Cloe observó en silencio.Él, en un intento por ganarse su confianza, trató de besarle la mano, pero ella la apartó rápidamente.—No me trates con tanta frialdad, Cloe —rogó con pena—. He cambiado mucho. Perderte me hizo entender lo idiota que fui. Y ahora estoy dispuesto a todo para que me des una segunda oportunidad. Te juro que esta vez no te fallaré.Cloe se levantó bruscamente del sofá, dejándolo arrodillado allí, y comenzó a caminar hacia el otro lado de la sala. —Lo siento —dijo firme—, pero no puedo darte nada. No porque siga resentida, sino porque ya no te quiero.Robin se levantó rápidamente y, con un movimiento brusco, agarró la mano de Cloe, donde llevaba el anillo que Ethan le había dado. Sin previo aviso, lo arrancó de su dedo y lo arrojó al suelo con furia.—¿Es por esta mierda? —gruñó, desbordando su ira—. Supe que te casaste con esa cosa. Aun sabiendo que no es humano. ¿Estás enamorada de una bestia?Cloe miró el anillo en el suelo, y las ganas de abofetear a Robin
Samira dudó. Sabía que Ferus, con su presencia constante, era una señal clara de que el ciclo no había concluido, pero no podía decirle a Cloe que Ferus era la parte lobuna de Ethan y si le respondía con seguridad, Cloe se pondría más intensa queriendo saber por qué estaba tan segura. Finalmente, suspiró. —No lo sé, Cloe. No puedo decirte con certeza.La incertidumbre en la respuesta de Samira fue como una daga en el corazón de Cloe. Se puso de pie de golpe y comenzó a caminar de un lado a otro, su mente enredada en pensamientos desesperados. —¡No puedo seguir así, Samira! —exclamó, llevándose las manos a la cabeza. —No puedo vivir con estas dudas. ¿Ethan vendrá? ¿No vendrá? Estoy harta de sentirme tan insegura, tan tonta…Su voz se quebró al pronunciar esas últimas palabras, y por un momento, el silencio llenó la habitación. Finalmente, con un murmullo apenas audible, Cloe soltó: —Morgana.Samira abrió los ojos con incredulidad. —¿Qué? No. Dime que no estás pensando en llamarla.
Cloe apenas había logrado descansar tras la devastadora conversación con Morgana y los intentos de Samira por consolarla. Estaba preparando un café cuando su teléfono sonó, mostrando un número desconocido. Contestó con cierto recelo.—¿Cloe? Soy Teresa… tu hermana. Estoy de regreso en el país —dijo una voz femenina, cargada de una mezcla de nervios y expectativa.Cloe frunció el ceño, sorprendida. Teresa, la media hermana hija de su padre, ese hombre que nunca la quiso, no era alguien con quien hubiera tenido contacto frecuente. Habían compartido pocas palabras en el pasado, pero nunca hubo verdadero cariño entre ellas.—Oh, Teresa… —respondió Cloe, intentando sonar neutral—. ¿Qué… qué necesitas?—Quiero quedarme contigo por un tiempo —dijo Teresa sin rodeos. La declaración cayó como un balde de agua fría, pero antes de que Cloe pudiera reaccionar, Teresa continuó–: Estoy en un hotel ahora, pero quiero pasar tiempo contigo, conocerte mejor. Además, hay algo importante que tengo que co
7 días después:El ruido de la música vibraba en el pecho de Cloe mientras ella y su hermana Teresa caminaban entre las luces estroboscópicas y el mar de cuerpos en movimiento de la discoteca. Cloe, aunque aparentaba estar allí por diversión, en realidad buscaba algo, o mejor dicho, a alguien. Su corazón latía con un anhelo desesperado mientras sus ojos recorrían el lugar. Sabía que no debía, pero aún esperaba verlo. Ethan. Pero después de horas sin rastro alguno de él, la desilusión la invadió.De regreso a casa, el peso de los días acumulados sin respuestas la hizo hablar. Mientras Teresa y Samira la escuchaban desde el sofá, ella confesó con voz temblorosa:—Me voy. Creo que es hora de darme una oportunidad con Nathaniel. Quiero alejarme de todo esto… de él.Samira frunció el ceño, evidentemente molesta. —¿Estás huyendo?—¡No lo entiendes, Samira! —Cloe gritó, sintiendo cómo su frustración hervía en su interior—. No puedo seguir esperando por alguien que claramente no me quiere. Nat
—¡Isabella! —. Una voz llena de dolor y enojo resonó enel bosque. Un rayo negro se disparó sin rumbo a través de los árboles. Perosólo el eco le respondió, devolviendo su propia desesperación en el vasto ycruel silencio.Ethan, uno de los Alfas más poderosos, quedócompletamente devastado por la pérdida de su luna, Isabella. Ya no estaba ahí,o no estaban. Su destinada luna, una loba tan pura y hermosa, su presencia eslo único que podía detener la oscuridad de su lobo. Pero Isabella ya no estabaallí, se había ido con su hijo, su hijo que nunca nacería, se lo llevaron en unbrutal accidente aéreo, dejándolo solo y vacío.Las lágrimas luchaban por salir de sus cuencas, pero élno se lo permitía. En su pecho, el lobo rugía, arañando las paredes de sumente, exigiendo liberarse, exigiendo sangre.Ethan cerró los ojos, pero el pasado lo asaltó como unatormenta. Recordó aquella noche de luna nueva, la más oscura que había vivido.Como furia lo había tomado por completo. Sin Isabellap
Cuatro años después:—¡Casarme! Eso no está en mis planes en estos momentos— refunfuño Cloe un tanto alterada. Ya que, su abuela, al estar enferma, quiere asegurarse que sus nietas se casen antes que ella deje este mundo, pues no quisiera dejarlas desprotegidas a ella y a su hermana, sin que tengan a su lado a buenos hombres que se encarguen de ellas. —Mía querida, te aviso que debes de asistir a tres citas a ciegas que te he conseguido—le informó su abuela. — ¡Citas a ciegas!— replicó Cloe incrédula y con un deje de burla. —Necesito que consigas cuanto antes un hombre bueno y que sea buen partido para que puedas casarte.—Lo siento abuela, pero en eso no pienso darte gusto. Yo ya tengo un novio al que amo y no necesito andar buscando a nadie más.—Lo querrás, pero no es lo que tú te mereces. Ese chico no es apto para ti, es un chico muy insignificante y tú necesitas a alguien que te dé seguridad y estabilidad económica y social.A Cloe, el comentario de su abuela, le molesta de
Cloe se sintió destrozada en ese momento; no podía creer lo que Robin había sido capaz de hacerle. Creía que el mundo se le venía abajo, se sentía herida, dolida, expuesta y vilmente traicionada. Jamás pensó que el hombre al que amaba le rompería el corazón con sus palabras y acciones. Con puños apretados y lágrimas rodando por sus mejillas, se puso delante de él.—Robin, ¿por qué me has hecho? ¿Cómo que subiste videos de mi desnuda?—le gritó, alterada y dolida—. Yo nunca te he tratado mal, siempre te he amado de verdad y, para colmo, siempre quise ayudarte. Y tú tenías que humillarme de esta manera.—No escuchaste bien, mi amor —intentó excusarse Robin—. No hablábamos de ti, no has entendido bien.—Claro que entendí bien. ¡Qué razón tenía mi abuela cuando me dijo que no eras adecuado para mí! —rebatió Cloe con decepción—. Debí haberla escuchado. Esta vez ella tenía razón. Te quiero fuera de mi vida para siempre.Al escuchar esas palabras en la voz de Cloe, Robin se quedó pasmado, s
—¡Por favor, señor, ayúdeme! ¡Abra el seguro de las puertas! —le rogaba al conductor, que permanecía tranquilo, como si nada de lo que sucedía le afectara. Cloe golpeaba el cristal de la ventanilla con sus manos, desesperada por escapar de lo que parecía una pesadilla viviente.De repente, un gruñido bestial resonó en el auto. Ethan, o lo que quedaba de él, se movió tan rápido que Cloe apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que una mano fuerte y bestial se aferrara a su muñeca. La fuerza de su agarre la obligó a girarse, enfrentando al alfa supremo.Lo que vio la hizo congelarse de terror.Los ojos de Ethan no eran completamente humanos. Un brillo amarillo intenso los dominaba, y aunque su cuerpo seguía en forma humana, sus fauces de lobo se asomaban entre sus labios, afiladas y aterradoras. Cloe sintió cómo la sangre se drenaba de su rostro, y en un último suspiro de pánico, su cuerpo se desplomó, desmayada en el asiento.(¿Qué diablos fue eso?) preguntó Ethan a Ferus, con frustr