo voy a tener tierra en las manos y me saldrán cayos —hago cara de asco—. Te necesito Nicolás, somos amigos desde que dejaste los pañales, por favor.

—Está bien, pero si tu padre se entera no me hagas cargo de tus locuras. Sabes muy bien cuando se pone de esa manera.

—Puedo controlarlo, lo prometo. Solo voy a darle el gusto de que sepa que llegué el primer día, pero después me voy.

—En cualquier momento se va a enterar, no estás y todo será peor.

—Es un riesgo que estoy dispuesta a correr. No sé que es lo que me espera, pero estoy segura de que voy a estar mil veces mejor encerrada en la casa de la playa que estar ahí.

—No sé en qué me voy a meter —suspira y toma u sorbo de su café.

—No, no. Mírame y promete que vas a ir a buscarme —Nicolás casi escupe el café por reírse cuando lo agarro de la cara y tomo ambas mejillas para que me mire—. Promételo o te juro que jamás voy a ser tu amiga.

—¿Si lo prometo me vas a dejar en paz?

—Si, porque las promesas no se rompen. Promételo.

—Lo prometo ¿Si? —pone los ojos en blanco—. Voy a ir a buscarte, ahora dejame en paz y siéntate. Todavía te quedan horas de libertad y lo único que haces es estar alterada como una perra demente.

—¿Se supone que voy a estar sentada como si nada?

—¡Si! ¡No tenés otra opción que ir, entonces cálmate!

—Estás loco —murmuro.

—¿A qué hora venían a buscarte?

—Me quedan dos horas —digo lloriqueando—. No quiero ir, Nico.

—No empieces otra vez, por favor —suplica

—Encima papá quiere que vayas a la empresa —él arruga la nariz

—¿Yo? ¿Como para qué?

—No lo sé. Dijo que quería hablar con vos y no sé que más —suspiro—. Quizás te dé un sermón también.

—No hice nada, literal. Así que estoy tranquilo, quizás quiere hablar sobre algún negocio.

—Me importa una m****a. Lo único importante es que te quiero allí en la noche.

—Vamos a tomar un helado, será el último en algunos meses —dice riendo

Mi amigo parecía tan tranquilo mientras mi mundo se desmoronaba. No puedo entender como es que él pretende que al menos pase unas horas ahí y juro que intento pensar en que quizás puede haber algo bueno, pero estoy segura de que ni siquiera valdrá la pena el viaje.

No me veo para nada caminando por el pasto, viendo animales yendo de aquí para allá y teniendo esa vida. Esto no era para mi, jamás lo fue y por alguna razón vivo en la ciudad. No hay forma de que aguante meses, ni siquiera una semana, por eso tuve que recurrir a que mi mejor amigo me buscara, aunque mi padre se enoje luego.

Denise ni siquiera entendió una m****a cuando se levantó, ella seguía tan borracha que lo único que pude hacer es decirle al chofer que la deje en su departamento y que se vaya a descansar. Nicolás tuvo que irse también porque su madre lo llamó por teléfono diciendo de que tenía que resolver un asunto en casa, por lo que fue inevitable quedarme sola al momento en el que me iría.

Algunos amigos me dijeron de que estuvieron preguntando por mi los periodistas, pero ni siquiera les respondí los mensajes, ya estaba estresada por lo que pasaría a continuación. Max me bloqueó de w******p y no sé si reír o llorar, ese hijo de puta era una m****a.

Sabía desde un principio que no tenía que ir a la fiesta, pero parece que la vida me odia y quiere ponerme a prueba cada vez. Lo más gracioso de todo esto es que jamás me dolió lo que hizo Max, su infidelidad solo me importó porque dañó mi ego y mi imagen, pero ya no soportaba a ese pendejo.

Estuvimos juntos los últimos meses, pero últimamente estaba tan aburrida de él que intentaba mentalizarme de que no era así, pero eso fue inevitable. Ni siquiera puedo decir de que el idiota era alucinante en el sexo, era tan común como cualquier otro y no valía ni una sola lágrima, por lo que fue olvidado apenas comencé a recordar.

Mi momento llegó y no tuve otro remedio que subir a la camioneta cuando el chofer llegó. Mi padre vino a despedirme desde su auto personal y solo podía pensar de que en unas horas debería estar en la cas en la playa de Nicolás.

No tiene sentido viajar tanto kilómetros solo para hacer un acting, pero como sea, ya estaba ahí y no había forma de hacerle entender el chofer de que podía dejarme en otro lado en cualquier momento porque papá no estaba a vigilando.

Por suerte tenía una reunión, por lo que no tuve que fingir una estúpida conversación con nadie y me mantuve en silencio.

Solo unas horas, aguanta solo unas horas.

Veía por la ventanilla cómo los árboles ocupaban la mayor parte del paisaje. Mi mandíbula se apretaba aún más a medida que los kilómetros pasaban y mis ganas de volver corriendo a mi departamento se hacían aún más grandes.

No entiendo cómo pude haber viajado por tantas horas cuando pude tomar un avión privado e ir hasta allá. Mí padre cada día me sorprende más.

—¿Emocionada por llegar? —pregunta Cristian a través del espejo

—¿Él no te lo dijo? —cuestiono

—¿Decirme qué?

—Esto es un castigo, Cristian. Prácticamente estoy obligada a venir, este lugar es una m****a.

—Bueno señorita, al menos piense que quizás pueda encontrar un poco de tranquilidad fuera de la ciudad.

—Ese es el problema. Me gusta la ciudad, la gente. Acá no habrá nada, solo seré yo y esa mujer que ni siquiera conozco —suspiro—. Esto es agobiante y ni siquiera puedo pedirte que me lleves de vuelta.

—No puedo hacerlo —él se disculpa con la mirada.

—Lo imaginé —murmuro

Suspiré audiblemente cuando la camioneta se estacionó frente a una enorme casa de dos pisos. Mis ojos recorrieron el frente de piedras blancas, las aberturas de madera y hierro forjado, además de notar que el terreno era muy extenso, incluso no podía ver el final de la propiedad y seguramente eso que tenía a la vista no era todo.

Vi casas y mansiones más espectaculares que esto, pero al menos no se veía tan mal. Puedo aguantar algunas horas en esta casa, al menos el tiempo suficiente para convencer a papá o para que Nicolás venga por mí.

Necesito repetirlo en mí mente y convencerme, después de todo lo puede ser tan malo.

El claxon sonó, iluminando la puerta principal y a los minutos salió una chica vestida con una bata de dormir, mientras sonreía de costado y saludaba al chófer.

Esperé dentro de la camioneta, cruzaba de brazos mientras los miraba con el ceño fruncido.

¿Esa era Lourdes?

Recuerdo haber conocido a la hija de Mariano, el mejor amigo de mi padre, pero estaba segura de que la última vez que me la había encontrado había sido al menos hace diez años atrás.

Ni siquiera recordaba su cara, ni su cabello y mucho menos su voz, pero tenía que soportarla por al menos tres meses, pero supongo que con una casa tan grande, ni siquiera me la cruzaría. Quizás pueda atrincherarme en un cuarto que tenga baño propio y todo estaría perfecto para mi.

Aunque esperaba que Nicolás pueda venir, se supone que él tenía que lograrlo y sacarme de acá antes que amanezca. Ni siquiera tengo idea de porqué estoy considerando estar ese tiempo en este mugroso lugar, pero aún no hay nada concreto.

Cristian, mi chofer personal, caminó hacia mi para abrir la puerta. Veía la compasión en sus ojos pero intentó sonreírme, él me conocía bien y sabía que esto no era lo mío.

—La señorita dice que puede pasar a la sala, le llevaré su equipaje.

—No me dejes acá —le supliqué— ¿No tenés algún lugar en donde me pueda esconder? ¿Un departamento?

—Lo siento, señorita —respondió torciendo su boca—. Usted sabe que no puedo hacer eso, por favor.

Cerré los ojos por un momento y di un largo suspiro, todavía me queda una opción, si.

Decidí sacar los pies de la cómoda camioneta, alisé mi falda y tomé mi bolso de mano para pararme y  caminar hacia la puerta.

Esto solo se debe tratar de alguna lección que él quiere darme y no va a tardar demasiado en venir por mí. No puede dejarme en este inmundo lugar, dónde seguramente no hay internet y la electricidad es eólica.

Nunca en mí vida me hizo algo tan horrible como esto y sé que quizás no tendría que haber roto todo el auto de Max, pero esto es un precio demasiado alto para pagar.

¿Este lugar por lo menos está actualizado o debo caminar siete pueblos para conseguir una señal de internet?

Me paralicé cuando una de las bucaneras se manchó de barro, mis labios se apretaron y gruñí, queriendo tomar las llaves de la camioneta y escapar en ese instante.

¿Cómo es que no habían pavimentado la entrada?

No voy a aguantar mucho en este lugar, no sé como no les da asco ver que el frente está lleno de barro y ellos salen como si nada.

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