Cloe levantó la cabeza, y sus ojos llenos de furia se encontraron con los de Isabella, quien estaba parada en la entrada con una expresión de superioridad.—¿Tu marido? —espetó Cloe, poniéndose de pie y enfrentándola directamente. No sabía si era loba o que, solo notaba su piel pálida, pero extrañamente no le temía.— ¿Qué demonios estás haciendo aquí?Isabella arqueó una ceja y esbozó una sonrisa desdeñosa.—Lo mismo que tú, supongo. Asegurarme de que mi hombre reciba el cuidado que merece. Aunque, siendo sincera, dudo que alguien como tú sea capaz de hacerlo.Kael y Noa intercambiaron miradas incómodas, pero no intervinieron. Cloe dio un paso hacia Isabella, ardiendo de celos y rabia.—Escucha bien. No tienes ningún derecho a estar aquí. Ethan es mi esposo, y si no quieres que te saque yo misma, te sugiero que te largues ahora mismo.Isabella no se inmutó, sino que su sonrisa se hizo más amplia.—Tu una humana débil y simplona me está amenazando a mí. ¡Diosa que chiste ni más pendej
El corazón de Cloe martilleaba mientras veía cómo las luces parpadeantes del calabozo proyectaban sombras inquietantes sobre las paredes de piedra. Ella estaba siendo escoltada bruscamente por dos lobos corpulentos. Y al llegar a la celda, vio con horror que su amiga Samira y su hermana Teresa ya estaban allí, reflejando desconcierto y miedo.—¡No! Esto es un error, ¡déjenlas ir! —gritó Cloe, forcejeando contra los guardias.Uno de ellos, con una mueca de burla, la empujó hacia el interior, cerrando la puerta metálica tras ella con un chirrido estridente.Teresa, que estaba encogida en una esquina, se balanceaba hacia adelante y hacia atrás, mordiendo sus uñas con nerviosismo. Y sus ojos se llenaron de lágrimas cuando vio a Cloe.—¡No entiendo! ¡No entiendo nada! ¿Por qué estoy aquí? ¡No hice nada malo! ¡Déjenme salir! —sollozaba desesperada.Cloe corrió hacia ellas y las abrazó, una a cada lado. Teresa temblaba violentamente, mientras Samira mantenía una expresión endurecida, aunque
La sonrisa de Isabella se desvaneció en cuanto Ethan, aún aparentemente inconsciente, comenzó a mover la cabeza hacia los lados, rechazando instintivamente el líquido que intentaba forzarlo a tragar. —¡Maldita sea! —gritó ella, retrocediendo unos pasos mientras lo observaba con rabia creciente—. Necesito recuperar mi posición como Luna, ¡y tú no me la estás poniendo fácil! Pensé que estando así podría tenerte, pero ni siquiera ahora me lo permites. ¡Y ahora rechazas mi sangre! Golpeó la mesita junto a la cama con furia, haciendo que el vaso de agua que había allí cayera al suelo y se rompiera en pedazos. —Por estar enojada contigo, ya me dio hambre —rezongó, levantándose de un salto de la cama y dirigiéndose a la puerta. Cuando iba a salir, una omega del servicio entró con una bandeja de comida para Ethan. Antes de que la joven pudiera reaccionar, Isabella tiró de su brazo, haciendo que la bandeja cayera al suelo con un estrépito. La omega apenas tuvo tiempo de emitir un jade
Aria se cubrió los labios con ambas manos, luchando por no soltar un grito. El horror de lo que acababa de escuchar la paralizó, y su corazón latía con tanta fuerza que temía ser descubierta. Caleb acababa de revelar no solo su ambición desmedida, sino también su disposición a sacrificar a su propio hijo en nombre del poder.Los alfas comenzaron a abandonar el salón. Con pasos pesados, como si cada uno cargara el peso de una decisión que ninguno estaba seguro de querer haber tomado. Algunos salían en silencio, con las cabezas bajas, mientras otros intercambiaban miradas tensas, conscientes de que acababan de sellar un destino oscuro. Caleb permaneció en su lugar, observándolos con una sonrisa satisfecha que parecía grabada en su rostro.Cuando la última figura desapareció por la puerta, Caleb tomó un vaso alto y vertió un licor oscuro y espeso que mantenía reservado para ocasiones especiales. Su mano no temblaba; no había duda en su mente, solo determinación. Llevó el vaso a sus la
El gran salón del castillo resonaba con las risas y voces de los invitados al banquete. Caleb, instalado cómodamente en el trono que antes pertenecía a Ethan, alzó su copa de licor con una sonrisa de triunfo. Los lobos presentes lo aclamaban con júbilo, aunque muchos de ellos ocultaban sus dudas tras expresiones forzadas. La noticia de su autoproclamado ascenso a Alfa Supremo había llegado a todas las manadas, pero el desconcierto sobre cómo planeaba consolidar su poder era un secreto que inquietaba a más de uno.En medio del bullicio, la puerta del salón se abrió de golpe, y Xiomara apareció, cubierta de polvo y sudor tras haber corrido desde los campos agrícolas. Los lobos se apartaron para dejarla pasar, susurrando entre ellos mientras ella se acercaba a Caleb, quien la observaba con desprecio y aburrimiento.—¿Qué quieres, Xiomara? —preguntó Caleb, sin molestarse en disimular su desdén.Sin decir una palabra, Xiomara intentó sentarse en su regazo, buscando un último resquicio de
—A partir de hoy, todos seremos lobos oscuros. Descubrirán que ser como yo tiene sus ventajas. Ya no seremos los lobos que tiemblan ante un ciclo inútil. Les revelaré algo que nadie sabe, y es que yo jamás he sufrido el ridículo ciclo de la bestia. Caleb alzó una mano, y frente a todos, esta se transformó en una garra afilada, oscura como la noche, e iba a desgarrar el pecho de Noa para arrancar su corazón con planes de comerlo; sin embargo, el rugido gutural de Ethan, que resonó en el salón como una tormenta desatada, lo detuvo. Las puertas se abrieron de golpe, golpeando las paredes con un estruendo que silenció las conversaciones. Todos los alfas presentes giraron la cabeza hacia la entrada, con los cuerpos tensos ante la presencia de Ethan. Los ojos de Ethan brillaban con un rojo profundo, por la manifestación de Ferus, quien luchaba por salir a la superficie. —¡Padre! Veo que aprovechaste mi ausencia —gruñó Ethan. Sus pasos eran lentos pero seguros, y con cada movimiento, l
Caleb salió triunfante, con una sonrisa altiva marcando su rostro mientras el eco de sus pisadas resonaba en el gran salón. Los alfas lo siguieron en silencio, algunos con expresiones pensativas, otros con admiración apenas contenida. Por su parte, Cloe permaneció estática, recorriendo el rostro de cada hombre presente hasta que su mirada chocó con la de Liora. En ese instante, una oleada de rabia atravesó su cuerpo como un fuego voraz.—¡Ethan! —gritó su nombre con desesperación y desafío.Ethan, quien ya se disponía a dejar que la tensión del momento se disipara, se giró lentamente hacia ella. La intensidad en los ojos de su futura luna lo descolocó por un instante, pero su expresión permaneció inquebrantable.—¿Qué sucede, Cloe? —preguntó Ethan, con un matiz de curiosidad, mientras las miradas de los alfas restantes se clavaban en la humana con un desconcierto evidente.Cloe avanzó un paso, alzando el rostro con una valentía que sorprendió incluso a Samira, quien la observaba inc
En la privacidad de su estudio, Ethan apretaba con fuerza su antebrazo derecho, sintiendo cómo su sangre parecía bullir dentro de sus venas. La sensación era insoportable, una mezcla de ardor y punzadas que lo hacía tambalearse ligeramente. Aunque no habían pasado muchas horas desde que bebió la sangre de Cloe, su sistema clamaba desesperadamente por más, como si aquella sustancia en su organismo librará una batalla sin tregua contra sus glóbulos rojos y blancos.Kael y Noa, situados a unos metros, lo miraban con preocupación, ya que a través del vínculo que compartían con su alfa supremo, podían sentir el tormento que le causaba aquella lucha interna. Kael dio un paso adelante, pero la voz firme de Ethan lo detuvo.—Kael, lleva a mi cuñada contigo —ordenó Ethan con un tono implacable a pesar del dolor que atravesaba su cuerpo—. Es tu compañera; protégela. No olvides que sigue siendo humana, y nuestra gente aún no se acostumbra del todo.Kael inclinó la cabeza, complacido, mientras