Flashback:Robin estaba en medio de la carretera, y la luz de los faros de los autos que pasaban lo bañaba en una luz fría y distante. Su cuerpo estaba tenso, como si de alguna manera no supiera cómo llegó hasta allí. No recordaba nada, más allá de ese momento, de ese vacío aterrador que lo rodeaba. El suelo parecía moverse bajo sus pies, y la confusión lo mantenía atrapado, como si todo fuera un sueño del que no podía despertar.—¿Cómo llegué aquí?Su cabeza le dolía, y sus pensamientos eran un laberinto sin salida. Solo lograba recordar fragmentos borrosos: su exnovia Cloe, el arreglo floral que le había enviado, el rostro de un mensajero con una noticia que lo destrozó. «Cloe... me rechazó...»«¿Y ahora qué?», pensó, desesperado. «¿Qué hago aquí? ¿Qué me pasó?»Antes de que pudiera pensar en algo más, un auto de lujo se detuvo frente a él. La ventanilla se bajó y un hombre con un traje oscuro y elegante lo miró con una calma inquietante."¿Te llevo a casa?" El hombre preguntó con
Pasó las puntas de sus dedos por la pequeña cicatriz en su cuello, recordando el momento exacto en que él la marcó. Y un sentimiento de frustración y arrepentimiento la inundó. —Se lo permití. Soy una tonta… — se recriminó en voz baja, odiándose un poco más.Pero al mirar de nuevo al espejo, algo extraño ocurrió. Retrocedió, casi cayendo, cuando vio lo que su reflejo le mostraba. Su cabello, antes oscuro, era ahora blanco como la nieve. La piel de su brazo derecho estaba cubierta de runas brillantes, y sus ojos brillaban con un verde intenso. Cloe tragó saliva con fuerza, incapaz de comprender lo que veía. ¿Quién era esa mujer? ¿Esa que se veía tan diferente de ella?Su mente se nubló en un abrir y cerrar de ojos. Se vio corriendo junto a un lago, vestida con ropas antiguas que ni siquiera reconocía. La escena era tan vívida, tan palpable, que por un momento pensó que era real. De entre los arbustos, apareció una figura masculina. Al acercarse, Cloe vio que ese hombre tenía las mis
Por otro lado, Teresa se detuvo en el umbral del salón, con los ojos fijos en la figura de Kael mientras se movía con una sorprendente agilidad en la cocina.Llevaba un pantalón de chándal holgado que caía con desenfado sobre sus caderas y una franela ajustada que dibujaba las líneas de su torso de manera sutil, sin ser excesivamente musculoso. Su cabello largo y marrón, recogido en un moño alto que dejaba al descubierto su rostro, combinado con una barba perfectamente cuidada, le daba un aire rústico y sofisticado al mismo tiempo.Era el tipo de hombre que podía ser el protagonista de un sueño… o de un problema.Por un momento, Teresa se permitió admirarlo. La facilidad con la que Kael manejaba los utensilios en la cocina, como si estuviera en su elemento, le pareció hipnótica.«¿Podría acostumbrarme a algo como esto?», pensó fugazmente, sorprendida por la suavidad de la idea. La posibilidad de despertar cada día con el aroma de pan fresco y la imagen de un hombre tan guapo prepara
10 AM.Hasta ese día, Cloe no había tenido el valor de ir a la glorieta que estaba ubicada en el jardín delantero, donde todos podían verla. Su postura parecía relajada, pero las miradas que las personas que pasaban por ahí le lanzaban la hacían tensarse. En cada paso, cada cuchicheo, Cloe sentía el repudio. Y, como si fuera un ritual, las nuevas empleadas que pasaban por allí dirigían sus ojos inmediatamente a la marca ardiente de en cuello, que no podía ocultar.—¡Hola, Cloe! —dijo Samira con un tono animado al acercarse junto a Teresa—. Tu piel se ve radiante hoy. Anda, dime qué tratamiento te hiciste.Samira se dejó caer en uno de los bancos con la despreocupación de alguien acostumbrada a hacer lo que le plazca, mientras Teresa, más seria, se sentó a su lado. Las mejillas de Cloe ardieron de vergüenza, y no pudo evitar aclararse la garganta antes de desviar la mirada hacia los lados.—Supongo que el enojo que siento con el idiota de Ethan me hace rejuvenecer —respondió, forzand
Cloe cruzó los brazos, sintiendo el impacto de las palabras como una aguja bajo la piel. Sin embargo, forzó una sonrisa que no alcanzó a suavizar la tensión en su mandíbula.—Lo que sale de tu boca es puro dolor —respondió ladeando ligeramente la cabeza—. Te duele saber que soy la luna suprema, ¿verdad? La reina de todo esto… y tu reina también.Para subrayar su punto, Cloe movió el dedo en un círculo, como si señalara la jerarquía que ahora las separaba. Liora soltó una risa nasal, despectiva.—¿Reina? —replicó, con un tono cargado de burla—. Con esa marca tan mediocre que solo provoca lástima. Humana, no te engañes. Cuando llegue el ritual y los alfas vean esa pobre excusa de colmillos en tu piel, no te aceptarán. Solo eres un juguete del supremo. ¿O por qué crees que no permitió que echaras a Isabella?Liora avanzó un paso, con la clara intención de intimidarla, pero antes de que pudiera acercarse demasiado, Samira se interpuso entre ambas. —¿Y esta loba omega ridículamente débil
Cloe sintió un leve calor en su cuello, y al pasarse los dedos por la piel, Ethan pudo notar que la marca de reclamación brillaba tenuemente. Él sabía que las marcas cobraban vida cuando estaba cerca de su pareja o bajo el peso de emociones intensas, pero la de su luna apena era leve. —Dices una cosa, pero tus actos dicen otra. Liora me contó cómo compraste una casa para ella y para Isabella —largó furiosa, clavándole una mirada acusadora.Ethan rió sin gracia, sacudiendo la cabeza. —Esa maldita loba… —musitó—. Liora decidió por sí misma servir a Isabella, y yo solo le dije que hiciera lo que quisiera, que no me importaba lo que hiciera con su vida. Pero sí, compré esa casa, no para ellas, sino para alejar a Isabella de ti. No hay más. Isabella sigue en prisión, y si quiere salir, tendrá que jurarte lealtad, aceptar que eres su reina y prometer que nunca más intentará dañarte. Si no lo hace, se pudrirá en esa celda. Cloe permaneció inmóvil, y sus ojos brillaban con ira y tristeza.
Cloe se quedó inmóvil, con el pecho subiendo y bajando rápidamente mientras trataba de asimilar lo que acababa de suceder. Sus manos temblaban, y un calor extraño, casi abrasador, parecía recorrer sus venas. La figura de Ryan, quien aún intentaba recomponerse del golpe, no la tranquilizaba en absoluto. Mientras que Liam, parado en la entrada con una botella de agua a medio destapar, la observaba con asombro y cierta preocupación.—¿Qué... qué fue eso? —preguntó Ryan, tocándose la parte posterior de la cabeza con un gesto de incredulidad mientras sus ojos brillaban con furia contenida.Cloe no respondió. Sentía su corazón golpear con fuerza contra sus costillas, como si estuviera al borde de explotar. Había algo profundamente visceral en lo que acababa de pasar, algo que no entendía, pero que la aterrorizaba. ¿De dónde había salido esa fuerza? ¿Qué le estaba sucediendo?Liam fue el primero en reaccionar. Con pasos firmes, se acercó a Cloe, interponiéndose entre ella y Ryan.—Ya basta,
El ambiente era denso, el aire parecía quemar en los pulmones. Ethan se inclinó sobre él, acercándose lo suficiente como para que el hombre pudiera sentir el peso de su poder.—Mi esposa está deprimida porque le impediste ingresar a su propio negocio. Eso me enfurece, y créeme, no quieres verme enojado. La amenaza implícita hizo que el hombre parpadeara varias veces, luchando por mantener la compostura.—Y-Yo no le impedí nada. Solo estoy haciendo lo que la ley indica. Como los negocios no se atienden solos, el juez a cargo del caso me dio un permiso temporal para administrarlo todo. En dos días… se resolverá esto. Ese testamento ilegal se anulará —respondió con voz temblorosa, apenas pudiendo sostenerle la mirada.—Me importa un pepino, el juez —espetó Ethan, con un deje de burla en su tono—. Porque resulta que descubrí que las pruebas que intentas mostrar en contra de mi esposa son falsas.El hombre se tensó en su lugar; la sangre pareció abandonarle el rostro, y un ligero tic se d